La historia de Rodrigo Díaz de Vivar cobra vida a través de la serie 'El Cid' y el actor Jaime Lorente, quien deja a un lado a Denver de 'La casa de papel' para dar "humanidad" a la figura del Cid Campeador: "Quería contar la historia sobre el ser humano que fue Rodrigo Díaz".

Jaime Lorente (Murcia, 1991) se convirtió hace unos años en uno de los componentes de la banda más buscada y, a la vez, más admirada del mundo gracias a la historia que plantea 'La casa de papel'. La ternura y la pasión que desprendía su personaje, junto a aquella risa tan particular, se convirtieron en señas de identidad de un Denver que conquistó a Estocolmo y a todos los fans de la serie.

Tras meterse en la piel de personajes como Denver, Nano de 'Élite' o Marcos de '¿A quién te llevarías a una isla desierta?' que, simplemente por compartir espacio temporal, podría presuponerse que conectan más con él, Lorente sorprende con su interpretación y su empatía con una figura, la del Cid, del siglo XI.

Un papel por el que luchó en castings pero al que realmente le apetecía dar vida de una manera diferente. No como héroe, sino como persona: "Yo quería contar la historia sobre el ser humano que fue Rodrigo Díaz. Ya se convertirá en héroe y en leyenda, pero vamos a contar quién es este ser humano".

"He intentado trabajar mucho la humanidad del personaje. Hacer un personaje que la gente se crea, que se puede sentir identificada", asegura el actor, quien destaca las ganas que tenía de "hacer algo de época": "Me apetecía mucho".

Cuenta que, efectivamente, se ha "sentido súper identificado" con el personaje del joven 'Ruy', cuya historia podremos ver en Amazon Prime Vídeo este viernes, 18 de diciembre: "Me he sentido súper identificado con él a nivel personal y emocional".

Es cierto que, como dice el actor, en aquella época "se manejaban otros códigos" y "otras formas de comportarse", lo que le ha obligado a hacer un gran "trabajo de contención": "Es una época en la que se dice poco con palabras".

"Se dice más con el silencio que con la palabra -añade-, es una forma diferente de vivir la emoción pero al final soy yo cien por cien el que está interpretando al personaje y me pasan las mismas cosas que me pasan cuando estoy interpretando a personajes actuales".

La clave, dice el murciano, para construir a un 'Ruy' en sus años de juventud antes de convertirse en la figura que hoy todos conocemos era "no pasar por alto cosas tan esenciales como la primera vez que él mata a alguien en batalla", algo que, destaca, le da "humanidad" al personaje.

"Parece que estamos muy acostumbrados a ver series o películas de guerra en las que matar no significa nada. Yo quería darle valor al ser humano y contar la primera vez que mata a alguien me parecía primordial para conocer a este personaje", relata.

Junto a ello, hace hincapié también en el desconocimiento que tenemos de la persona que hay detrás del héroe: "Es una figura muy desconocida. Realmente no sabemos quién es. Nadie sabe quién fue de verdad".

"La imagen que yo tenía del Cid cuando comencé la producción y la que encontré cuando empecé a investigar no tiene nada que ver. Es una imagen muy manida y supeditada a intereses políticos que lo han convertido en una especie de figura y es mentira", indica.

"Él fue un gran guerrero, conciliador de culturas, un hombre que intentó cambiar las cosas dentro de la dinámica que había en la época y a mí eso me parece fascinante", cuenta el actor, que reconoce que, además del frío y los pesados vestuarios, tuvo que lidiar con el reto que supone rodar de manera no cronológica.

Así, estuvieron "rodando muchos capítulos abiertos a la vez, en dos localizaciones, en dos unidades diferentes, en Soria y en Madrid", lo que le provocaba un "terrible jaleo en la cabeza".

"Yo lo que necesitaba era tener muy clara la línea del personaje en la cabeza y trabajar en cómo va evolucionando y se va transformando desde 'Ruy' hasta el Cid para que se viese ese dibujo, que me parecía muy bonito", amplifica el actor.

Su principal objetivo, además de humanizar al personaje, era comunicar con sus movimientos, miradas y gestos, más que con la palabra: "Tenía que comunicar tantas cosas haciendo tan poco que tienes que hilar muy fino".