El PSOE vive una montaña rusa emocional. De la depresión alimentada durante semanas, meses, por la fragilidad del Gobierno y el mayúsculo fiasco de las elecciones andaluzas del 19-J, migró a la euforia por el debate del estado de la nación. Pero el entusiasmo fue devorado este lunes por el retorno a la incertidumbre. El partido se hundía de nuevo en el desconcierto en cuanto supo, a primera hora de la mañana, que dejaba su cargo Adriana Lastra, la vicesecretaria general, la número dos, la mujer que siempre confió en Pedro Sánchez, incluso cuando le desalojaron del poder y no tenía a nadie a su lado. La propia dirigente adujo razones personales, la necesidad de "tranquilidad y reposo" absolutos que le han aconsejado los médicos por su embarazo de alto riesgo, pero su salida coincide con un recio mar de fondo: sus tensiones con el siguiente en el escalafón, Santos Cerdán, secretario de Organización, y la previsión de cambios en la cúpula del PSOE, camino que ahora se allana para el presidente. La falta de un relato consistente sobre lo ocurrido, los disparos cruzados y la inseguridad por los pasos que ahora dará Sánchez (cuáles y cuándo) erosionaban el ánimo de un partido de natural ciclotímico.

Lastra (Ribadesella, Asturias, 43 años) tuvo que tomarse una baja laboral hace dos semanas por un susto en la gestación, y de hecho no acudió al debate de la nación. Ante la "dificultad de compaginar las exigencias de reposo y cuidados", con la "intensidad" de la dirección del PSOE, la dirigente abandona su cargo de vicesecretaria general, el que ocupaba desde junio de 2017 y que refrendó en octubre pasado. Sí mantendrá su acta de diputada en el Congreso. En un comunicado difundido a los medios, señalaba que trasladó su decisión "hace días" al secretario general, a quien agradeció su "confianza todos estos años en un camino que muchos creyeron imposible" y que ambos hicieron realidad "paso a paso". El presidente le correspondió enseguida vía Twitter: "Querida Adriana, eres una socialista ejemplar. Gracias a tu compromiso y entrega durante todos estos años, el cambio en el PSOE y en España fue posible. Seguiremos trabajando juntos".

En el entorno de la dirigente asturiana insisten en que la suya es una decisión "personal" y que no ha sido empujada por el líder

El estupor recorrió automáticamente el PSOE. Aunque el runrún de que habría cambios en el puente de mando era un secreto a voces, los relevos se esperaban para la vuelta de verano. Y no se anticipaba una salida de este calibre, "una pérdida tan grave", y menos comunicada un lunes de resaca de un debate que había energizado a los socialistas. A muchos sorprendió (y molestó) que justificara su dimisión con un embarazo, porque no debería ser obstáculo para mantener un puesto de alta dirección en un partido feminista hasta el tuétano. Esa extrañeza es la que hizo a buena parte de la dirigencia sospechar que su caída tenía más que ver con sus diferencias, cada día más insostenibles, con Cerdán, que la despidió en Twitter a través de un mensaje protocolario horas después de que trascendiera la marcha de la número dos.

"Le ha podido incomodar la tensión con Santos, como muchas otras situaciones en estos años, pero eso no le hace dimitir. No somos supermujeres aunque a veces lo queramos parecer. Es difícil ponerse en el cuerpo y mente de una mujer que lleva tiempo deseando ser madre. Entre política y persona, Adriana eligió persona. No debemos juzgar decisiones", indica una responsable de la ejecutiva federal que la conoce bien. "Adri necesita tiempo para sí misma ahora. Tiene que cuidarse. Hay prioridades en la vida y ella ahora es lo primero", abunda otro alto responsable institucional.

"Es muy difícil estar a medias"

Todos los dirigentes de primer nivel consultados cercanos a Lastra comparten esta misma visión, que es una decisión "enteramente suya". "Ha dejado un cargo orgánico al que no se puede dedicar. Si hubiera sido un hombre que tiene que hacer frente a un cáncer no creo que hubiéramos escuchado algunos comentarios machistas", sentencia un barón regional. "Le ha cambiado mucho la vida con el embarazo. No lo deja por esperar un bebé, sino porque sabe que tendrá que estar nueve o diez meses de baja con unas elecciones autonómicas y municipales a la vista, en mayo de 2023. Ella siente que no puede dejar el partido descuidado si le provoca un estrés añadido. Es muy difícil estar a medias", rubrica una ministra que se enteró de la noticia por los medios, al tiempo que todos. Porque la diputada manejó su decisión con absoluto celo: muy pocos la sabían de antemano.

Algunos responsables aducen que Sánchez se cansó de los "movimientos" que ella pudo haber hecho en las federaciones

Pero a otros cuadros no les convence ese relato. Creen que hay algo más. Unos dirigentes señalan que ella se pudo anticipar a la reorganización que estaba diseñando Sánchez, temiéndose un vaciamiento de sus funciones, otros indican que su salida no podía "estar pactada" con él porque "se ha cargado el efecto del debate poniendo el foco nuevamente en las disfunciones orgánicas". Y hablan más de una dimisión inducida por el líder, porque "está cabreado con ella, por los conflictos y la falta de eficacia, y por los movimientos en las federaciones", "sembrando", ganando "afines".

"Se hablaba de que ella estaba haciéndose huecos en distintos territorios, y de ser así es pecado mortal", ilustra un jefe del aparato regional. En el entorno de Lastra niegan radicalmente que ella estuviera preparando el post-sanchismo, porque es consciente de que cuando él caiga, caerá todo su núcleo duro. "Dudo de que él viera ninguna deslealtad", apuntala un alto mando con mucha relación con el líder. "El presidente se entera de todo. Si alguien malmete, lo sabe. No se le puede subestimar, y no le hacen gracia las filtraciones", contrapone otro alto cargo.

Otros responsables miran sin embargo a Sánchez, porque ya no está en el corazón del poder ninguno de aquellos dirigentes que creyeron en él y le animaron a aguantar tras ser derribado por la 'aristrocracia' del PSOE y a echar el pulso a Susana Díaz en 2017: cesó a Carmen Calvo y a José Luis Ábalos el año pasado, en la remodelación en la que también destituyó a Iván Redondo, y ahora cae Lastra. Solo queda Cerdán. Dicho de otro modo: el presidente ha dado muestras sobradas de actuar con determinación, con frialdad y sin miramientos, y casi de forma ejemplarizante, porque en la pugna entre Calvo y Redondo, entonces vicepresidenta y director de su Gabinete, acabaron perdiendo los dos. Los dos fueron destituidos. Y ese pasado, para bien o para mal, ilumina ahora el presente.

Nadie respira en el chat de WhatsApp de la cúpula

En el PSOE reinaba la estupefacción este lunes. Algunos que conocían la intrahistoria de la salida eludían hacer comentarios, sin ocultar su enfado con la situación. Los miembros más cercanos a Cerdán, por su parte, respondían con el silencio, conscientes de que ahora la mirada se dirige al responsable navarro. Una prueba más: en el chat de WhatsApp que comparten los miembros de la dirección federal, como indicaban varios de ellos a este diario, nadie se atrevió siquiera a abrir la boca o comentar la baja de la asturiana. Los mensajes se escribían por privado.

Ministros con acceso directo a Sánchez y mandos de primer y segundo nivel contactados, todos, confiesan estar perdidos o prefieren no responder y esperar a que escampe

¿Y ahora qué? Esa era la otra gran pregunta del día. Por ahora, sin respuesta. Más incertidumbre todavía. Ministros con acceso directo a Sánchez y mandos de primer y segundo nivel contactados, todos, confiesan estar perdidos o prefieren no responder y esperar a que escampe. Nadie sabe si el líder acometerá los cambios pendientes, para engrasar la maquinaria electoral del partido, ahora, en julio, o ya en septiembre. Si afectarán también al Gobierno. Si nombrará nuevo vicesecretario general o dejará la plaza vacante para no repetir una bicefalia siempre indigesta en el PSOE. Si destituirá a Cerdán. Si ordenará relevos en las portavocías. El trámite es simple (artículo 34.4 de los estatutos): la cúpula aprueba las designaciones y el comité federal, el máximo escalón de poder, los ratifica posteriormente. Pero el control de Sánchez sobre los órganos de dirección es total. Hay una entrada segura, la de quien reemplazará el hueco asturiano en la ejecutiva: Iván Fernández, alcalde de Corvera, nombre pactado entre el líder y el presidente del Principado, Adrián Barbón, barón de la máxima confianza de Lastra.

Un hombre muy cuestionado es Felipe Sicilia, portavoz de la dirección, muy próximo a la asturiana. El círculo de esta, a su vez, señalaba al portavoz en la Cámara baja, quien la relevó en septiembre pasado en el cargo, Héctor Gómez. En las quinielas de nuevos rostros, para algunos, ganan enteros el exlehendakari Patxi López, secretario de Memoria Democrática y Laicidad de la ejecutiva, o Antonio Hernando, el director adjunto de Gabinete en la Moncloa. Pero Sánchez no ha dado aún pistas y su partido vuelve a tensionarse. Por el momento, la formación intenta digerir la marcha de una dirigente corajuda, pasional, política de raza y nada burocrática, representante pura del sanchismo, de ese espíritu resiliente y anti 'establishment' que tanto ha cultivado el presidente. Lastra ha marcado la historia reciente del PSOE, y en sus filas lo saben bien.