La expectación es máxima en el rincón que inicia el dique de levante, en el Paseo de las Rocas junto al Monumento al Hombre del Mar. No es sitio para pescar con caña, pero hay varios pescadores de pie lanzando el sedal bajo la atenta mirada de un nutrido grupo de curiosos. Y no es para menos porque en un par de días que lleva poniéndose en ese lugar con la caña Javier Gustavo, ha capturado la friolera de ochenta lubinas en las dos jornadas. De las grandes.

La insólita captura tiene sin embargo una sencilla explicación. No es más que otra de las consecuencias, más bien podría hablarse de daños colaterales, de la pasada borrasca «Gloria». El fuerte temporal y su posterior marejada causó importantes destrozos en las instalaciones de acuicultura, dedicadas a especies como la dorada o la lubina, que se extienden frente a las costas de Altea, Alicante, Santa Pola, Guardamar del Segura o San Pedro del Pinatar. Algunas «jaulas» se han podido recuperar con el pescado vivo, aunque hambriento, y han sido devueltas a su lugar de instalación habitual gracias a embarcaciones que han efectuado su arrastre. Pero en otros casos han sido irrecuperables y miles de ejemplares, libres de redes y cercos, se encontraron sin saber cómo ni para qué en el medio marino que, paradojas de la vida, ha causado pérdidas en muchos puntos del litoral provincial.

El día 21 una gran jaula de 38 metros de diámetro recaló en una playa de La Vila Joiosa procedente de una explotación de acuicultura ubicada en aguas de Altea: fue arrastrada durante más de treinta kilómetros por la marea de Levante. Estas jaulas están ancladas a prueba de los peores temporales, pero no pudieron resistir a «Gloria».

Cientos de doradas y lubinas han acabado tambien muertas en la orilla de las playas del litoral de Alicante, en especial en la zona de Vega Baja, donde confluyen las explotaciones del centro y sur de la costa alicantina con las productoras del norte del litoral murciano. Y los ejemplares que han logrado sobrevivir al temporal, vagabundean hambrientos y desubicados por las aguas más cercanas a la costa con un despiste que las aboca, por ejemplo, al más mínimo engaño que un pescador con caña les ponga por delante en el anzuelo. Pero no solo los pescadores aficionados, también los de pequeñas embarcaciones deportivas están aprovechando la ocasión.

Y pesqueros de artes menores y de cerco están capturando en sus caladeros habituales muchos de estos ejemplares. El aumento de estas especies se nota en las pescaderías de mercados de abastos, supermercados y grandes superficies en los últimos días, donde la lubina se encuentra en el mercado minorista a 3,5 euros el kilo y la dorada a algo más de 7. El precio es mayor si no son de piscifactoría pero -lógicamente- la flota artesanal no puede distinguir entre las «salvajes» capturadas en las redes ocasionalmente y las que son de «cultivo» que en estos días capturan también en libertad. Ambas pueden alcanzar un buen precio, pero el valor comercial de las primeras es mayor. Con 14.000 toneladas, la Comunidad Valenciana lidera a nivel nacional la producción de especies piscícolas, en especial de dorada, lubina y corvina, con una facturación de 64 millones de euros. La industria se concentra en la provincia de Alicante, frente a las costas de Guardamar, donde las granjas ocupan más de medio millón de metros cuadrados de espejo de agua en el mar.

No es la primera vez que se produce un episodio de estas características. La DANA de septiembre destrozó las jaulas de engorde de atún rojo de una empresa murciana en las inmediaciones del Mar Menor. Es uno de los mejores del mundo, que se congela y transporta vía aérea a Japón. Pero en esa ocasión terminaron en las playas de San Pedro y Lo Pagán para alborozo de algunos vecinos que comenzaron a dar cuenta de ellos como si fueran maestros del sushi. En días sucesivos llegarían docenas de atunes putrefactos a las costas de Pilar de la Horadada, Orihuela y Torrevieja donde los servicios de limpieza tuvieron que emplearse a fondo. La libertad tampoco les sentó bien.