En el pasado festival de cine fantástico de Sitges había cierta expectación por ver una película que llegó sin hacer mucho ruido. Se titulaba El viaje (I onde dager, 2021) y su interés residía fundamentalmente en que su director era Tommy Wirkola, responsable de uno de los títulos más delirantes, absurdos, macabros y divertidos de los últimos años, Zombis nazis (2009) y Zombis nazis 2 (2014).

En serio, créanme, son muy divertidas, sobre todo si uno tiene el estómago acostumbrado a determinadas barbaries sanguinolentas, pero, sobre todo, y esto es lo importante (y no la sangre, que es secundaria), si uno sabe tomarse la cosa en broma.

A Wirkola lo han tentado en un par de ocasiones en Hollywood, pero la cosa no ha terminado de cuajar. Dirigió Hansel y Gretel. Cazadores de brujas (2013) y Siete hermanas (2017), pero ni una cosa ni otra llegó a buen puerto. A la vista de las circunstancias, parece evidente que a Wirkola le funcionan mejor las cosas cuando las hace en su perímetro de seguridad. 

En Sitges acudía el público con sumo interés a ver El viaje pensando que, sabe Dios, si alguna distribuidora se atrevería a ponerla en los cines españoles. Esta, de hecho, suele ser la tónica con la que uno va a ver películas en Sitges. Sin embargo, un amigo me dijo: «no te preocupes, si nos quedamos sin entradas la semana que viene se estrena en Neflix». Sorpresa mayúscula. ¿Netflix?

Pues sí. Resulta que Netflix, además de morralla y superproducciones vacías, también apuesta por películas arriesgadas. Y no solo las que vienen firmadas por directores de prestigio, como sucedió con Martin Scorsese con El irlandés, sino también apuestas pequeñas y con menos pretensiones que lo único que buscan es revolver el estómago del respetable a golpe de un negrísimo sentido del humor. Pues bien, esto es El viaje.

La película de Wirkola nos cuenta la historia de Lars (Aksel Hennie) y Lisa (Noomi Rapace), un matrimonio en las últimas, hasta el extremo de que cada uno llega a diseñar el asesinato perfecto del otro. De modo que cuando ambos llegan a una cabaña en mitad de un monte helado la cosa se tuerce rápidamente, aunque no tanto como cuando aparecen tres presidarios huidos de prisión con dudosísimas intenciones. Total, que se lía parda.

Si decidieran ver El viaje, no le busquen tres pies al gato. La cosa es lo que es. La gracia de la cinta de Wirkola es su humor bizarro, sus escenas de sangre y sus momentos de tensión. Es verdad que no llega a los extremos delirantes de Zombis nazis, pero, desde luego, se aleja considerablemente de sus aproximaciones más contenidas para Hollywood.

De hecho, lo cierto es que El viaje encaja mejor en una sesión golfa de Sitges que en una plataforma como Netflix, y esto honra a Netflix, todo sea dicho. No me imagino a una distribuidora (que pese a todo las hay) poniendo en circulación una cinta como El viaje, que, por momentos, roza lo extremo.

Digo esto porque absténganse aquellos de estómago sensible. El viaje es entretenida y, de hecho, por momentos, su humor se pasa un poco de rosca, pero hay que reconocerle a la película que es hábil, fresca e intuitiva. Aunque estemos viendo una propuesta que se parece a otras muchas que hemos visto antes, El viaje se deja ver con agrado (insisto, si uno tiene el estómago a prueba de bombas). 

Solo hay que decidir, como otras tantas veces ocurre en el cine y la televisión, que hay que querer entrar en el juego, en las formas y en los chistes. Uno puede sentirse fuera de lugar a los poco minutos. No importa, que quite la película. No vale la pena.

Pero aquellos que se atrevan a ver cosas un poco más agresivas y les guste acercarse a propuestas que no sean más de lo mismos y, sobre todo, que estén dispuestos a asumir riesgos, El viaje puede ser una buena e inesperada opción.

Insisto, para estómagos curados de espanto.