Querido Pedro, tú también te marchas. 

Es cierto lo que reza la canción de que cuando un amigo se va, algo se muere en el alma. Y es que, con la ausencia de Perico, esa gran familia que conformamos el Cuerpo de Bomberos pierde mucho más. Tan solo una mirada suya te iluminaba de nobleza, empatía y cercanía. No necesitaba alzar la voz ni hacer ningún comentario, para eso ya nos valemos otros que por bocazas nos metemos solos en jardines no deseados. No recuerdo de él ninguna crítica, mal gesto o impertinencia. Gente que suma y en la que confías. Y además, divertido. Más allá de las guardias compartidas, lo atestiguaban viajes Asturias para competiciones de atletismo, donde disfrutamos de su genuina y grata compañía. Buen compañero y mejor persona. Siempre discreto, aunque nunca reculaba en las decisiones difíciles a las que podías exponerte. Amante de los animales, de la naturaleza y los seres vivos. De hecho, albergaba una secular sabiduría heredada de nuestros mayores, que hicieron oficio cultivando la tierra. Siempre en los dilemas cotidianos que se presentan en tu trayectoria vital y que con él compartías...te daba respuestas sencillas derivadas del sentido común de un observador paciente y atento a las cosas vivas que crecen de forma natural.

Me hubiera gustado haber compartido más vida contigo, querido compañero, pero me dejas mucho. Los que nos quedamos, procuraremos honrarte continuando tu ejemplo de persona. Te nos vas muy pronto, Perico, una noche de este verano, después de una devastadora epidemia que tú superaste.

Te vamos a echar de menos, compañero del alma. Personas como tú hacéis mucha falta.