La prueba se vislumbraba sencilla, sin apenas viento en contra, sin apenas riesgos a la vista. Se había tomado la decisión en el Gobierno, no sin debate previo, de que había que salir a la carga contra Vox, entrar en el cuerpo a cuerpo con Santiago Abascal, "desmontar" el escaparate de "propaganda" ultraderechista en que quería convertir el Congreso durante su defensa de la moción de censura Pedro Sánchez había preparado con su equipo una sesión que en la Moncloa consideraban importante, que se tomaban muy en serio. Pero, al final, cundió una sensación de asombro. El examen de este miércoles en la Cámara baja no revistió complejidades porque el presidente se encontró con un candidato hiperbólico, "un bluf parlamentario", "malísimo" como orador, un dirigente que tiró de sus 'greatest hits' extremistas y poco más, tal y como analizaban, satisfechos, diputados y ministros tras una sesión larga, eterna, pero sorprendentemente menos circense de lo esperado.

Sánchez aguardó primero sentado en su escaño, escuchando las peroratas del parlamentario Ignacio Garriga y del propio Abascal. Estrategia deliberada para que se sintieran indigestos y hasta soporíferos los puñetazos de Vox. Había dado orden a los suyos para responder a los ataques con escrupuloso silencio, y la bancada socialista (y la de Unidas Podemos) obedeció. "No vamos a entrar en ninguna de sus provocaciones a lo largo de la moción de censura", prometió en cuanto subió a la tribuna de oradores. Después, centró su réplica y su dúplica —de algo más de una hora cada una— sobre dos ejes: el combate ideológico de la ultraderecha, la oposición de su proyecto y gestión frente a la "España tenebrosa" que "ama" y quiere Vox, y la petición a Pablo Casado para que rompa con la ultraderecha, para que "interrumpa" su deriva y vote no a la moción.

Pero el presidente quiso bajar al cuerpo a cuerpo con Abascal poco a poco. Hasta parecía en el arranque que desdeñaba la confrontación para centrarse en la defensa de su gestión en el Ejecutivo, especialmente en la lucha contra la pandemia, el "virus chino" con el que machacaban incesantemente Garriga y Abascal. Sí cuestionó primero los propósitos de la moción: la búsqueda de un "plató" privilegiado para "sembrar discordia y odio entre los españoles", provocar la "confrontación" y "distraer las energías" que deberían volcarse en el covid, el intento de lanzar una "opa hostil" a Casado.

Abascal, en suma, "no va más allá del insulto y la descalificación". Sin "propuesta". "Bueno, una, cómo tenemos que ir vestidos. Luego dirá que no es fascismo, que es estilismo", ironizó el líder socialista, respondiendo a la filípica que el jefe de Vox había lanzado a sus señorías por no vestir con lo que él entiende como decoro. Porque lo que la formación ultraconservadora "aborrece y niega" es la "España diversa", "solidaria, tolerante, progresista y europeísta" de hoy y que defiende el Ejecutivo de coalición.

"Heredero de la ultraderecha"

Sánchez se afanó en recordar las principales medidas adoptadas por el Gobierno en estos primeros meses y para remarcar que quedan retos por delante, para los que reclama "unidad". Y se detuvo en la defensa de Europa, del Estado autonómico, la transición ecológica y digital, el combate contra la violencia de género, el diálogo territorial, la cohesión social, el ingreso mínimo vital y hasta la victoria de la democracia sobre ETA. Lo que Abascal ofrece, contrapuso, es el "camino del odio", empaquetado este miércoles en un "acto de propaganda de furia y choque".

A partir de entonces, el presidente se dedicó a intentar tumbar las proclamas ultraderechistas, las propuestas "marcianas" de Abascal y la sarta de exabruptos que había proferido en la tribuna. "No es palabrería, advierten. El Gobierno es ilegítimo. El Gobierno es criminal. Los hombres ya no son hombres, están sometidos a las mujeres, los bárbaros nos invaden y la nación está a punto de desmembrarse —se burló—. Y para colmo, un virus chino". Abascal le había pintado como un "mentiroso sin escrúpulos capaz de hacer cualquier cosa" y el líder del "peor Gobierno en 80 años de historia".

No era la primera vez que el líder ultra hacía esa referencia temporal de "80 años". O sea, que el Ejecutivo de Sánchez es peor que 40 años de dictadura. "peor que el Gobierno que se inclinó ante Hitler", "peor que el Gobierno que persiguió, encarceló y ejecutó a miles de españoles tras la Guerra Civil", "peor que el Gobierno que proscribió la libertad de expresión, la libertad de prensa, que persiguió, ejecutó y encarceló a sindicalistas", peor que el que persiguió a homosexuales y trató a las mujeres como "menores", "peor que el régimen más corrupto de la historia". Todo ello para recalcar el ADN de Vox como partido "heredero de la ultraderecha" de entonces, la del franquismo.

El líder del Ejecutivo insistió en que Vox no tiene "soluciones" a los problemas reales, pero tampoco capacidad de gestión. Y entonces recordó a Abascal que, cuando Esperanza Aguirre lideraba la Comunidad de Madrid, él dirigió lo que después llamó "chiringuito", la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, que no logró ni un solo ingreso durante su mandato, por el que cobró 82.000 euros al año. Pero Abascal, añadió, ni siquiera tiene "ideales", porque habla de "patria" sin parar y realmente "odia España tal y como es".

Solo "ama la España tenebrosa de Torquemada", le soltó. Como tampoco defiende la "libertad", porque lo que busca es la "opresión" de los que no piensan como Vox, remató. Sánchez no paraba de repetir que la ultraderecha defiende un proyecto divisivo, que persigue el "enfrentamiento" cuando es momento de la "unidad". "Son lo contrario al espíritu constitucional", "les molestan los avances que a los demás les alegra", como la derrota de ETA hace nueve años.

El "triunfo" de la foto de Colón

El presidente recurrió tanto en su réplica como en la dúplica, y con toda la intención del mundo, al papa Francisco. De él citó su última encíclica, 'Fratelli tutti', para advertir la conexión de las palabras del Pontífice, al que verá el próximo sábado en el Vaticano, con su proyecto. Porque Jorge Bergoglio, apuntó, clama contra los nacionalismos agresivos, pide que los ricos contribuyan más, reclama acoger a los inmigrantes e implora la integración y alerta de los efectos del neoliberalismo. "Desprecia la figura de Francisco. ¿Se ha dado cuenta de eso?", ironizó.

Sánchez reconoció a Abascal un "gran triunfo político". La foto de Colón, aquella concentración de febrero del 2019 en la plaza madrileña que sumó a su partido, al PP y a Ciudadanos. Esa imagen le sirvió para subraya que Vox no supone un "peligro por la fuerza de sus votos", porque nunca será una formación mayoritaria, pero sí lo es porque "contagia sus ideas a la derecha tradicional", al PP. "Ese es el corredor que han abierto, imponiendo su estrategia de odio, insultos y provocaciones, arrastrando" a su paso a los populares.

Fue entonces cuando el presidente se dirigió a Casado. Llevaba la intervención muy medida. En lugar de atacarle con dureza, prefirió situarle frente al espejo, prevenirle y exigirle que rechace la moción de censura. El PP, le espetó, "no es el beneficiario, sino el blanco" de la iniciativa. "De usted depende que el autoritarismo, la furia y la intolerancia prevalezcan en la derecha, no se deje arrastrar", "no regale" a Abascal un "éxito" que se volverá contra todos, y sobre todo contra él mismo. "Interrumpa esa deriva que se inició en el momento en que la ultraderecha infiltró sus ideas en el cerebro del PP", "corte" su relación con ella, le apremió. Casado se removía en su escaño incómodo, sabiéndose el foco de una moción disparada más contra él que contra Sánchez.

El líder socialista avisó a Casado de que Vox le engullirá si no le pone freno, nunca tendrá "suficiente", le pondrá una "prueba más alta". "Creerán apaciguarlos pero siempre van a pedir más, y cuanto más cedan más les van a despreciar y más les van a llamar derechita cobarde", añadió. Por eso, "no basta con abstenerse". Era el mismo llamamiento que había hecho el número tres del PSOE, José Luis Ábalos, el pasado lunes.

En la dúplica, Sánchez caminó sobre sus pasos con un mensaje deliberadamente conciliador hacia el PP. Le remarcó que aunque le separen "muchas diferencias", los dos grandes partidos pueden "llegar a acuerdos". "Yo le veo como adversario, no como enemigo. Si así lo cree, vote no a la moción". Si rechaza la iniciativa, "encontrará en el otro lado a una mayoría de escaños". "Cruce ese puente, y si lo hace creo que podremos reencontrarnos y contribuir al necesario entendimiento que nos pide la sociedad", señaló Sánchez, para incidir en que España necesita una derecha, "tan conservadora como quiera", pero "comprometida con la Constitución y con el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas".

Entre líneas, se podía leer el nuevo ofrecimiento al PP para que pacte la renovación de los órganos pendientes, entre ellos el Consejo General del Poder Judicial. Pero también le reconvino por haber "difamado" y "perjudicado al país" en las instituciones europeas, y ese "no es el camino" para ser el jefe del Ejecutivo ni para liderar la oposición.

"Ha querido utilizar la Constitución para un acto de propaganda, furia, odio y choque", concluyó Sánchez, dirigiéndose a Abascal. Pero Vox "comete un grave error". "No han calculado la fuerza de la Constitución y de la democracia", le dijo, advirtiéndole de que la votación de este jueves demostrará cómo la inmensa mayoría del Congreso rechaza la "propuesta de odio" de la ultraderecha. "Hoy no convencerá, como tampoco vencerá", apuntó, para también invitar a los portavoces a que no se dejen "arrastrar por la provocación" de los extremistas, porque eso es lo que quieren ellos. Y no lo fue. En absoluto.

"Todo lo que dice es mentira", le espetó Abascal al presidente en su primer turno de réplica, acusándole de hacer una "caricatura brutal de Vox" para justificar su alianza con Pablo Iglesias y su diálogo con los partidos independentistas. Además, el líder ultra rechazó no querer a España, como le dijo Sánchez, y admitió que la quiere "de una manera diferente" a la de los socialistas. Abascal subrayó que sí había presentado propuestas, pero lo que ocurre es que el PSOE "odia todo lo que desafía a la dictadura progre", informa Miguel Ángel Rodríguez. Pero el jefe de Vox apenas se molestó en contrarreplicar a Sánchez. Fue breve, reiterativo, igual de tedioso que en su primer turno.

Sánchez no se sintió compelido a cambiar su guion en la dúplica. Se dedicó a desmontar las razones esgrimidas por Vox para razonar la moción de censura. Y se enzarzó con él a cuenta del terrorismo, reprochándole que ni siquiera secundara, en 2002, cuando era líder de Nuevas Generaciones del PP, la manifestación de rechazo al atentado que sufrió el dirigente socialista Eduardo Madina. "Ya utilizaba el terrorismo como indigna arma política. Es un depredador sin valores y sin ningún tipo de escrúpulos", le reprochó.

Tras el debate, ministros y diputados respiraban aliviados por la intervención del jefe, por haber hallado "el punto exacto, en tono y contenido", por haber confirmado su impresión de que la moción amalgamará la mayoría de la investidura. Pero también expresaban cierta amargura por la "pérdida de tiempo", por el festival ultra que emborrachó la Cámara. Y con "asombro" por el "pésimo nivel" exhibido por Vox. Pero la prueba, al menos, estaba superada para el Gobierno. El papelón, decían, seguía siendo para Casado.

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