Mi cuñado José Manuel Gómez Fayrén nos dejó el último sábado de este mes de noviembre. No estaba enfermo como para morirse. Inició su último viaje en Alicante, en ese mirador espectacular frente a la Albufereta que tanto le gustaba. Un tránsito indoloro, me cuenta mi hermana Maria Dolores (su queridísima Yoya), porque lo hizo en sus brazos, casi sin darse cuenta, lo que no deja de ser un consuelo. 

Setenta y cinco años de vida intensa, bien aprovechada que se nos antoja un periodo corto para todos cuantos lo conocimos, lo respetamos y lo quisimos.

Destaco de su personalidad, sobre todo su bonhomía y su generosidad. Era muy bueno. Siempre pendiente de su madre, a la que adoraba, de sus ocho hermanos y hermanas, y de todos sus sobrinos. Siempre dispuesto a solucionar los problemas, conduciendose con paciencia y elegancia. Y con ese tono conciliador que siempre lo acompañó, para hallar las salidas y no cerrar ninguna puerta. También para minimizar los daños.

Creo que no me equivoco si afirmo que la faceta de su vida de la que se sintió más orgulloso fue la de la docencia. Profesor titular de Histología de la Universidad Miguel Hernández, de Alicante, el contacto con sus alumnos y alumnas le daba vida. Y su vocación y entrega le hacían prepararse sus clases con muchísimo esmero. No es baladí el detalle de la bata de trabajo elegida por mi hermana como última indumentaria.

Pero, José Manuel fue mucho más que un profesor querido y admirado por todos los que tuvieron la fortuna de recibir sus enseñanzas. José Manuel fue un buen amigo de sus amigos. Empezando por los que conoció en el parvulario y mantuvo hasta el final de sus días, continuando por los que fue haciendo tanto en Murcia como en Alicante, en los escenarios clásicos donde todos socializábamos a veces hasta altas horas de la madrugada. Y terminando por los que le surgieron en el mundo del fútbol, del periodismo, del arte o de los toros.

De su amistad con matadores de toros, periodistas, pintores o galeristas son éllos los que constantemente dan fe de las cualidades humanas de mi querido cuñado. Y siempre presente "su Real Murcia", de cuya pasión por sus colores se enorgullecía.

El sábado último José Manuel tuvo la oportunidad despedirse de su esposa. Fue el final de una intensísima historia de amor. Amor con mayúsculas. El que sembró José Manuel entre todos cuantos permanecimos muy cerca de él. 

En el panteón familiar de Murcia reza una inscripción sobre la tumba de un ilustre antepasado: "....integérrimo gobernante", se lee. Eso es lo que para mi fue José Manuel Gómez Fayren. Un integérrimo ser humano.

Hasta siempre, Jose. Que la tierra te sea leve, profesor.