La resistencia de Mónica Oltra ha durado seis días. Seis largas jornadas en las que la vicepresidenta del Gobierno valenciano ha ido perdiendo poco a poco los apoyos que fueron surgiendo en los instantes posteriores a su citación como investigada por parte del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) y que defendían su continuidad dentro del Consell. El proceso de aislamiento, como tiende a suceder en política, ha sido sutil pero constante, tanto en el seno de su propio partido como entre los socios del Botànic. Nadie ha querido alzar la voz por ella ni contra ella y el trabajo ha sido básicamente de fontanería para que fuera la propia Oltra la que diera el paso de apartarse. Y así lo terminó haciendo ayer en una comparecencia precipitada en la que se evidenció que se marcha a regañadientes y para no dar "coartadas a nadie" —dijo en referencia al president Ximo Puig y al PSPV—, para romper el ejecutivo tripartito. A continuación, la secuencia de los hechos.

Jueves, 16 de junio: Silencio tras la temida imputación.

Todo estalló en torno al mediodía del pasado jueves. El TSJCV citaba a la vicepresidenta, consellera de Igualdad y portavoz del Consell a declarar como investigada por la gestión de los abusos de su exmarido a una menor tutelada por el departamento que ella comandaba. El momento había llegado: el elefante al que todo el ejecutivo valenciano trataba de ignorar desde hace meses estaba ya en la habitación. Como un acto reflejo tras recibir un golpe, la reacción inicial del Consell fue de repliegue. Oltra no habló y Puig se limitó a defender que su imputación "en absoluto"1 comprometía al proyecto del Botànic y en pedir respeto a la justicia. Pero el caso no tardó en saltar al tablero nacional y abrir informativos, boletines, diarios y webs, elevando así el nerviosismo en Presidencia, que esa misma noche veía ya cómo la crisis salpicaba al Gobierno valenciano. Unides Podem todavía se mantenía al lado de la líder de Compromís.

Viernes, 17 de junio: Oltra se defiende desde la portavocía.

Se dejó un margen porque Oltra comparecía al día siguiente en la habitual rueda de prensa tras el pleno del Consell. Allí insistió en que la dimisión no era una opción porque estaba siendo víctima de una "cacería de la extrema derecha", lo que convertía el asunto en una "cuestión política" que la situaba a ella como dique frente al acoso ultra. El enroque dejaba a Puig cada vez más acorralado por una oposición que había olido sangre y que fijaba sobre él la responsabilidad del caso. Además, el llenazo de la sala de prensa dejaba claro que el asunto había traspasado las fronteras valencianas, ya no solo a nivel mediático sino político, ámbito donde algunos aliados de Compromís en Madrid como Yolanda Díaz empezaban también a marcar distancias con Oltra. Con eufemismos milimetrados, el president empezó a mostrar el camino a Oltra: llamó a la reflexión, pidió "tomar decisiones" y deslizó que el bien superior a conservar era el tripartito. Unas declaraciones en línea con las del alcalde de València, Joan Ribó, que horas antes había abierto las primeras grietas en el férreo cierre de filas de la coalición con Oltra. Veladamente, el agua comenzaba a abrirse paso.

Sábado, 18 de junio: La ‘fiesta’ marca un punto de inflexión.

El sábado marcó un punto de inflexión. Lejos de recular, el acto electoral de Compromís, programado antes de la imputación de su líder, se convirtió en una exaltación de la todavía entonces vicepresidenta, que aprovechó para alertar de que "el Botànic no es Botànic si no está Compromís". Pero lo que generó un mayor malestar entre los socios del Botànic fue la deriva festiva del encuentro, que terminó con Oltra y otros miembros del partido bailando. Unides Podem seguía con un perfil más bajo, pero Puig lo dejó claro el lunes: «No estoy para fiestas», dijo.

Domingo, 19 de junio: El efecto Andalucía presiona a Puig.

Las elecciones andaluzas del día siguiente no trajeron tampoco buenas noticias para el Consell. Nadie del tripartito respiró ese día, pero la lectura del PSPV de los comicios en Andalucía es que la mayoría de Moreno Bonilla es un premio a la moderación y a la gestión y entiende que el caso Oltra provoca justo lo contrario. La decisión no estaba tomada pero las opciones eran cada vez más limitadas y no hacer nada dejaba de ser una opción.

Lunes, 20 de junio: Ultimátum y grietas antes del cónclave.

El tiempo de la reflexión empieza a agotarse y Puig marca los tiempos. En su primer acto del día, el president asegura que la crisis debe quedar zanjada durante la semana e incide en que "hay que poner por encima de cualquier cosa un proyecto que ha levantado la hipoteca reputacional" de la Comunitat Valenciana. Además, las voces internas siguen ganando espacio poco a poco. Ribó insiste en mantener abiertas todas las opciones y dice que Oltra es "imprescindible" pero que "se pueden tomar decisiones en muchos sentidos". También la consellera Mireia Mollà se desmarca y pide "reflexiones colectivas".

Martes, 21 de junio: Adiós respaldada por la cúpula.

La jornada de ayer fue frenética. La reunión de la ejecutiva de Compromís se presentaba como el escenario ideal para comunicar una decisión, aunque las primeras declaraciones de mandatarios de la coalición apuntaban a que la resistencia seguía. Oltra comunicó que se ausentaría de la cita para no influir en la decisión de su partido, pero ya con la dimisión aceptada, se presentó en la sede de la coalición para comparecer ante los medios y comunicar su salida. Una salida que finalmente es decisión de Oltra pero que ha sido incitada desde muchos puntos.