Decenas personas migrantes han vuelto a las montañas próximas a Melilla tras cuatro meses sin prácticamente presencia en la zona. También han vuelto las redadas: la noche del sábado al domingo, la policía marroquí detuvo a 17 personas que estaban en los campamentos del monte Gurugú.

Esta zona boscosa, de difícil acceso, es el refugio habitual de los migrantes a la espera de intentar llegar hasta Melilla. Tras el salto del 24 de junio, en el que al menos murieron 23 personas, la mayoría de los que se encontraban en este bosque o de los que intentaron saltar la valla fueron detenidos o trasladados hacia regiones remotas, al interior del país, con el objetivo de dispersarlos.

Varios grupos de sudaneses y chadianos que hacía semanas que estaban en Casablanca han vuelto a la región de Nador para intentar cruzar, explica una fuente humanitaria que trabaja en la ciudad y prefiere no revelar su identidad. Algunos de ellos llegaron a Casablanca tras el intento de salto del pasado 24 de junio, entre ellos heridos. “Desde agosto que empezaron a probar suerte de nuevo”, explica esta fuente de una oenegé.

Otra fuente también lamenta que muchos migrantes también se han dirigido estas últimas semanas dirección sud, hacia el Sáhara Occidental, para intentar cruzar en patera a las Islas Canarias. La madrugada de este lunes, Salvamento Marítimo ha rescatado cerca de Lanzarote a dos pateras con 69 personas de origen magrebí y hay una tercera embarcación con 50 personas de origen subsahariano que sigue desaparecida.  

Más vigilancia

Muchos de los migrantes que viven en Marruecos subsisten como pueden. En Rabat, Abdelatif, un chadiano de 23 años que intentó saltar la valla de Melilla en junio, explica que no tiene dinero para pagar la casa, “no hay ningún trabajo, me veo obligado a dejar la casa de momento y me quedo con un amigo”. La pandemia y la inflación han pasado factura a la población migrante, que vive también con el miedo de ser arrestados por la policía, ya que muchos no tienen la residencia legal. 

Desde inicios del verano, las autoridades del país han intensificado la vigilancia en las regiones fronterizas, especialmente en el norte. En ciudades como Tánger o Rabat se han producido redadas y detenciones en los barrios en los que viven los migrantes. 

“En el norte la situación es muy dura, la gente se mueve porque tiene que vivir, pero la represión y las redadas son frecuentes”, lamenta Helena Maleno, de la organización Caminando Fronteras. También explica que se “han recrudecido las redadas y detenciones” en la zona del Sáhara Occidental. 

Tres años de cárcel

En paralelo a lo que sucede en los montes cercanos a la frontera de Melilla, en Nador continúan los juicios a las personas detenidas en el intento de salto de la valla del pasado 24 de junio. El Tribunal de Apelación de la ciudad condenó la semana pasada a tres años de cárcel a ocho personas sudanesas y a dos años a otros siete, según confirmó la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos. Los han condenado por delitos graves, como organización de la emigración ilegal, violencia contra agentes o retención de funcionarios públicos. En total hay 74 personas que han sido condenados o procesados en la ciudad fronteriza con Melilla por el intento de salto.