Ya nos advirtió el griego Menadro que los dioses se llevan demasiado pronto a los mejores. A la escultora Maite (Defruc) Bastida Sáez, nacida en Cartagena en 1947, se la ha llevado la enfermedad en unos meses. Estaba en plenas facultadas físicas y con la cabeza llena de proyectos para los próximos años, llena de vitalidad, agrado hacia los demás y siempre solidaria, de manera incansable, con todas las causas culturales, humanitarias y sociales de su alrededor. Su partida une en un abrazo a sus hermanos, a su marido, sus dos hijos, a muchísimos compañeros del arte, antiguos alumnos, tantas asociaciones sin ánimo de lucro, culturales, vecinales, de mujeres y humanitarias, y sobre todo a los infinitos amigos que se ganó su corazón desprendido, su carácter afable y sin doblez y su bondadosa sonrisa.

Hace ahora justamente 5 años que le dediqué un “agua de mi aljibe” a quien he tenido como maestra y ejemplo en tantas cosas desde mi adolescencia. Ahora, en estos momentos dolorosos, es imposible que me salgan palabras tan acertadas, aunque bien es verdad que se lo merecería por grandísima artista y gran mujer, luchadora, creativa, vital, cordial y siempre atenta hacia los demás. Inolvidables aquellos talleres de modelado en arcilla, bajorrelieves, mosaicos o esculturas en la arena que hicimos con ella, inolvidable su cercanía y su don para contagiar el amor por la belleza, la creatividad y el trabajo. Ella era una Titana incansable que siempre nos provocaba admiración, profundo respeto y profunda amistad a los grupos de jóvenes, de mujeres o de discapacitados.

Vino a Pozo Estrecho, de la mano de su primer marido, cuando cumplió los 28 años. Aquí estableció su taller, verdadera Meca de tantas generaciones de enamorados del Arte, estudiantes y aprendices de escultor. Durante años, siempre ha estado dispuesta a recibir visitas de asociaciones y colectivos para enseñarles su espacio de trabajo, la sala de exposición anexa y, si había suerte, el momento mágico e inolvidable de verla fundir el bronce.

En su prolija y variada obra ha trabajado, sobre todo, la figura humana, especialmente la mujer, frágil o empoderada, madre, artista, bailaora, siempre en movimiento. Practicó con éxito los retratos y homenajeó a animales tan simbólicos de fortaleza y libertad como los caballos o el toro. Primero modelaba las piezas y finalmente las fundía ella misma con el tradicional método artesano de la cera perdida, tal como lo hacían los mismísimos etruscos, un caso único sin lugar a dudas. No, no se conoce tal mujer con tal fuerza, tesón y arte como ha tenido Maite en su taller de fundición. Quienes hemos tenido el privilegio de verla fundir, manejando el fuego y el crisol con el bronce líquido, siempre permanecerá en nuestra memoria en todo su poderío.

Maite Defruc Javier Lorente

Maite fue profesora de la Universidad Popular de Cartagena desde su refundación, hace ahora 40 años, ha impartido cursos por toda España y el extranjero, ha participado en encuentros y simposios de arte y ha expuesto por todo el mundo. Pasa su vida a caballo entre una casa en Pozo Estrecho, una antigua y remodelada cueva en Guadix o un piso en París. Su primera exposición fue en 1972, en Lorca; después expuso por toda la Región y varias veces en Madrid; y ya en 1985 comenzó a exponer casi todos los años en París, en distintas salas y museos, donde ha cosechado éxitos, reconocimientos y distinciones. En varias ocasiones ha expuesto en la sede de la UNESCO en la capital francesa y desde 1999 vienen reclamando su obra desde los Emiratos Árabes. Durante muchos años ha colaborado con la Asociación PROMETEO, atendiendo a un colectivo de jóvenes con necesidades especiales con su gran labor artística, entre la que destaca un taller de belenes tradicionales de la Región.

Ha hecho trofeos para innumerables eventos, certámenes, festivales o premios de todo tipo. Es de destacar, que su obra está presente en numerosos monumentos en calles, plazas y paseos de todo el mundo: desde su famoso Cristo en el Monasterio de Verdún, Francia; hasta varios en París, Madrid, Cartagena, Torre Pacheco, La Palma, Santiago de la Rivera, Águilas, Huelva, etc. De entre todos, el que más ha trascendido, sin lugar a dudas, ha sido su famoso crucificado, con la cruz rota por la mitad y cuya parte superior está sostenida por el propio brazo del Cristo, mientras el otro cuelga. Es una potente imagen cargada de simbolismo, de gran plasticidad y originalidad.

El gran Sebastián Escudero la incorporó al equipo organizador del Festival de Lo Ferro. Desde entonces ha colaborado realizando el trofeo melón de oro y el de la ferreña y decorando el escenario y el recinto con sus esculturas. De entre los premios que Maite ha recibido, quiero destacar ahora la Medalla de Oro del Festival de Lo Ferro, el Premio 8 de Marzo de la Región de Murcia, el Premio Galilea del Año, Amiga de la Música, etc.

Recientemente el Pleno del Ayuntamiento de Cartagena ha aprobado dedicarle una plaza en Pozo Estrecho, donde ojalá se erija, por fín, una de sus monumentales obras en bronce. Sin duda se merecerá éste y otros muchos homenajes que de seguro se organizarán en su honor. Espero poder cumplir su encargo de organizar una exposición antológica de su obra y lanzo aquí la propuesta de hacer un museo (o la Fundación que ella quería) que albergue su obra y de a conocer, por siempre, su legado. Maite, inolvidable titán de la escultura, te llevas nuestros corazones.