Se estrena Halloween kills (2021), y si, no me fallan las matemáticas, es la duodécima secuela de La noche de Halloween (1978). Esto significa que en total se han hecho trece películas. Hasta donde yo sé, esto convierte a esta saga en la franquicia con más películas de la historia con la única excepción de James Bond, que supera la veintena. Pero lo de Halloween tiene un mérito especial. Nunca fue una superproducción, y en su momento no había ninguna estrella en su reparto, la celebridad en la que se convirtió Jamie Lee Curtis vino después. Siempre fueron películas baratas y su villano desató uno de los subgéneros más trillados de la historia del cine, lo que en los círculos cinéfilos se llama el ‘slasher’. Esto es, tipo enmascarado con arma punzante en mano matando gente, preferentemente jovencitas y jovencitos. Todos hemos visto películas así. 

Pues bien, esta particular tendencia del cine de terror la destapó La noche de Halloween, de John Carpenter. Una cinta pequeña sin grandes pretensiones, al menos a la vista de la mayoría, que se convirtió en un clásico casi de forma inmediata. Carlos Losilla, en su imprescindible ensayo El cine de terror. Una introducción (Paidós, 1993), llegó a decir que la película de Carpenter era la primera cinta del llamado posmodernismo dentro del género. Puede que no todos estemos de acuerdo con esto, pero no es menos cierto que La noche de Halloween desveló a un cineasta de primer nivel que únicamente acababa de parir su primera obra maestra. Desgraciadamente, hoy Carpenter, aunque vivo, está inactivo, porque nadie va a ver sus películas.

Sin embargo, y al parecer, la gente sí que acude a ver las infinitas secuelas de sus películas. Que yo recuerde, además de las secuelas directas e inmediatas de la película original, Halloween II (Sanguinario) (1981), Halloween 3 (1982), Halloween 4. El regreso de Michael Myers (1988), Halloween 5. La venganza de Michael Myers (1989), Halloween. La maldición de Michael Myers (1995), hay experimentos cuanto menos curiosos. Por ejemplo, Halloween H20. Veinte años después (1998) era una secuela no de Halloween 6, sino de Halloween 2. Aún así, tuvo su propia secuela, Halloween: Resurrection (2002).

Cuando la cosa empezaba a oler, decidieron entonces hacer eso que los americanos llaman un ‘reboot’, es decir, un remake, vamos, hacer borrón y cuenta nueva y empezar de cero. Halloween. El origen (2007) la dirigió uno de los cineastas más interesantes del actual cine de terror, Rob Zombie. Mantuvo buena parte del original y lo convirtió en algo moderadamente novedoso. Como no podía ser de otro modo, tuvo secuela, Halloween II (2009). La cosa no debió ir muy bien porque casi diez años después se decidió hacer un nuevo borrón, lo que pasa es que la pizarra ya se resentía y las cosas no se terminaban de olvidar. La noche de Halloween (2018) no era una secuela de las de Rob Zombie, sino la continuación, digamos, oficial de la película original, de nuevo con una otoñal Jamie Lee Curtis. Pues bien, esta que se estrena hoy, Halloween kills, es la secuela de esta última. No sé si se habrán perdido por el camino.

El caso es que a pesar de las buenas intenciones de unas y otras y de, créanme, haberlas visto todas, lo único que retengo en la memoria son las imágenes de la película de John Carpenter. Ni siquiera guardo grandes recuerdos de las de Rob Zombie más allá de una imagen ciertamente poderosa, Michael Myers arrastrándose por los pasillos del psiquiátrico acompañado por un par de enfermeros como si fuera un monstruos, moral y físico. Tal vez esta imagen haya aguantado en mi memoria porque en buena medida conservaba el original de Carpenter ofreciendo una perspectiva, por lo menos, ligeramente diferente.

¿Y qué proponía John Carpenter? Pues en el fondo algo tan sencillo como aterrador. Michael Myers es el mal en estado puro. No quieran explicar su origen para tratar de entender por qué es un villano (una tendencia ésta muy posmodernista, por cierto). Michael Myers es malo porque es un monstruo, y pare usted de buscar. Lo que cambiaba Carpenter con Myers con respecto a otros monstruos clásicos es que aquí la criatura no era una víctima, como sí lo eran y lo siguen siendo Drácula, el Hombre Lobo o Frankenstein. Aquí Myers es una abominación moral, terrenal y muy física, aunque linde con lo sobrenatural. 

David Gordon Green, director de estas dos últimas entregas, todo hay que admitirlo, salva los muebles con agradecida dignidad, aunque no sobresale del conjunto. Por decirlo de algún modo, la abrumadora cantidad de ‘Michaels Myers’ que han llenado la pantalla han terminado por colapsar a un villano que parece incapaz de avanzar hacia ningún sitio. La dignidad y la corrección no es lugar para un tipo como Michael Myers, cuya pálida máscara blanca y ojos de un negro infinito solo significan una cosa: el mal.