“Un trozo de pan y una lata de sardinas”una peseta con sesenta y cinco céntimos. Ese era el gasto diario de manutención de cada recluido en los cuatro “campos de concentración de prisioneros” que la dictadura franquista instaló en Zamora capital y en Toro en abril del 1939, al término de la Guerra Civil, en “el año de la Victoria” como reza en la fecha del registro que figura en el primero de ellos. El Gobierno de Franco destinaba 151.592 pesetas a atender las necesidades de esos presos, hacinados, en unas condiciones higiénico-sanitarias y de vida deplorables.

El documento citado deja constancia de que el recinto de la capital llegó a tener 3.307 “altas”, aunque cierra el 30 de abril de 1939 con 2.287, según el trabajo de investigación del historiador Eduardo Martín, integrante del Foro por la Memoria de Zamora, elaborado con la también historiadora Inma Cuesta.

En el mismo periodo, las fuerzas franquistas destinan a 1.792 presos a los tres recintos de Toro que albergan el campo de concentración: los hospitales de la Cruz y de Convalecencia, y el asilo de la marquesa de Valparaíso. Todos bajo el mando como jefe de Carmelo Martín, capitán del Regimiento Toledo, concreta Martín.

Gran parte de los internos de los campos de concentración de Zamora y Toro eran catalanes, los zamoranos se dispersaron por otros del país

Mientras que los zamoranos republicanos apresados acababan diseminados por este tipo de instalaciones que el régimen crea por toda España, a la provincia zamorana llegaban “mayoritariamente de Cataluña” y “no había ningún zamorano”, de acuerdo con los datos contrastados por Martín y Cuesta.

Hospital de la Cruz de Toro, donde se ubicó uno de los tres campos de concentración. María Jesús Cachazo

Entre los apresados, “hay unidades enteras del Ejército republicano, sobre cuyo destino hay que decidir”. La “clasificación de prisioneros” se realiza en estos campos, con tres opciones para el reo: “fusilamiento, prisión o el destino a campos de estancia más prolongada; la libertad o volver a realizar el servicio militar” ya bajo el mando del Ejército de la dictadura franquista. Antes de tomar una decisión, “el teniente de la Guardia Civil José Grande Cano, el responsable del servicio de investigación del campo de Zamora, se encarga de interrogar a los prisioneros y estudia sus antecedentes”. El futuro del reo se decidía en base a los informes de conducta que se solicitaban a los lugares de origen de cada apresado, elaborados con los datos facilitados por la propia Benemérita; con los del sacerdote, persona muy influyente en el régimen franquista, y con del propio alcalde del municipio.

Se desconoce el tiempo de estancia media que los represaliados franquistas permanecían en esos recintos de la provincia, de “deshumanización”, como los describe el escritor y periodista Carlos Hernández de Miguel en el trabajo de investigación que identificó 296 en toda España. Como “se desconoce cómo eran por dentro en Zamora, aunque los de Toro existen todavía”, apunta Eduardo Martín. “Tampoco está acreditado qué ocurrió dentro”, agrega el historiador zamorano.

Lo que sí se sabe, apostilla Eduardo Martín, es que “la disciplina interna era rígida y que algún uno que terminó fusilado en un campo de concentración de fuera de la provincia bajo la acusación de no seguir esas normas”. De otro recluido en Burgos “que trató de fugarse y terminó fusilado” y de “un chico de Villalube que en Jaén fue movilizado por el bando de Franco y se pasó al republicano”, su destino fue también el paredón. El mismo final que había tenido su padre en 1936 en el pequeño pueblo de Zamora”, detalla el integrante del Foro por la Memoria de Zamora.

Asilo de la marquesa de Valparaíso en Toro. MARÍA JESÚS CACHAZO

Pero “la mayoría terminaba en prisión por delitos militares”, argumento para impartir condenas que se mantuvo hasta medidos de los años cuarenta del siglo pasado. A partir de ese periodo, se comienza a excarcelar, no porque la dictadura hubiera bajado el nivel de represión y abandonado esa obsesión por limpiar ideológicamente al país de "rojos", sino “porque los centros penitenciarios estaban tan saturados que no podían mantenerlos”. Una libertad ficticia, puesto que “vivían como si siguieran presos: tenían que comparecer en el cuartel de la Guardia Civil, sin libertad de movimientos y muchos pendientes de informes de actividad”.

La mayoría de los presos terminaba en prisión por delitos militares

Sometidos a las juntas de libertad vigilada, precisaban de un salvoconducto que emitía la Benemérita para poder moverse fuera del lugar de residencia y justificar esos desplazamientos. Incumplir esos requisitos suponía terminar en presidio, como aquel “comerciante de Toro que tenía que ir a comprar género en Cañizo y acabó condenado a permanecer un año en un campo de concentración de Asturias”.

El fondo documental más completo sobre estos recintos de exterminio se halla en el Tribunal de Cuentas“lo que llamamos la banalización del mal”, explica el historiador zamorano, puesto que se trata de un trabajo aséptico elaborado por funcionarios que cumplen órdenes. Sin embargo, tampoco son datos pormenorizados, ni siquiera de los gastos de alimentación de estos campos de concentración zamoranos. Aunque se cree que “debió haber un fondo muy rico” sobre los pormenores del funcionamiento de estos recintos de represión, parece ser que “se expolió o que está oculto”.

El mes de abril de 1939 es el que ofrece más datos, incluso los responsables de registrar los movimientos dejan reflejan por escrito a dónde van los reclusos dados de baja por diferentes motivos: "porque se les fusila, porque se les condenada a cárcel, porque a algunos se les interna en psiquiátricos; y otros, porque se mueren”.

En el campo de concentración de Zamora se da muerte a tres internos; y fallecen otras tres personas en ese tiempo. De modo que, en abril de 1939, se producen 1.020 bajas792 son puestos en libertad con vigilancia y se van a sus lugares de origen; otros 153 parten como reclutas; y 52 acaban en el hospital por estar heridos o enfermos.

"Debió de haber un fondo muy rico sobre la actividad de los campos, pero o se expolió o puede que esté oculto"

Eduardo Martín - Historiador e integrante de Foro para la Memoria de Zamora

Mientras, en Toro en ese mismo mes se localiza una muerte, se registran 608 bajas, de las que 242 van a la caja de reclutamiento para repetir la mili, donde el adoctrinamiento en el ideario de la dictadura franquista está más que presente. Se trata, esencialmente, de los soldados que fueron reclutados con 17 o 18 años, la llamada “Quinta del biberón”. En ese grupo, registrado en el campo de Zamora, estaba Miguel Gila, que sería un popularísimo humorista de la tierra, quien había estado en bando republicano durante la Guerra Civil y tuvo que hacer la mili en el Regimiento Zamora, según él mismo contó.

"Todavía no se ha podido ver el sumario del Consejo de Guerra, que está en el Gobierno Militar Intermedio de A Coruña"

Eduardo Martín - Historiador e integrante del Foro para la Memoria de Zamora

Otros quince hombres partieron al campo de Miranda de Ebro, más permanente en el tiempo (de 1941 a 1947) y uno de los más duros del país, donde terminaron muchos zamoranos y toresanos, así como en el de Aranda de Duero. Muchos internos en Zamora y Toro salen para el Consejo de Guerra”, comparecen ante tribunales militares, “pero se desconoce qué pasó con ellos”, agrega Martín. “Todavía no se ha podido ver el sumario de ese organismo, que está en el Gobierno Militar Intermedio de La Coruña”, a pesar de que “se nos ha denegado dos veces el acceso”.

Del campo de Zamora se condenó a muerte a dos combatientes republicanos extremeños, Pedro García Rodríguez Nicolás Velar de Peña; y a otro de ToledoBenjamín Gonzalo Marotofusilados en la tapia del cementerio de San Atilano, al pie de un talud de tierra, el 12 de julio de 1940 y enterrados en una sepultura, “las había compartidas para enterrarlos con cal viva de uno en uno”, explica Martín.

"En el cementerio de San Atilano, había compartidas para enterrar con cal viva de uno en uno a lo presos del franquismo"

Eduardo Martín - Historiador e integrante del Foro para La Memoria de Zamora

La mano de hierro de la dictadura franquista utilizó todas las infraestructuras posibles para encarcelar a sus oponentes en esa cruzada de exterminio físico e ideológico que citan los historiadores. En el edificio de la actual Subdelegación del Gobierno, de varias plantas, en 1936 ya había 1.400 presos, no solo de Zamora; y entre ese año y 1940más de 800 fueron fusilados, solo entorno al centenar con juicio; “el resto, sin juicio o con él, fueron condenados a prisión”. En Toro, en el Alcázar, la prisión, hubo más de 200 presos en 1936; mientras que en Bermillo de Sayago, no se conserva el registro de apresados, pero sí se conoce que más de 30 ciudadanos pasaron por los fusiles nacionales en el cementerio de la localidad.