"Estaba convencida de que me mataba. Me tuvo diez horas seguidas maniatada y desnuda tumbada en el suelo dándome golpes con lo que tenía por ahí. Cuando me sacó de allí y me dijo que íbamos a la fosa séptica supe que ya no saldría. Aún no sé ni como escapé y menos mal que una vecina me ayudó". Quien habla es Paula, nombre ficticio, que está a la espera de que salga el juicio contra su ex pareja el mes de diciembre. Paula es una de las miles de mujeres a las que Cruz Roja ayuda a salir del pozo de la violencia de género. Ha reunido fuerzas para contar su historia aunque admite que todavía no ha procesado del todo lo ocurrido. Junto a ella hay víctimas de todas las edades y circunstancias. Como María, de 72 años, y que soportó los malos tratos de su marido durante cuatro décadas hasta que éste murió. Ambas quieren contar su vivencia para ayudar a otras mujeres a "abrir los ojos" y salir de las relaciones que sólo les hacen daño.

En la provincia, el Observatorio Estatal de Violencia contra la Mujer tiene contabilizadas hasta septiembre 4.038 casos activos del malos tratos. De ellos, 1.147 tienen asignado el teléfono Atenpro, con el que pueden avisar de cualquier situación de amenaza y que a muchas les facilita Cruz Roja. Este sistema les da seguridad porque con sólo pulsar un botón pueden hablar con una centralita, se las puede localizar por GPS y el teléfono no se cuelga aunque el agresor lo intente.

Ninguna de nuestras dos protagonistas ha tenido una vida fácil, pero desde Cruz Roja apuntan que atienden "a mujeres en situaciones muy distintas, unas tienen estudios e ingresos elevados, otras no, las hay con más de 70 años y con 18, con y sin apoyo familiar". La casuística es muy variada porque el problema de la violencia machista es complejo y tiene decenas de aristas.

En el caso de Paula, conocía a su presunto agresor de toda la vida. De hecho sabía que tenía órdenes de alejamiento de la madre de su hijo, pero siempre pensó que era "una buena persona, un amigo que siempre te ayudaba y te defendía", pero cuando dio un paso más en su relación vio su cara "manipuladora y violenta". En estos momentos está en la cárcel a la espera del juicio, pero Paula sigue sin estar tranquila. Su situación es complicada porque tiene dos hijos de una relación anterior que viven con una familia de acogida, a los que visita una vez a la semana, y tiene miedo de que su ex vaya a por ellos para hacerle daño a ella cuando salga de prisión. Por eso tampoco quiere abandonar Alicante, donde vive, aunque se lo hayan ofrecido. "Ahora empiezo a ver que puedo salir adelante porque he vuelto a trabajar y quiero valerme por mi misma", explica, tras narrar que como durante el confinamiento se quedó sin empleo y no podía pagar el alquiler decidió irse a vivir con su pareja. No llegó a mudarse del todo pero fue en casa de él "donde ocurrió todo" tras "algún episodio por el que yo ya sabía que la cosa no iba a ir bien, pero ¿qué hacía? ¿a dónde iba?", se pregunta.

"Me hizo más daño todo lo que me decía que los golpes. Fue una situación muy extraña, en ese momento no lo veía como a la persona que conocía sino como a un loco cualquiera que me quería matar, pero he entendido que no se puede vivir con miedo", señala.

Lo primero que dice María, de 72 años, es que solo pide "volver a nacer". "O que no me vuelva a ocurrir lo mismo, no caer en manos de un hombre tan machista y maltratador", asegura. Pero esa ha sido su vida, cuatro décadas soportando golpes, insultos y renuncias. No se separó porque nadie la apoyaba, ni siquiera su familia. "Mi hermana siempre pensaba que él era muy bueno y no me creía. En esa época una mujer separada estaba mal vista y yo tenía tres hijas, así que aguanté", cuenta. Libre desde hace años, su marido murió en 2009, quiere contar lo que le ocurrió para evitar que otras aguanten tanto y den el paso "ahora que pueden y que las cosas han cambiado, ahora que se escucha a la mujer", dice. Aún así, afirma que perdona lo que le hizo a ella, pero no a sius hijas: "Aaunque nunca les puso la mano encima, eso no se lo perdonaré nunca. No fue un buen padre, nunca miró por ellas".

"Ha sido un calvario. Cada vez que me veía hablar con alguien por la calle o simplemente coincidía al mismo nivel andando y él me veía ya la teníamos porque me empezaba a decir que seguro que me había acostado con ellos. Y todas las mujeres eran malas, no quería que me juntara con ninguna, así que al final me quedé sin amigas", recuerda.