El ataque de Algeciras que la Audiencia Nacional investiga como posible acto terrorista irrumpió con fuerza en la agenda política española justo dos días después de que Alberto Núñez Feijóo hubiera presentado su plan de calidad institucional. Un documento de 60 reformas en las que Génova llevaba trabajando tiempo y que articulan una enmienda a gran parte de las decisiones de Pedro Sánchez. Más allá de la polémica generada por las declaraciones del líder popular sobre lo acontecido en la localidad gaditana (y las comparaciones entre el islamismo y el catolicismo), el partido estaba inmerso en un debate sobre las elecciones y las futuras alianzas a las que mayo obligará.

Hay dos visiones dentro del PP sobre cómo tratar a Vox. La coalición en Castilla y León abrió una puerta que para los populares era un tabú. Por eso algunos territorios, que saben que necesitarán pactos después de las autonómicas y municipales, sintieron alivio. Además, como reconocen dirigentes de primer nivel del PP, se rompió “la barrera” que hasta ese momento existía. La conclusión a la que han llegado casi un año después es que por mucho que el Gobierno agite el miedo a la ultraderecha, la realidad, sobre todo entre los votantes del PP, es distinta. 

Polémicas como la del aborto, eso sí, no ayudan. En el PP son conscientes de que este tipo de debates dan munición real al PSOE, aunque también aseguran que permite visibilizar el voto útil al PP: “Si no quieren exabruptos iguales que nos den mayorías suficientes”, insisten.

En este escenario actual, la propuesta de Feijóo de que gobierne la lista más votada (pide una reforma de la ley electoral para que se haga en ayuntamientos y sigue tendiendo la mano al mismo pacto en CCAA y para el Gobierno central) desconcierta a muchos de sus barones territoriales que no sólo ven imposible que el acuerdo llegue a algún sitio, sino que además dudan de los efectos que pueda tener repetir ese mensaje entre sus electores.

La dualidad de posturas y estrategias se abre paso una vez más. Y algunos territorios reconocen que la “menor tolerancia” o “la falta de empatía” que el líder conservador tiene con los pactos con Vox se explica desde su experiencia como presidente de la Xunta. 

En Galicia Vox no existe, como tampoco existió Ciudadanos. El PP no tiene posibles alianzas: o saca mayoría absoluta en ayuntamientos y en la comunidad o no gobierna. Y eso, reflexionan algunos dirigentes autonómicos y municipales, hace que Feijóo (también le ocurre al actual presidente de la Xunta, Alfonso Rueda) no entienda las necesarias alianzas con Vox y se empeñe en marcar distancias tajantes. Algunos dirigentes más cercanos al líder reconocen que ni siquiera comprende bien el fenómeno político, más allá del auge de los populismos a ambos lados y el atractivo que para determinados votantes desencantados puede tener. Pero ni siente especial simpatía por sus dirigentes, ni mucho menos el menor interés por copiar nada de su mensaje.

Y frente a esta posición, el panorama que existe en prácticamente el resto de autonomías es bastante distinto. Isabel Díaz Ayuso en Madrid y Fernando López Miras en Murcia revalidarán sus presidencias el próximo mes de mayo y ambos aspiran a acercarse mucho a la mayoría absoluta. Si lo consiguen hay bastantes posibilidades de que Vox quede fuera del Gobierno. Pero el resto de autonomías que el PP aspira a arrebatar al PSOE y, sobre todo, plazas muy simbólicas como la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Aragón o Extremadura, podrían tener una aritmética distinta. 

Todo dependerá de cómo queden los resultados, pero si el PP puede gobernar alguno de estos territorios, será difícil que lo haga sin Vox. Sucederá también en algunos ayuntamientos. 

La única bala que podría usar el PP es conseguir también mayorías importantes en esas plazas y forzar a Vox a quedar fuera de los gobiernos, aunque necesiten pactos de legislatura para sacar adelante la gestión, empezando por los Presupuestos. Un modelo similar al de 2019 en el que cerraron varias coaliciones con Ciudadanos y los ultra dieron apoyo externo. Pero nada hace pensar que Vox vaya a renunciar a entrar en los ejecutivos que pueda si le dan los números. Aún así y queriendo gobernar en solitario, dirigentes populares reconocen que en sus territorios no existe ese rechazo hacia el partido de Santiago Abascal.

Mayo amenaza la estrategia de Feijóo

El problema que tiene Feijóo es que no llegará a la Moncloa si sólo le votan los electores del PP y los que volverán de Vox (las encuestas siguen mostrando una fidelidad bastante alta a Abascal aunque los populares recuperan voto). Necesita una bolsa de centro izquierda que los sondeos sitúan ahora como dudosos tras las políticas de Pedro Sánchez. Y esa es la hoja de ruta que emprendió Feijóo y que mayo amenaza tanto. De ahí, el discurso de choque que emplea con Vox y la insistencia en que hay que evitar esas coaliciones como sea.

Si en mayo salen muchos pactos de PP con Vox, Génova teme que su estrategia de caza al voto socialista se vaya al traste sin remedio. Eso no impediría al PP sumar con los ultras e incluso ser primera fuerza, pero haría más difícil prescindir de la coalición porque significaría que el PP tiene un menor apoyo en las urnas. Y eso para Feijóo, al menos en este momento, es una línea roja.