Junts per Catalunya y Esquerra mantienen, por el momento, el 'fair play'. El motivo, el pegamento, de esta excepcional paz preelectoral es el adiós de Quim Torra. Este miércoles, ambos partidos han cerrado filas en torno a una situación excepcional: un Govern ratificando por decreto que, lejos de desobediencias o rupturas con la legalidad estatal -como siguió reclamando Torra en una soflama en el Parlament-, constata que el nuevo "'president' sustituto" es Pere Aragonès y que sigue gobernando en funciones hasta las elecciones de febrero. "Se ha acatado de forma humillante", denunció el otro socio independentista, la CUP.

El martes, JxCat concluyó que, ante la insólita decisión del Gobierno central de no publicar el cese de Torra en el Boletín Oficial del Estado (BOE), se debía parar el reloj para no hacer el juego a la Moncloa y, por tanto, no aprobar el nombramiento del nuevo "presidente sustituto". Pero, finalmente, se acordó seguir con los trámites porque, de lo contrario, no podría haber un Ejecutivo que siguiera tomando decisiones. Eso sí, se deja abierta la puerta a dar marcha atrás si el Tribunal Constitucional suspendiera la ejecución de la sentencia, tal como ha pedido la defensa de Torra.Jornada de simbolismo

Así las cosas, ayer fue otro día de simbolismo. La silla de Torra se mantuvo vacía en el Palau de la Generalitat, y la portavoz y titular de Presidència, Meritxell Budó, proclamó: "No hay cambio de 'president'". Horas después, en el Parlament, Aragonès mostró sin aristas su apoyo a Torra en un breve discurso: "Tras la inhabilitación, no hay 'president' hasta que este Parlament escoja un 'president', que es como se escogen los 'presidents'. No normalizaremos la situación". Budó también evitó los encontronazos con ERC y, por ejemplo, dejó en manos del nuevo grupo de coordinación JxCat-ERC la decisión sobre si acudir o no a una eventual convocatoria de la mesa de diálogo con el Gobierno central.

Ayer era día, pues, todavía de cierre de filas y de apoyo a un Torra que se despidió en un pleno del Parlament en el que intervino como invitado, pese a la posición contraria de Ciutadans y el PSC. Un pleno descafeinado, por la falta de diputados por la pandemia y por la ausencia de los representantes socialistas, que sirvió para que el ya 'expresident' enarbolara otra arenga más propia de su activismo que de su reciente papel presidencial. Sin contenidos novedosos, que no alteraron el semblante de ERC. Denunció un "golpe de Estado" contra las instituciones de Catalunya, comparó la democracia española con la turca, y proclamó "¡vergüenza!" contra quienes persiguieron su inhabilitación por desobedecer la orden de la Junta Electoral Central para que retirara una pancarta en favor de los presos independentistas.

Torra se marchó del Parlament entre aplausos de los diputados de JxCat y ERC, juntos, y gritos de "independencia", tras un discurso sin autocrítica y dirigido solo al independentismo, en el que reclamó de nuevo que las elecciones sean un "nuevo plebiscito entre república catalana y Monarquía española".

ERC también cerró filas y vertió duras críticas al PSOE. Los republicanos Anna Caula y Sergi Sabrià calificaron de "esperpéntica" y "vergonzosa" la sentencia del Supremo. Caula volvió al mismo término, "vergüenza", para definir cómo el Gobierno de PSOE-Podemos "se ha escondido" tras la inhabilitación. La renuncia de Pedro Sánchez a firnar el cese y no publicar, así, la salida de Torra del Govern en el BOE fue esgrimida por Caula como la prueba de esa puesta de perfil por parte del Ejecutivo.

JxCat y Esquerra culminaron el día de paz temporal con una resolución conjunta en defensa de Torra y contra la sentencia "no legítima" del Supremo, pero sin tintes de desobediencia. Una paz a la que no se sumó la CUP, que afeó al Govern que haya tenido prisa en sustituir a Torra como un mero trámite burocrático sin desobedecer. Los 'cupaires', en clave electoral como todos los grupos en el debate, propusieron el enésimo acuerdo "por la autodeterminación, las libertades y los derechos civiles y sociales".