Aunque la Navidad es una celebración que se remonta a hace siglos y siglos, uno de sus elementos más icónicos, el árbol, no es ni mucho menos tan antiguo, por lo menos en España. Sus orígenes forman parte de una mezcla de leyenda y realidad, con figuras paganas de por medio. Esta tradición que ya está arraigada al cien por cien en nuestra sociedad proviene ni más ni menos que de la cultura nórdica, la del dios Thor. Fue allí, en esas tierras frías del norte de Europa, plagadas de bosques de coníferas y abetos, donde comenzaron a adornarse los famosos árboles de Navidad.

Parece ser que cuando los cristianos llegaron a las latitudes más septentrionales del continente, descubrieron que, justo por estas fechas tan señaladas para los cristianos, allí se celebraba el nacimiento de Frey, dios del Sol y de la fertilidad. Los paganos adornaban un árbol de hoja perenne que simbolizaba el Árbol del Universo (Yggdrasil). Según la leyenda, la copa de ese árbol era la morada de los dioses, y las raíces, el reino de los muertos. Lo cierto es que a partir de entonces los cristianos adquirieron la tradición de simbolizar las fechas navideñas con ese árbol. A partir de ahí, hay versiones de todo tipo.

Unos dicen que San Bonifacio, un inglés que se convirtió en el evangelizador de toda la zona de Alemania en el siglo VIII, tomó un hacha y cortó un roble que representaba el Yggdrasil en la región de Hesse (Alemania). Cada año, durante las fechas navideñas, se tenía la costumbre de ofrecer un sacrificio. En su lugar plantó un pino, que, al ser de hoja perenne, simbolizaba el amor de Dios, ya que sus hojas siempre están verdes y su copa siempre mira hacia el cielo. Además, adornaron este árbol con manzanas que simbolizaban el pecado original y las tentaciones, y con velas que representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo.

Sin embargo, otros apuntan que San Bonifacio cortó el roble e hizo desaparecer todos los de su alrededor a excepción de un abeto, que apartir de entonces sería considerado como el árbol de Jesucristo.

Aunque otros señalan que no aparecieron hasta 1610 en Alemania, hay quien apunta al Mar Báltico para situar los orígenes de los primeros árboles de Navidad. Según National Geograhic, hay dos ciudades que podrían haber albergado el primer árbol de Navidad conocido: Tallín (capital de Estonia), en 1441, y Riga (capital de Letonia), en 1510. Según la leyenda, unos comerciantes instalaron un abeto en la plaza del mercado de Riga, y los jóvenes comenzaron a bailar alrededor de él hasta que le prendieron fuego. Por ello, se tomó la tradición de iluminar un árbol para las fechas navideñas.

Sin embargo, esto son solo habladurías que no están confirmadas. Lo más probable es que hubiera que esperar hasta inicios del siglo XVII en Alemania para ver por primera vez el árbol como se conoce en la actualidad. En esa zona se implantó para ambientar el frío característico de estas fiestas, y comenzó así su difusión. A Finlandia no llegaron hasta 1800, mientras que Inglaterra lo conoció en 1829. Pero, ¿y en España? ¿A quién se le ocurrió implantar por primera vez esta tradición en nuestro país? La respuesta es que no hace tanto de aquello. Apenas siglo y medio.

Lo trajo una princesa rusa

A nuestras tierras esta tradición llegó bastante más tarde que a otros países de nuestro entorno. Fue gracias a una princesa rusa, que introdujo esta costumbre en España en el año 1870. Se llamaba Sofía Troubetzkoy, y estaba casada con el aristócrata, político y militar José Osorio y Silva, marqués de Alcañices, que poco después (dado que en 1870 España vivía en pleno Sexenio Revolucionario) se convertiría en uno de los artífices del régimen de la Restauración, impulsado por Cánovas del Castillo. Pues bien, la princesa Sofía fue la primera que colocó un árbol de Navidad, en el palacio de Alcañices, ubicado en el paseo del Prado. Como curiosidad, Sofía Troubetzkoy era viuda de un hermanastro de Napoleón III.

Para entonces, en Alemania y en otros territorios del centro de Europa ya se había difundido la tradición de adornar el árbol con luces, estrellas y lazos, aunque cada vez se utilizan más y más objetivos distintos.

Obviamente, los significados de cada uno de estos elementos son de origen cristiano: la estrella, que simboliza la fe; la esfera, que simboliza las tentaciones; los lazos, la unión de las familias, y las velas, que evocan la luz de Cristo. Con todo ello, el árbol de Navidad representa el árbol del paraíso de Adán y Eva, pero también es el árbol de la vida, porque, como comentábamos anteriormente, es un árbol perenne, que permanece durante la vida eterna. También se considera que la forma triangular del abeto y la conífera es el significado de la Santísima Trinidad.

En nuestros días, hay quien se ha impregnado del espíritu navideño que desprende el árbol, y otros son más de mantener las tradiciones y colocar el tradicional nacimiento, aunque tanto una opción como otra son perfectamente compatibles. Aunque parezca mentira, aquí nada es casualidad, y el colorido de los adornos del árbol de Navidad también tiene un significado: el azul significa las oraciones de reconciliación, el color plata es para las oraciones de agradecimiento, el oro para las de alabanza, y el verde significa abundancia, fortaleza y naturaleza.