Lorena es enfermera en el Hospital Virgen de la Victoria de Málaga, un centro en el que, en cuestión de semana y media, ya se triplican los ingresos de pacientes con Covid-19. Este centro ha sido de los primeros en establecer las restructuraciones iniciales de sus plantas, con vistas a un incremento aún mayor de las hospitalizaciones en los próximos días.

Desde marzo de 2020, esta sanitaria continúa trabajando en una de las cuatro plantas que el hospital tiene dedicadas a la atención de los infectados por el virus, que ya superan el centenar. Tras diez meses pandémicos, sus palabras destilan agotamiento, hartazgo e impotencia a partes iguales: «La verdad es que cansa, cansa que la gente sea tan irresponsable».

De la primera ola cuenta que lo que martilleaba su día a día era la total «incertidumbre» con la que acudían al trabajo, las grandes dosis de estrés que tuvieron que afrontar y la gravedad de los pacientes, que padecían una infección respiratoria nunca antes estudiada ni tratada.

De la segunda ola, que arrancó antes de lo previsto, recuerda unos cuadros clínicos menos comprometidos pero una rutina igual de demoledora: «Eso no quita que el trabajo, que te tienes que vestir con el EPI, que tienes que estar horas dentro de las habitaciones... Yo no he desconectado, no he dejado de tener pacientes con Covid».

En esta tercera ola, con los contagios en alza, vuelven los ingresos complicados: «Los pacientes vienen otra vez muy malos y en seguida hay que llevarlos a la UCI», lamenta Lorena. Y entre esas hospitalizaciones, familias:

«Estamos teniendo de todo, hay gente joven, hay gente mayor... pero está claro que son las reuniones sociales porque tenemos muchas familias». Tal es así que en una misma habitación están coincidiendo varios miembros.

«Tenemos en muchas habitaciones al padre y a la hija, que si el cuñado está allí, mi hermano está aquí... entonces está clarísimo que todos los pacientes que hemos tenido aquí ingresados ha sido por las reuniones familiares», relata esta sanitaria, para la que no cabe duda que el desencadenante de esta tercera ola se esconde tras las fiestas, a las que le quedan muchos contagios y pacientes por exportar a los partes diarios de la Consejería de Salud. En la última semana, casi 200 personas han ingresado en algún hospital de la provincia.

«Yo creo que vamos por Nochebuena, todavía nos queda el 31 de diciembre y el 6 de enero. Nos quedan pacientes para rato», ironiza esta enfermera, que no esconde su indignación por las estampas de las fiestas navideñas, con calles repletas, tiendas abarrotadas y reiteradas imágenes en redes sociales sobre las reuniones entre amigos y familias. «A mí me enfadan mucho».

«Yo no me he reunido con mis padres porque son de riesgo, llevo meses sin verlos, a base de videollamadas, porque me da muchísimo miedo, trabajando donde trabajo, mis hijas van al colegio y siempre puede haber algún caso», exclama Lorena.

«Yo veo que sí respeto las normas por lo que yo estoy viviendo, he visto a mucha gente fallecer, he visto a muchos abuelos irse y a mucha gente joven que también ha muerto... veo a mis hijas, les digo que no, no puedes ir a los cumpleaños, lo siento pero no, y ves que siguen haciendo fiestas de cumpleaños, reuniones sociales... encima suben las fotos con toda la familia allí reunida».

A ojos de esta sanitaria malagueña, la irresponsabilidad es manifiesta en demasiadas ocasiones, después de tanto esfuerzo. «Le estás diciendo que si mascarilla, higiene, que no te reúnas con personas de riesgo y ves que no hacen caso... Gente que ves aquí con la PCR positiva y te lo encuentras en el Mercadona comprando... ya llevamos muchos meses, la gente no está concienciada».