Sucesor al frente del Partido Comunista (PCE) de otro dirigente histórico fallecido hace tan solo unos meses, Julio Anguita, Francisco Frutos era un líder adusto y severo que se mantuvo alejado de la poderosa y barroca oratoria del exalcalde cordobés, siempre amigo del mensaje claro y directo.

De fina ironía y buena conversación, Francisco Frutos Gras (Calella, 1939) fue secretario general del PCE entre 1998 y 2009 y candidato de Izquierda Unida a la presidencia del Gobierno en el año 2000.

Ese año, tras un mal resultado electoral de su partido tras un pacto con el PSOE, perdió frente a Gaspar Llamazares en la pugna interna por ser coordinador general de IU, su última gran apuesta personal tras casi 40 años de carrera política.

Tras haber relevado por dos veces a Julio Anguita en el liderazgo del PCE y en el cartel electoral de Izquierda Unida, Frutos optó sin éxito al liderazgo de la coalición aún a costa de su amistad con Anguita.

Años después, en 2008, dio su último gran paso atrás en la política al anunciar que no se presentaría a la reelección como secretario general del PCE en el congreso de 2009.

Ocurrió tras muchas décadas de militancia en la izquierda y alguna visita a la cárcel durante el franquismo que marcaron la historia de un catalán de Calella de la Costa y aficionado del Barça, duro en el gesto y en las convicciones, hijo de campesinos, autodidacta, sindicalista y comunista de la vieja escuela en la antesala del siglo XXI.

Nacido a finales de la Guerra Civil, trabajó en el campo hasta los 25 años, para después encadenar una sucesión de empleos como obrero siderúrgico, estampador textil, agente de ventas y auxiliar de laboratorio. Frutos pasó toda su vida política trabajando en la sombra de los diferentes líderes del comunismo español.

Así, entre la clandestinidad y la Modelo de Barcelona, en 1964 organizó CCOO en la comarca de Blanes, un año después de su ingreso en el PSUC, partido en el que alcanzaría la secretaría general en los primeros ochenta.

Pisó Madrid de la mano de Gerardo Iglesias y desde entonces ocupó diferentes cargos en la dirección del PCE, hasta que en 1998 fue elegido por unanimidad secretario general del partido sucediendo a Julio Anguita, de quien fue amigo y principal valedor tanto en esta formación como en IU.

En la I Asamblea de IU celebrada en 1989, Frutos fue elegido miembro de la presidencia colegiada, sustituta de la anterior presidencia única que ocupaba Iglesias, y en 1992, durante el III cónclave de la coalición, consiguió entrar por primera vez en el Consejo Político Federal en el que se ha mantenido hasta ahora.

Diputado en el Congreso de los Diputados desde 1993, dio el salto definitivo a las portadas de los periódicos cuando una dolencia cardíaca de Anguita hizo que Frutos, a petición del coordinador general, le sucediera en una carrera electoral marcada por el pacto con el PSOE y la pérdida de más de 1,4 millones de votantes.

Al igual que entonces -"espero que no me obliguen a presentarme"-, tampoco en el año 2000 parecía dispuesto a entrar en la carrera por la sucesión de Anguita, pero justificó esta última apuesta por "las múltiples peticiones" de los militantes comunistas que le empujaron el 6 de septiembre a presentar su candidatura.

En 2017, Frutos volvió a tener presencia en los medios de comunicación al participar de forma activa en una manifestación convocada en favor de la unidad de España por Sociedad Civil Catalana.

Entonces, opinó en un aplaudido discurso que los nacionalismos "destrozan el mundo" y, hablando "en nombre de la izquierda no nacionalista", se preguntó por qué no había ido a la marcha "la izquierda que le baila el agua a los nacionalistas".

Padre de dos hijos, Frutos presumía de su capacidad para reconocer sus propios errores y defendía la integración de todos los candidatos y sectores en el proyecto de futuro de IU.

Deja dos libros -"El comunismo contado con sencillez", publicado en 2003 y el primer tomo de su crónica "Diez años de mirada política (2009-2018)" y los suyos cuentan que en su última década de vida fue muy crítico con la su formación de toda la vida en su llamada a organizar una gran alternativa marxista para responder a las necesidades "populares" de los tiempos actuales.