Todas las miradas están puestas en Andalucía, que celebrará elecciones en junio u octubre del año que viene. Así lo tiene decidido el presidente de la Junta, Juanma Moreno Bonilla, y la sensación pasa por que sea esa autonomía la que dé el pistoletazo de salida al próximo ciclo electoral. Sobre el papel debería ser así. Primero Andalucía, después las autonómicas y municipales en 2023 y, ya en 2024, las generales. Pero Castilla y León podría adelantarse a todo el plan

Alfonso Fernández Mañueco insiste en querría agotar la legislatura. Motivos no le faltan. El presidente castellanoleonés no es partidario de asumir riesgos innecesarios y promover citas electorales que no tocan si no pueden explicarse bien. Además, en el PP de Castilla y León no ven con buenos ojos descolgar las elecciones autonómicas de las municipales y que la papeleta del presidente regional no vaya de la mano de los alcaldes.

Sin embargo, la amenaza de una nueva moción de censura sigue sobrevolando la comunidad y a partir del 10 de marzo, cuando se cumple un año de la que el PSOE registró y fracasó, la oposición ya podría impulsar otra. Dicho de otra manera: Mañueco tendrá que decidir si convoca elecciones anticipadas antes de esa fecha o se arriesgará a que los socialistas puedan intentar arrebatarle la Junta.

Es cierto que los populares desconfían de que la oposición esté decidida a impulsarla. En el gobierno regional afirman que “es difícil que se atrevan”. Sobre todo, porque si lo hicieran e incluso prosperara un cambio en el ejecutivo autonómico sería sólo por unos cuantos meses. Los castellanoleoneses tendrían que volver a las urnas en mayo de 2023 con independencia del desenlace de la moción. Esto es, en menos de un año de que se constituyera un nuevo gobierno.

El artículo 21 del estatuto de autonomía deja bien claro que “el mandato de los procuradores en las Cortes termina cuatro años después de su elección o el día de la disolución de la Cámara”. Y tras una moción de censura lo único que cambia es el gobierno. La Mesa seguiría con mayoría de PP y Ciudadanos y los procuradores tampoco cambiarían. “Tendrían muy difícil impulsar iniciativas legislativas y quedaría patente que buscan el poder por el poder”, explican fuentes de la Junta.

Aún así, Mañueco tendrá que afrontar el reto con los pros y contras encima de la mesa. Primero, disipar las dudas que le genera la oposición. Y, en caso de plantearse el adelanto, estudiar el efecto que tendrá en las urnas. En este punto, las encuestas ahora mismo son muy favorables para el PP, en línea con los resultados que obtuvo Isabel Díaz Ayuso. Es cierto que quedan incógnitas por resolver, como la irrupción que podría tener un Vox más fortalecido y el partido de la España vaciada, que pretende presentarse también en las elecciones autonómicas. 

A diferencia del caso madrileño (la presidenta sabía que aunque adelantara elecciones tendría que volver a las urnas en dos años), ese mismo artículo del estatuto castellanoleónes establece que si Mañueco opta por elecciones anticipadas la siguiente convocatoria se produciría en cuatro años. El descuelgue del resto de autonomías y de los municipios sería ya inevitable en adelante. Y sea por temor a una moción de censura o por el interés de que los ciudadanos vayan a votar y le den una mayoría más consolidada, el presidente deberá tomar la decisión antes del 10 de marzo y antes de que el propio Moreno Bonilla decida si él convoca antes o después del verano.

Según la ley electoral de Castilla y León, las elecciones deberán transcurrir entre los 54 o 60 días posteriores al anuncio de elecciones. Por tanto, a pesar de que podrían celebrarse muy cerca de las andaluzas, lo previsible es que Mañueco tuviera que anunciarlo con más antelación que Moreno Bonilla.

Fernández Mañueco, Casado y Rajoy. David Fernández

Mañueco se deja ver por Madrid

En la Junta insisten en que el gobierno es robusto y que Mañueco tiene la convicción de que no hay excesivos riesgos. Todas las alarmas saltaron cuando una procuradora de Ciudadanos abandonó su grupo parlamentario, acabando con la mayoría absoluta de la que gozaba hasta entonces el presidente. Aunque no hubo ningún otro susto, el gobierno castellanoleonés dejó de contar con total estabilidad. Y esa es una sensación, apuntan fuentes cercanas al presidente, que tampoco ha podido olvidar.

A esto se suma la fortaleza y popularidad que en los últimos tiempos acumula el presidente, no sólo por lo que dicen los sondeos. Su presencia en Madrid y en los grandes actos es cada vez mayor. Esta semana sin ir más lejos acudió a una reunión en la Puerta del Sol con Ayuso. El encuentro, según ambas partes, se encuadró en la normalidad institucional de los dos gobiernos y la necesaria actualización de todos los convenios que comparten. Pero a nadie escapó la posibilidad de que comentaran la experiencia de Ayuso con el adelanto electoral.

Dos días después Mañueco reapareció en la capital para asistir a la presentación del libro de Mariano Rajoy. Fue el único barón de fuera de Madrid que acudió a la cita, despertando muchos elogios y palabras de amistad del expresidente del Gobierno.