"La consigna 'quédate en casa' también es para los que no tienen casa", explica de forma elocuente una portavoz del Ayuntamiento de Madrid, mientras en el principal recinto ferial de la ciudad, Ifema, los camiones del Ejército entran y salen llevando material.

El gigantesco pabellón 14 de la feria no mostrará ahora, como en tiempos más felices, cuadros, antigüedades o material deportivo. No son los tiempos. Ahora su construcción de dos plantas servirá como alojamiento para los refugiados y los indigentes asintomáticos de la ciudad. El Ayuntamiento de Madrid no quiere que estén a la intemperie, y menos incumpliendo la norma general de confinamiento. Este jueves a primera hora empezarán a llegar.

Durante la mañana de este miércoles, técnicos de la Unidad Militar de Emergencias y de la Cruz Roja se afanaban en montar duchas y WC, y han desplegado 150 camas en el interior del pabellón. Las han separado entre sí por más de metro y medio de distancia, y alineado en castrenses hileras. La previsión es que se puedan colocar hasta 600. La palabra 'cama' es en este caso una generalización: se trata de camillas o camastros espartanos, sin colchón, los que usan los militares en campaña.

Y de campaña es también una gran tienda, de 20 metros cuadrados, que el Ejército ha colocado cerca de la entrada del pabellón. Su destino es servir de centro de recepción... y de triaje si quien llega no está sano, o si adviene el caso de que lo que nace como albergue ha de crecer como hospital, o si quien llega no está sano.

Techo bajo

El Ayuntamiento ha elegido el pabellón 14 porque es el único que tiene dos plantas, y por tanto el techo más bajo y el espacio menos desangelado, "dando una sensación de mejor cobijo", explica la fuente municipal.

Los confinados no estarán allí como presos. No podrán salir, pero el SAMUR Social, que dirige la operación de montaje de este albergue de emergencia, ha determinado que haya en el recinto un "espacio de participación" en el que las oenegés que trabajan con el colectivo de los sintecho pueda organizar actividades con los refugiados. Así lo ha explicado Darío Pérez, responsable del SAMUR social.

Ese albergue de urgencia es en realidad una ampliación. El Ayuntamiento de Madrid suele disponer en hoteles, albergues y pensiones 1.500 plazas para personas sin hogar durante la que en la ciudad se llama "campaña del frío". Esa campaña, por la epidemia, ha quedado ampliada hasta el 31 de mayo.

La apertura del albergue es el último gran movimiento realizado en la ciudad, cuyo vecindario, otrora castizo y un poco descreído, que llenaba bares y terrazas, ahora se ha empapado del espíritu del decreto de estado de alarma. Hay mascarillas bajo el rictus triste de las cejas, los ojos y las miradas. Y ya no circulan por los whatsapps tantos chistes y memes como en los dos primeros días. Aunque el cansancio no ha rebajado aún la intensidad de los aplausos vespertinos a nuestra sanidad.

En busca de los sintecho

Fuera del pabellón 14 "no va a quedar nadie que los servicios de policía nos trasladen", dice Pérez. Los agentes de la Policía Local y de la Policía Nacional peinan la ciudad en busca de personas que incumplen el confinamiento no por irresponsables, sino por pobres. "Son ciudadanos de este país, de derechos y deberes, como todos los demás, y se les atenderá como si estuvieran en sus casas", se conjura Darío Pérez.

No solo tienen derechos y deberes; sobre todo tienen mala salud. No es muy sano andar por la calle todo el tiempo. Muchas de estas personas arrastran demasiado tiempo de penalidad como para mantener robustas sus defensas.

Por eso el Ayuntamiento de Madrid está extremando la vigilancia sanitaria de las personas que ya están confinadas, desde el decreto de estado de alarma, en los albergues que regentan diversas órdenes religiosas, como la de San Juan de Dios, u otras oenegés.

Hace 16 años que los trabajadores de Ifema no veían un cambio tan trágico de uso en la hermosa feria madrileña. Este miércoles les estaba viniendo a la cabeza a los no confinados el recuerdo del 11 de marzo de 2004, cuando un triple atentado yihadista en los trenes de cercanías de Atocha llenó uno de los pabellones de muertos, y otro de familias desgarradas llorando.