Con la entrada en prisión de Rodrigo Rato por el uso de tarjetas opacas de Caja Madrid se cierra un periplo iniciado en 1967, cuando con 17 años vio cómo su padre fue encarcelado por evasión fiscal, uno de los delitos que también se le atribuyen al que fuera responsable del "milagro económico español".

El caso de su padre fue uno más del tardofranquismo, pero Rodrigo Rato se ha convertido en el paradigma de la corrupción en España, origen de todos los males, desde la crisis del sistema financiero, la intervención y posteriores ayudas a Bankia, el fraude de las preferentes o las famosas tarjetas "black" de Caja Madrid.

A los 47 banqueros que en algún momento de la ultima década han pasado por la cárcel en todo el mundo -principalmente en Islandia, Irlanda, Estados Unidos y España-, según los cálculos del Financial Times, se ha añadido este jueves el hombre que pudo reinar, uno de los "delfines" de Aznar y al que finalmente se impuso Mariano Rajoy.

Su brillantísima carrera, -vicepresidente del Gobierno, ministro de Economía y Hacienda, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), presidente de Caja Madrid y Bankia-, iniciada tras licenciarse en la prestigiosa Universidad de Berkeley (California), todo se borró de un plumazo cuando el agente del servicio de vigilancia aduanera le puso la mano en la cabeza para ayudarle a entrar en el coche policial tras su detención en abril de 2015.

La imagen dio la vuelta al mundo, pero además ha servido para ilustrar prácticamente todos los casos de corrupción que se han desvelado en los últimos años en España, relacionados o no con el exbanquero.

De momento sin éxito, Rato ha peleado hasta el final, ha defendido su inocencia y ha intentado rebatir todas y cada una de las acusaciones en las distintas causas en las que está inmerso, en todas las cuales ha robado el protagonismo al resto de imputados.

Si el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) o cualquier otra empresa demoscópica indicaban que la corrupción era la mayor preocupación de los españoles, por encima del paro o el terrorismo, la imagen que acompañaba a la noticia era la de Rato, por encima del cuñado del rey, Iñaki Urdangarín, el extesorero del PP, Luis Brcenas, o la familia Pujol Ferrusola.

Tarjetas opacas de Caja Madrid, preferentes, salida a bolsa de Bankia, el origen de su fortuna, en todos los casos era Rato el que concentraba toda la atención, el interés de los medios y los exabruptos de los ciudadanos.

El periplo judicial no ha hecho nada más que empezar, porque desde la cárcel de Soto del Real tendrá que acudir a partir del lunes 26 de noviembre en un furgón policial a declarar en el juicio por la salida a bolsa de Bankia, una imagen que se repetirá hasta mediados de 2019, ya que está previsto que las sesiones se prolonguen hasta junio.

A los cuatro años y medio que debe cumplir por las tarjetas "black" de Caja Madrid, se le pueden sumar los cinco años que pide para él la Fiscalía por presunta estafa a inversores.

Si en la sentencia de las tarjetas opacas de Caja Madrid se destacaba que fue Rato el que "mantuvo y extendió" una práctica inadmisible, en el caso Bankia, cuya instrucción se prolongó cinco años, la Fiscalía señala directamente al entonces presidente por "encarnar el ficticio mensaje de solvencia y buenas perspectivas", amparándose en el prestigio que le conferían sus antiguos cargos en la cartera de Economía y en el FMI.

Aparte, prosigue la instrucción, que dura ya tres años, en el juzgado de instrucción nº 31 de Madrid sobre el origen de su fortuna, y que le atribuye delitos de corrupción y fiscales, además de blanqueo, de todo lo cual tendrá que ocuparse desde la cárcel durante el tiempo que le deje libre el juicio de Bankia.