Les voy a confesar algo, no logré entrar en La abuela (Paco Plaza, 2021). Y les digo esto, ahora que nadie nos escucha, porque todo el mundo anda deshaciéndose en alabanzas con la película de Paco Plaza y, claro, uno empieza a mirarse al espejo preguntándose si no seré yo el problema con esta película.

Vaya por delante que la vi en el mejor de los entornos, en el Festival de Sitges del año pasado, la presentó el propio director, y el auditorio casi se venía abajo cuando había que reconocerle a Plaza que, probablemente, sea el mejor director de cine de terror que hay en España actualmente.

Sin embargo, lo tengo que reconocer, no, no entré. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que viniera después de una cinta de terror tan efectiva como Verónica (2017) -con el paréntesis que supuso Quien a hierro mata (2019)-, lo que, a mí al menos, disparó todas las expectativas habidas y por haber.

Y lo cierto es que, y esto ya no es una impresión personal sino un hecho, mientras Verónica ofrecía lo que prometía, La abuela se queda muy lejos de ofrecer lo que se supone que promete. Es decir, ¿cómo se está vendiendo La abuela? Como una película de terror, ¿no? Pues bien, La abuela, de terror, de lo que entendemos por terror, tiene lo justito.

Hay un esfuerzo a la hora de trabajar la atmósfera, es cierto, y sobre todo por tener bien sujetos los personajes, de eso no cabe la menor duda, pero qué quieren que les diga, a mí de terror se me quedó corta.

Hay, no obstante, a quienes esto les ha gustado especialmente, sobre todo a aquellos críticos que tienen que hacer ver que les ha gustado la misma película que a todos los demás críticos. Pero a mí, La abuela me dejó más bien frío. Y eso que la cinta de Plaza sigue siendo fiel a los principios de su director, en tanto es una historia fantástica sin complejos.

Pero lo cierto es que tengo la extraña sensación de que a Plaza le ha pasado con La abuela lo que a tantos otros directores del género. Tras el sensible éxito (sobre todo de crítica) de Quien a hierro mata, una película más asentada en la realidad y menos ‘de género’, parece que Plaza ha querido demostrar con La abuela que sabe hacer algo más que dar sustos. O mejor aún, que sin abandonar su género predilecto sabe cómo configurar personajes y provocar dramas realistas en tanto están sustentados sobre sentimientos y sensaciones humanas.

No es la primavera vez que un director, digamos ‘de género’, tipo Spielberg o Zemeckis, se lleva un Oscar por, pongamos por caso, La lista de Schindler (1993) o Forrest Gump (1994), y luego las películas de uno y de otro ya no son lo que eran. Pues esto parece un poco (sin Oscar y/o Goya a Plaza por la cinta en cuestión) lo que le hubiera pasado al director de Rec 3, que ha querido hacerse mayor y demostrar que puede y que es un director serio, con el añadido de no abandonar el género que le vio nacer. Porque en realidad yo no digo que La abuela sea mala. De hecho, puede que esté muy bien, pero ya les digo, no como película de terror. 

Dicho esto, y que quede bien claro, la película de Plaza tiene sus dos o tres momentos inquietantes. Quiero decir, no vaya alguien a ver La abuela y se encuentre con una o dos escenas que vaya a provocarle algún trauma a alguien. Sí, tiene su par de momentos, pero a lo que voy, creo que no son suficientes para empapar una cinta de eso que llamamos terror. Y esto es lo que me extraña de una película como La abuela, porque Plaza sabe de sobra cómo y qué es el terror y más aún cómo se confecciona, cómo se nutre y cómo se mantiene.

De momento, pasado el empacho a las habituales buenas críticas iniciales de cuando se estrena una película, que, por lo visto, a todo el mundo gusta sospechosamente, no creo que ‘el efecto de La abuela’ vaya a durar mucho más. De momento en los Goya solo la han nominado a la mejor banda sonora y a los mejores efectos especiales (que tiene los justitos) y el único reconocimiento que tiene en su haber es, de momento, y que yo sepa, al mejor tráiler en los Premios Feroz.

A lo mejor, y no quería yo entrar en esto, la cuestión no sea tanto que yo no entrara en La abuela, sino que, en efecto, la película está descompensada. Puede que todo se debiera a un entusiasmo inicial llevado por las anteriores películas de Plaza, que tiene pocas malas.

Yo, al final, me quedo con que me dejó frío. Quizá la palabra no sea que no me gustara, pero desde luego no me dijo gran cosa. Por fortuna, uno siempre puede ver una película por segunda vez y La abuela tiene todas las papeletas. Como decía un amigo mío, la sana costumbre de ver las películas dos veces.