Dijo el poeta Jara Carillo: «Reina de las Matronas demuestras la hidalguía de tu blasón, pues llevas en tu escudo entre siete coronas un corazón» … Es una de las hermosas estrofas del Himno a Murcia que escribió el periodista de Alcantarilla. La característica de la ciudad: el corazón que en el siglo XIII donara a la catedral de Santa María el Rey Sabio, Alfonso X, y que figura por ley en el escudo oficial de la Murcia eterna.Pero no es de ese corazón precisamente del que yo quería hablarles hoy, sino de otro mucho más grande, más hermoso, más rendido y enamorado de Murcia que cualquier otro. El corazón que ayer se rompió de amor a su tierra. El corazón que hace años dio avisos de no querer seguir adelante bombeando vida, pero que el coraje de Antonio González Barnés le hacía trabajar todos los días, las veinticuatro horas, sin concederle un solo segundo de tregua. Un corazón nacido por y para amar a su Murcia del alma.

Pocas personas, muy pocas, he conocido que amaran tanto a Murcia como mi ‘Barni’. Sí, con el pronombre posesivo delante de su apellido, porque era ‘mi Barni’, y siempre lo seguirá siendo. Desde aquellos lejanos días, casi olvidados, en la placeta de la calle Victorio cuando jugábamos de niños al balón en pantalón corto, como los ratos que echábamos encaramados a las carrozas que creaba ese ‘mago’ irrepetible que fue Conte, su inolvidable padre.

Luego, años más tarde, quiso el destino juntarnos en Radio Cadena Española a las órdenes de Adolfo Fernández, después el Diario de Murcia y así hasta el momento presente donde, bajo su dirección, estábamos juntos en el El Muletazo. Juntos, también, vivimos un año irrepetible. El de 1995 cuando el Real Cabildo Superior de Cofradías nos distinguió a los dos. A él como Nazareno del Año y a mí como Pregonero. ‘Pelé y Melé’ nos decían en el mundo cofrade cuando aparecíamos juntos, como tenía que ser, en todos los actos nazarenos.

Un año inolvidable que también significó para él su salto al mundo de la política. Le dieron la noticia Lunes Santo, precisamente en la comida de la Cofradía del Perdón donde estábamos juntos aquel día. Pero antes de aquella cuaresma, irrepetible, compartimos también el honor de ser nombrados Reyes Magos de la ciudad de Murcia.

Enero de 1995. Los últimos Reyes Magos nombrados por ese gran señor que es Pepe Méndez, y su concejal de Festejos Carmelo González Vidal. Fuimos los últimos Reyes Magos de aquella corporación que, cambiaría, en la Glorieta, personas y color político en mayo de ese mismo año. Antonio era Melchor y yo fui Gaspar. ¡Un día precioso y emocionante aquel que vivimos también codo con codo! Mirad y ved si tengo razones para llamarle ‘Mi Barni’.

Tras doce años en la política activa, como concejal de Cultura y Festejos, el corazón de mi Barni se rompió de amor a Murcia. Se entregó en cuerpo y alma a la ciudad. No tenía horas, no tenía descanso y estaba pendiente de todo las veinticuatro horas del día. No descansaba. Su cabeza era un hervidero constante de ideas. No paraba de crear cosas y más cosas para engrandecer a la ciudad que le vio nacer. Lo mismo un acto nuevo que un proyecto para mejorar algo en las Fiestas de Primavera. Un pregón para ensalzar a una pedanía que una placa en no sé qué calle para recordar un hecho histórico y que no se olvidara. En plenas fiestas, en lugar de disfrutarlas sentado en la tribuna oficial, lo veías con un walkie en las manos organizando el desfile de turno. Ya fuera la noche de Reyes, el Bando o el Entierro. Siempre a pie de calle y como un ‘obrero’ más, para que nada fallara. Las tribunas y los parabienes no estaban hechos para él. Tenía que organizar y controlar el festejo. No porque no se fiara de quien lo hacía, sino porque sus nervios, su corazón, no le permitían hacer otra cosa. Quizá por ello, también, regaló a la ciudad el nuevo festejo de ‘Murcia en Primavera’ que hoy, el pueblo, ha vuelto a llamar ‘Batalla de Flores’. Ahí queda para siempre como uno de los grandes legados de mi Barni.

Murcia en primavera es una fiesta,vibra en mil destellos de ilusión, Murcia en primavera es una noviaque arde en hermosura como el sol.Voces de los tunos que pregonan,cantan serenatas con amor,y en la catedral, nuestra Fuensanta,siente de sus hijos el fervor.

Una de las estrofas de la canción ‘Murcia en primavera es una fiesta’ que escribió para los Parrandboleros y que hoy es uno de los grandes éxitos del grupo murciano. Canción obligada en sus recitales y que se estrenó, lo recuerdo perfectamente, en la Plaza de Belluga en el concierto con la Sinfónica…. Murcia, primavera y la Virgen de la Fuensanta, sus grandes amores, sin olvidar a ese Nazareno que suda sangre por la vieja saeta del Malecón cuando llega a la ciudad, la noche del último miércoles de Cuaresma, a hombros de las buenas gentes del toro que hoy lloran su pérdida. Jesús del Gran Poder, hermandad de la Cofradía del Amparo, que mi Barni creara y que le acompaña hacia lo eterno pues, Antonio se va de este mundo vistiendo la túnica azul de mayordomo del viernes de Dolores y sobre su féretro le bendice la túnica de su Cristo. Un hermoso vestido que le regaló a Jesús del Gran Poder y que lucía siempre en la procesión. Ese ha sido su ultimo equipaje. Su túnica nazarena.

Se ha roto un corazón que obró el milagro de la vida en un ser irrepetible. Se ha parado un corazón que solo latió por Murcia y por su familia a la que adoraba. Su mujer Cati y sus hijas Alba y Elena. Ha dejado de latir un corazón enamorado, entregado, cansado si se quiere, pero tierno hasta decir basta. Adiós Barni. Hasta siempre amigo del alma. Compañero irremplazable. Cómplice en tantas cosas y camarada de risas y llantos. Te prometo que, de ahora en adelante, cuando cante el himno, como tú y yo lo hemos cantando juntos tantas veces, al entonar la estrofa que hace referencia a las ‘siete coronas y un corazón’ ya no pensaré jamás en el Rey Alfonso, porque ese corazón de nuestro escudo, desde hoy, es tu corazón que luce Murcia con todo el orgullo y honor del mundo.