Donald John Trump, cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, nació y se crió en el neoyorquino barrio de Queens. Sus primeros estudios los realizó con aprovechamiento, marcando el paso, en una academia militar donde había sido internado por sus progenitores. En 1968, se licenció en Economía en la conocida escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, convirtiéndose en sucesor de su padre al frente de la empresa familiar: Elisabeth Trump & Son, dedicada a edificios de alquiler de clase media en los barrios de Brooklyn, Queens y State Island de New York. En 1971 se hizo con las riendas de la empresa, rebautizada como The Trump Organization, trasladándose a vivir a Manhattan.

Donald jugó con la fantasía de la gente y de una forma u otra se hizo multimillonario al mismo tiempo que se prodigaba en los medios de comunicación y toda clase de actividades glamurosas; incluso llegó a aparecer como extra en la película Solo en casa. Metido en política por la Convención Republicana y contra todas las previsiones ganó las elecciones del 8 de noviembre del pasado año.

Quizás uno de los secretos mejor guardados por el equipo de imagen de Trump hayan sido los peinados de fantasía que confieren a quien los porta una halo especial y una acusada personalidad. El peinado estilo ensaimada que adornaba la cabeza de Iñaqui Anasagasti le hizo pasar a la historia como uno de los políticos españoles más atrevidos en lo que se refiere al look personal. Donald Trump debe en gran medida su éxito entre las masas al moldeado extravagante de su rubio cabello.

Existe cierto paralelismo entre las figuras de Donald Trump y del también empresario murciano José María Albarracín. Si Trump nació en Queens, un barrio de New York, Albarracín lo hizo en Espinardo, hoy un barrio de Murcia. Si Donald es empresario, José María también. Cierto es que al amigo americano le gusta prodigarse y darse algo de autobombo, algo que no le ocurre al murciano; todo lo más, presume de ser un apasionado del Entierro de la Sardina y del Real Murcia.

Trump es un señor de personalidad controvertida mientras el presidente de CROEM posee un carácter afable y carismático. Serían muchos sus seguidores si se decidiera a dar el paso y entrar en política, al fin y al cabo es la economía la que mueve y hace avanzar a los pueblos.

Seguro que José María Albarracín sería un buen presidente regional, aunque no se peine como Donald Trump ni la corbata le llegue a la bragueta.