UN AÑO DE SU CAÍDA POLÍTICA

Pablo Casado, un año después: "Se pregunta si podría haber evitado aquel final"

Cuando se cumple un año de su salida del PP, tras perder la 'guerra' contra Isabel Díaz Ayuso, lo más complicado de superar son las decepciones personales, según explican en su entorno | Instalado en una nueva vida se pregunta si algunas de sus decisiones podrían haber cambiado el curso de los acontecimientos

Pablo Casado, exlíder del PP.

Pablo Casado, exlíder del PP. / NACHO GARCÍA

Paloma Esteban

Su rutina es estable y no tiene nada que ver con la que tenía hace justo un año. Pablo Casado ha cambiado de vida y de domicilio. Busca inversores en América Latina y Oriente Próximo —donde también ha viajado en los últimos meses— para un fondo relacionado con la defensa y la tecnología. Cuando no sube al avión, acude a su oficina en el Paseo de la Castellana, a poca distancia de la que tuvo durante años en Génova 13. Se cansó del teletrabajo hace meses, igual que le cansan los reportajes de este mes de febrero. Un aniversario sobre el que pesan demasiadas heridas personales

Ahora dedica más tiempo a su familia, a su mujer Isabel Torres y a sus dos hijos. Y muchísimo menos a leer la prensa como hacía antes. La nueva vida de Casado es una completa desconocida. En la Génova de hoy no pueden disimular el agradecimiento. “¿Qué queja van a tener? Se está portando como un señor”, remata una de las pocas personas que sigue siendo de su total confianza. La realidad es que apenas tiene contacto con los dirigentes que le rodearon durante sus años de presidencia en el PP. Algún WhatsApp de vez en cuando. Y poco más.

No habla tan a menudo con el que fuera su secretario general, Teodoro García Egea; y las dos conversaciones que ha tenido con una dirigente de la cúpula actual se han circunscrito a asuntos muy específicos como el Consejo General del Poder Judicial en la última negociación que el PP tuvo con el Gobierno.

Las decepciones quizá son lo que más le siguen pesando. “Está bien. Trabaja, está contento en su trabajo, hace su vida, va a la oficina, está en casa, por fin disfruta de sus hijos”, relata una persona de su confianza. A pesar de todo lo escrito y publicado sobre las dificultades que tenía encima, en su entorno aseguran que en mayo del año pasado empezó a trabajar, solo dos meses después de su caída política. “Ni estuvo meses buscando, ni tenía problemas. Tuvo muchas ofertas y para proyectos chulos”, zanjan. Lo que más le ha aportado es su “cuidada agenda internacional” desde la etapa en el gabinete de José María Aznar hasta sus tres años y medio como líder del partido. Siempre tuvo en la cabeza la importancia de los contactos y la política exterior. Una de las pocas cosas que le unen a Pedro Sánchez.

LAS PREGUNTAS QUE SE HACE AHORA

La dificultad de reinventarse, de hecho, apunta más al aspecto personal. “A diferencia de las personas que entran un tiempo en política y tienen sus relaciones fuera, él llevaba toda su vida. Su red personal, de amigos, su día a día, era el PP. Acabar con todo eso es cambiar tu vida en todos los sentidos”, explican. Por eso, lo más complicado de digerir está en el terreno íntimo, el de la amistad y superar los momentos más amargos. Después de meses en los que no hablaba de lo ocurrido y tomó una distancia total, Casado sí se pregunta ahora en confianza, con algunas personas, qué habría ocurrido si hubiera tomado decisiones distintas. "Si se podría haber evitado aquel desenlace, ese final", reconocen.

El nombre de García Egea estuvo encima de la mesa muchas veces. Se lo ponían dirigentes de todos los niveles, al que acusaban de estar llevando el partido “por el mal camino” y contribuir a la ‘bunkerización’ del líder. Pero Casado decidió defenderlo a capa y espada y cuando se planteó sacrificarlo, ya era demasiado tarde. La duda, aseguran a este diario, sigue existiendo: ¿si lo hubiera cesado mucho antes, algo habría cambiado?

Hay otros nombres como el del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que también forman parte de las decepciones personales para el exlíder. No solo por la amistad personal que les unía, sino por los movimientos que hizo al final de la crisis. Almeida decidió abandonar la portavocía nacional en la recta final (un “regalo envenenado” a ojos de algunos de sus colaboradores en Cibeles, que culparon a Génova de llevarle a un terreno difícil en un momento de mucha popularidad por su gestión en la pandemia). Y optó por dar la espalda a Casado. Entendió que la alcaldía madrileña debía ser la prioridad y que el PP necesitaba seguir adelante. El partido ya se había alineado casi en su totalidad con el poder emergente de Galicia.

Pero el chasco de Casado con personas como Almeida se repite porque a nadie se le escapa el enfrentamiento tan duro que en todo aquel periodo tenía el propio alcalde (alineado con la cúpula nacional) con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La presidencia del PP de Madrid, objeto de deseo para la madrileña, especialmente tras su éxito electoral, y punto de desencuentro absoluto con Génova, fue uno de muchos puntos de fricción entre ella y Almeida. Casado coincidió con el alcalde hace pocos meses en un cumpleaños, pero su relación es nula a día de hoy a pesar de que allí charlaron.

De la semana fatídica que acabó con su liderazgo, hace ahora un año, hay varias fechas imposibles de olvidar. La entrevista con Carlos Herrera aquel viernes 18 de febrero. Las acusaciones de corrupción contra Ayuso fueron tan explícitas que muchos dirigentes sentenciaron antes de las nueve de la mañana: “Ha sido su epitafio político. No tiene marcha atrás. Esto ya no lo reconduce nadie”. Tanto es así que, mientras las miradas se dirigían todavía a García Egea, este diario publicó que al partido ya no le valía esa solución. Casado tenía que caer y los territorios se organizaban a tal efecto. La siguiente fecha, dos días después, fue la manifestación a las puertas de Génova de afiliados, militantes, simpatizantes y cargos pidiendo a su jefe que se marchara de una vez. La imagen más dura que algunos recuerdan.

Las horas posteriores fueron a peor porque el líder se quedó completamente solo. La reunión de 'los cuchillos largos', la de todos los barones sentados alrededor de una mesa en la calle Génova discutiendo cómo tenía que abandonar (y negociando los términos de la salida) fue el final más amargo. Aquel miércoles 23 de febrero a primera hora Casado se despidió del Congreso de los Diputados en su última interpelación a Sánchez. Le quedaba la cita final, la de todos los presidentes autonómicos (con la excepción de Ayuso, que no fue invitada) para pactar las condiciones de su salida

Esa madrugada dimitió de facto, aunque permanecería como presidente hasta el congreso de abril. Casi al mismo tiempo que los dirigentes (todos, sin excepción, exigieron su marcha) salían de la sede nacional, pasadas las dos de la madrugada, estallaba la guerra en Ucrania. Hay quien se pregunta qué habría ocurrido si la invasión de Putin hubiera comenzado días antes. 

Rehabilitarle: "Se lo merece"

Cuando hace dos semanas el PP exhibió una unidad que no se veía desde hacía muchos años (la imagen conjunta de José María Aznar y Mariano Rajoy) el entorno de Casado se resintió. “Es como si le borraran. Como si él no hubiera existido. Una especie de segundo Hernández Mancha”, afirman personas de su total confianza, convencidas de que al líder del PP le hubiera gustado “al menos, que le hubieran llamado y le hubieran explicado” lo que iba a pasar en aquella intermunicipal. Lo expresaba con detalle Pablo Montesinos en su columna en el ‘Huffington Post’ hace unos días.

En la dirección nacional liderada por Feijóo insisten en que “cuando sea el momento” el partido buscará la manera de rehabilitarle. Casado rechazó un puesto en el PP europeo que el líder gallego le ofreció al llegar a la presidencia. Pero siguen pensando que habrá más oportunidades, sobre todo, si el PP llega a la Moncloa. El enfoque siempre parece ser hacia la política exterior y la diplomacia. “Si es que él también quiere”; concluyen. “Todo necesita su tiempo. Y aún no ha llegado”, dicen en la cúpula.

“Casado no ha hecho nada como para no tener el sitio que merece en el partido”, repiten en el entorno de Feijóo. No es la posición que defendían entonces, ni los que hoy figuran en la cúpula, ni los distintos territorios. Claro que ahora, 360 días después del 'aquelarre popular', todo se ve con otros ojos. Menos venganza, más generosidad y más compasión.