Hoy es un día nefasto para mí y para muchas personas, amigos y familiares que tuvimos la gran suerte de compartir vivencias con nuestra amiga Maribel. Escribiendo estas cuantas palabras se reavivan en mí los recuerdos de nuestras andaduras. Yo conocí a Maribel poco tiempo después de que me diagnosticaran una enfermedad entonces desconocida para mí: la esclerosis múltiple en el año 1995.

Mi afán de querer saber el desarrollo que podía tener la enfermedad y sus consecuencias sobre mi futuro me llevaron a conocer a una chica de Churra con las mismas inquietudes que las mías. Familia y amigos, en los cuales se encontraba Maribel, se movían con la administración y autoridades médicas con la idea de agrupar a los enfermos de la Región y lograr los apoyos necesarios para fundar una asociación.

Poco después nació la Asociación Murciana de Esclerosis Múltiple (AMDEM). Maribel y un grupillo de amigos lucharíamos para dar a conocer los problemas y canalizar ayudas para los enfermos.

Durante todos estos años, Maribel se desvivió para dar solución a todo tipo de problemas: se entrevistó con políticos y banqueros; y donde había posibilidad de conseguir un beneficio para los demás, allí estaba. Animaba con su eterna sonrisa y despejaba las dudas con su buen humor. Consolidó lo que es AMDEM.

Cómo puedo en unas cuantas líneas resumir veintiséis años de vivencias, animadora encantadora en nuestros viajes y en las juntas mensuales, en las que no faltaban café dulces y sus caramelos, no hubo ni un solo día que no mandara sus buenos días y buenas noches con su bendición. Pero ella no se quedaba ahí, donde quiera que la solicitaran estaba ella: apoyando a su parroquia, a las mujeres de Churra, a la Asociación de Alzhéimer... Cabían todos en su corazón.

Recuerdo una anécdota antes de que ocurriera la pandemia y viéramos limitada la movilidad. Sentados ella y yo en la mesa de un bar tomando café,se acercó un chico sucio cargado de mochila y barba abundante. La gente se ladeaba a su paso.

El muchacho pidió dinero para la compra de un bocadillo. Maribel se levantó sonriente, lo cogió por el codo y se acercó a la barra. «Ponle a este hombre un bocadillo de jamón, no escatimes en el pan y ponle un buen chorro de aceite y una cerveza». Todo eso con una naturalidad sin perder sonrisa. Así era ella, todo corazón.

Sabiendo de la gravedad de su enfermedad, no decayó y estuvo con los enfermos y con la junta directiva hasta el final. Maribel, descansa en paz. Tu recuerdo en nuestro corazón perdurará siempre. Te quiere tu amigo Pepito.