Alrededor de 1500 personas se congregaron para homenajear a José Monje Cruz ´Camarón de la Isla´ como viene siendo habitual en San Pedro del Pinatar desde el año 1993. El cartel no era para menos, abrió el cantaor extremeño Miguel de Tena con la guitarra de Manuel Herrera, se templó con su voz laína por malagueña del ´Mellizo´ que remató con unos abandolaos de inmensidad desmedida. Lidiando con los problemas de sonido continuó con el mejor cante que abarcó, soleá templada, dándole el espacio que necesita; se acordó de Mercé La Serneta de Alcalá y de Triana acertando en cada una de las suertes para seguir por tientos serenos y tangos de su tierra. En el cante libre optó por granaína y media granaína con un público ya entregado que se volvió loco por fandangos. Demuestra el cantaor su capacidad y su talento, ese gusto exquisito que tiene y esa fuerza a pie de escenario del que se bajó entre aplausos para dar paso al segundo artista de la noche.

Pedro Heredia ´El Granaíno´ está de racha, con un verano por delante lleno de actuaciones, aterrizó en San Pedro del Pinatar con muchas ganas de hacerle honores a Camarón, su Camarón de la Isla y se arrancó con la Nana del Caballo Grande al teclado del onubense Cristian de Moret; siguió ya con la sonanta de Patrocinio Hijo por soleá de quejío oscuro y gitanería exaltada. En los tientos sorprendió con el remate por tangos oliendo a Enrique Morente y tomando nuevos registros con otra frescura distinta y los medios tonos ajustados. Seguiriyas que hicieron disfrutar al público más cabal y a petición del público bulerías para gozar del compás y de la fiesta sin olvidarse en ningún momento del genio de la Isla y ni de Tomás Pavón. Termina con fandangos y más fandangos en una noche apoteósica donde pudimos disfrutar del metal de este artista que derrocha profundidad y que es consciente de que su camino va a ser largo en el panorama flamenco.

El broche final lo puso el estandarte del baile gitano y flamenco, Juan Fernández ´Farruquito´ llegó a San Pedro del Pinatar a presentar su Improvisao con Mari Vizárraga, Antonio Villar y Pepe de Pura al cante, José Gálvez a la guitarra y Antonio Moreno ´Polito´ al compás y percusión. ´Farruquito´ no es de este mundo, así que decir que es el mejor del mundo puede ser hasta mentira. Mucho entiende el bailaor de la demanda del espectador, de la mesura y del tiempo. A todos nos juega el tiempo en contra siempre pero Juan sabe marcar esos tiempos en el suelo y en el aire, también hacer el contratiempo y como no, inventarse la hora. Seguiriyas, alegrías, soleá o bulerías sonaron para inspirar a Farruquito que estuvo, como siempre, regalando momentos que solo se viven una vez; persona única, artista innato. Puede explicar en un paseo por el escenario el misterio de la especie humana. La verdad de sus brazos levantados, la libertad de sentir en un escenario y tener la suerte de saber expresarlo.

El patriarca de los Farrucos exhibe la huella de su sangre en la historia del flamenco, los pies eléctricos, los giros de su abuelo; la templanza de un niño que ya ha llegado a hombre. La clase y la elegancia natural de su baile ni se enseña ni se aprende. Así homenajeó Juan a José, con personalidad.

Estos veinticinco años sin Camarón nos ha traído a la memoria que no ha nacido nadie como él, pero aún existe el sentido del compás, la universalidad, la emoción y la magia. Continúa el flamenco siendo una forma distinta de ser y sentir, de existir; y siempre que regresamos al origen nos nace el orgullo de ser flamencos, dichosos de recordar a José Monje y como reza la letra por martinetes; nos despedimos pensando que «aquel que se va/se va diciendo en el silencio/que grande es la libertá». Sigamos siendo libres, y Camarón, eterno.