El Senado fue su último destino político, antes de regresar a la Universitat de València e iniciar una vida de jubilada muy activa. "Se acuerdan mucho de mí, me llaman a charlas y premios. Estoy en el patronato del Teatro Real y de Bancaja". Ejerce además de profesora honoraria. Lo último, un máster sobre la violencia en la publicidad. Su vida continúa estando entre Valencia y Madrid, donde mantiene vivienda, aunque cada vez está menos allí.

En la mano, una taza de té de canela. En el apartamento, en la zona universitaria de Valencia, pilas de libros y algunos premios, como la medalla que le dará la Universitat de València. En la mesa, un puñado de fotos en blanco y negro a la espera de marco: sus padres, ella de pequeña, quizá en Castelló de Rugat, de donde se fueron pronto, o en El Saler; otra de cuando empezaba a ser conocida en la ciudad. "El perfil más guai de Valencia", le escribió el Flaco sobre la imagen. En la pared principal, un collage de Baldessari, con una montaña rusa, ¿algo así como su vida? Ella ríe ante una ventana que deja ver al fondo unas banderas españolas.

P ¿En qué estado vital se encuentra?

R Bien, en una nueva etapa. Ha habido un tiempo de transición cuando dejé el Senado y me incorporé a la Universitat. Ha sido reencontrarme con un departamento (Derecho Mercantil) muy activo y muy estimulante. Algunos problemas de salud han requerido que me cuide, pero ahora estoy muy ocupada y me gusta.

P ¿La Universitat es muy diferente a la que dejó?

R Creo que sí. No paro de preguntarlo a mis compañeros. Me dicen que el alumnado sí ha cambiado. Con el Plan de Bolonia, las universidades también han cambiado mucho, al igual que la sociedad.

P La universidad que conoció estaba muy ligada al compromiso político. No sé si la actual conserva ese rasgo.

R Entonces lo primero era la lucha por la democracia. Cuando fui decana, queríamos modernizar la universidad y cambiar el mundo. Había más compromiso político que ahora y había mucho debate, aunque ahora La Nau es también un espacio de reflexión y, durante el desierto del PP, ha sido un lugar de resistencia.

P Querían cambiar el mundo, dice. ¿La sensación hoy es de desencanto?

R No sé. En aquella época teníamos mucho por hacer. Ahora lo sigue habiendo, todavía tenemos utopías afortunadamente, pero los cauces son diferentes. La causa por la igualdad, por ejemplo, te hace descubrir nuevos escenarios en un camino arduo y con momentos de tristeza.

P ¿Conserva utopías, de verdad?

R Sí, sí. Lo que no queremos son las distopías como en la serie El cuento de la criada. Las utopías significan en definitiva tener sueños.

P Así que está en la moda de las series.

R Es el lugar de la creatividad y la modernidad. Hay transgresión y riesgo. Borgen representa una manera de ejercer el poder por parte de una mujer muy inspiradora. También aprendes: The good wife me fascina por cómo argumentan los abogados.

P Muchas no saben que fue la primera decana de Derecho. No sé si la primera decana en la Universitat de València...

R Pues creo que también. Fue muy interesante. Un grupo de profesores dijimos de presentarnos para modernizar la facultad, tuvimos que hacerlo dos veces porque era el tiempo de la ley de reforma universitaria, en 1985. Tampoco había decanas en España...

P ¿En la universidad es donde más se ha visto el avance en la igualdad?

R Sí, aunque hay muy pocas rectoras. En la universidad y la política ha habido avances muy importantes. En las constituyentes no había casi mujeres. En el PSOE empezamos con la cuota del 25 % y se acabó plasmando la paridad en los estatutos.

P ¿Es defensora de la paridad?

R Sí. Si no, no avanzamos nada. No hace daño a nadie. Pensar que porque haya paridad van a llegar mujeres mediocres y que los hombres son todos premios Nobel es no querer conocer la realidad.

P ¿Feminista es la etiqueta que mejor la define?

R Socialista y feminista. Creo en la equidad, la igualdad y la solidaridad.

P ¿Este es el país en el que soñaba cuando entró en política?

R No, pero ahora vivimos un momento de más esperanza.

P Mire cómo está Cataluña.

R Cataluña nos tiene el alma en vilo. Yo no quiero la independencia, pero soy respetuosa. Pero a parte de eso, en la C. Valenciana vivimos un buen momento después de 20 años de políticas conservadoras que han creado muchos desiertos y que hacen que aún nos sobresaltemos cada día con la corrupción de hace años, como en 2007, cuando me presenté al Ayuntamiento de València: salen cosas que entonces veíamos latentes.

P ¿Por qué dio aquel paso en el momento álgido de la carrera de Rita Barberá?

R Fue muy difícil. Tenía la sensación de que se lo debía a mi ciudad y al partido, con el que tenía un compromiso y la sensación de que había sido muy bien tratada. Hicimos una campaña muy creativa y participativa, pero teníamos en frente otra con mucho más dinero, como se ha sabido después, y una Rita sin ningún rasguño.

P ¿Sin ese posible dopaje electoral del PP podría haber ganado?

R Cabe pensar esa posibilidad. Cuando te presentas has de pensar que es posible, porque es un esfuerzo descomunal.

P ¿Siente aquella decisión como un error?

R No. Aprendí mucho, aunque fue lo más difícil de mi vida intentar hacer una oposición propositiva y creativa. Nos implicamos mucho con un proyecto creo que buenísimo, pero tropezábamos con un muro en los plenos, en una época de solo dos partidos además.

P ¿Le gusta que se haya roto el bipartidismo?

R La ciudadanía lo ha querido así. Es un mosaico más complicado, pero también puede ser más enriquecedor. En València es muy importante que estén los pactos del Botànic y La Nau. Me parecen ejemplares, y no lo digo porque esté mi partido. Demuestra otra manera de gobernar, con el acuerdo muy presente.

P La hegemonía de un partido en la izquierda parece que se ha acabado por bastante tiempo, ¿no?

R Dependerá mucho de cómo lo hagamos... También fue una pena que Podemos no apoyara a Pedro Sánchez como presidente. Todo hubiera sido diferente.

P Usted tuvo mucho protagonismo político y social. No sé si Mónica Oltra representaría algo parecido hoy. ¿Tiene relación?

R Tengo buena relación. Es una mujer potente, aunque en cosas no tan atractivas como ir a discutir con el ministro Montoro la financiación el que nos representa es Ximo Puig. No le quito ningún mérito a Oltra, pero su conexión en Madrid es más de medios de comunicación que de poder o de política. Es digna de respeto.

P ¿Está en pelea con el paso del tiempo?

R Procuro llevarme bien. Por eso escribí el libro Los placeres de la edad. Me parecía que tenía que reflexionar sobre el envejecimiento. Me da rabia que hablen de ´nuestra época´ como algo pasado. Mi época es ésta, la que vivimos, no los años setenta ni los noventa. Hay que vivir mucho el presente, siempre teniendo en cuenta el pasado y con proyección de futuro.

P ¿No cuesta adaptarse a no estar en la cresta de la ola?

R No. Son periodos de la vida. Cuando dejé de ser ministra, tras aquella etapa tan difícil, me propusieron escribir algo parecido a Solas y me proporcionó mucho contacto con la gente, fue volver a conectar con ella a través de los libros, sin la responsabilidad de ser ministra.

P ¿Llevó como algo de derrota personal que el PSOE perdiera las elecciones (1996) cuando usted era ministra del gobierno?

R Siempre puedes hacer las cosas mejor y te deja dudas, porque soy autocrítica y exigente, pero hicimos lo que pudimos.

P Había también un factor de agotamiento del proyecto después de 14 años, ¿no?

R Sí, pero a pesar de eso, encuentras cosas muy positivas. El contacto con la gente del cine fue fantástico. Fue una apuesta por el cine español en el que nadie creía entonces y dio muy buenos resultados.

P ¿El cine es de izquierdas, por lo que sucedió después?

R El cine quiere ser bien tratado y no entiende que un gobierno lo quiera menospreciar y le ponga tantas dificultades. El IVA cultural ha sido algo completamente incomprensible, así que hay un componente de rebeldía. Fue muy emocionante aquel momento del No a la guerra (de Iraq), un compromiso muy importante.

P Ministra pop le decían, ¿le molesta?

R ¡Qué va! Admiro el movimiento pop.

P Pero muchas veces se ha puesto mucha atención en su aspecto, sus atuendos, sus peinados...

R Demasiada.

P ¿Eso es machismo?

R Sí. Pasa ahora también. Siempre hay una mirada diferente con las dirigentes. Y te da rabia cuando has preparado algo con tu equipo con mucho esfuerzo y algunos medios (yo me he sentido bien tratada) comentaban más mi indumentaria. Pero no tienes por qué cambiar, porque si no, no avanzamos. No tenemos porqué uniformarnos.

P ¿Demostró una manera diferente de hacer feminismo no exenta de reivindicación de feminidad?

R El feminismo es tener autonomía personal y respeto a la diversidad. Cuando era decana ya hablaban de mi minifalda y yo decía que los centímetros de mi falda no tenían nada que ver con mi capacidad de trabajo. Las cosas duelen más por el equipo... Pero en general tengo buenos recuerdos de la etapa de ministra. También momentos terribles, como los asesinatos de ETA. Era horrible. Felipe decía que era el mejor gobierno que había tenido, pero estaba también la pérdida de confianza. Fue una sensación de vértigo...

P ¿Conocía a Felipe?

R No. Lo conocí pocos meses antes de las elecciones en un acto cultural en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

P ¿Le gusta el Felipe González de 2017?

R Pues creo que sigue siendo él, con sus virtudes, y de vez en cuando me desconcierta [ríe].

P ¿Usted no ha querido practicar lo de las puertas giratorias y buscar acomodo en algún consejo de administración?

R Es que me gusta la vida que tengo, implicarme en lo que hago. No he tenido ninguna tentación.

P Felipe hubiera aplicado antes el 155 con Cataluña, ha dicho.

R No sé lo que él hubiera hecho. Y me hubiera encantado hablarlo con él. Creo que no hubiera dejado que el procés hubiera evolucionado tanto. Estoy convencida de que antes hubiera tenido otra actitud con Cataluña, porque los socialistas somos federalistas.

P ¿Incluso los andaluces?

R Bueno, ahí está esa declaración de Granada que nadie lee. Luego está la capacidad como presidente.

P ¿La de Cataluña es la situación más crítica que ha vivido España en los últimos 40 años?

R Posiblemente. Aunque lo vemos desde el final del terrorismo, que fue muy importante. O el 23F, que fue otro momento terrible, aunque duró poquísimo.

P "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca pasó", dice Joaquín Sabina. ¿Qué le hubiera gustado que pasara en su vida y no pasó?

R No lo sé. Estoy bastante conforme con mi vida, dentro de las limitaciones de la libertad, porque tampoco es que acabemos de elegir mucho. Pero he tenido muchas oportunidades y no tengo la sensación de paraísos perdidos. Incluso en la maternidad. Decidí no ser madre, aunque me encantan los niños, claro, pero ha sido una opción y no me arrepiento. De momento, no (ríe).

P ¿Ha habido muchos intentos de que su vida privada no lo fuera tanto?

R Me he sentido bastante respetada. O no me he enterado.

P ¿Comparte que los jóvenes de hoy vivirán peor que sus padres, en general, con lo que implica de derrota colectiva?

R Pensábamos antes en el ascensor social, que a base de estudiar se producía el ascenso. Ahora ha cambiado todo tanto... No sabemos si existe ese ascensor. No solo ha cambiado el mundo laboral, sino el de relaciones. Lo que da más pena es que el talento se exilie.

P Cataluña, Trump, Brexit... ¿Tiene la certeza de que el mundo está fatal y todo va a peor?

R ¿Trump? Menos mal que al día siguiente salieron las mujeres en la marcha de Washington y fue una inyección de moral, pero estoy segura que muchos norteamericanos se han arrepentido de votarle. Eso quiero pensar, al menos. La imagen de Trump y Putin es una representación de la política de la que me siento absolutamente alejada. Tanta testosterona...

P Por sus declaraciones y su manera de recordar aquel tiempo, uno diría que sus años al frente del IVAM son su mejor etapa.

R Fue una etapa muy feliz con un equipo buenísimo. Terminar las obras, ponerlo en marcha, estar en contacto con el mundo del arte, tan estimulante... Teníamos que explicar todo, desde dónde estaba València, pero contábamos con la capacidad de convicción de Vicent Todolí. Fue riesgo y prestigio. Al final, no hay que perder de vista que fue una apuesta política, porque los fondos eran públicos. Hay que reconocérselo a Lerma y Ciprià (Ciscar), y al impulso de Andreu Alfaro, que fue fundamental.

P ¿Cuándo empezó a hundirse el invento?

R No sé. Hay una palabra que me gusta mucho en valenciano: reviscolar. Las instituciones también pueden hacerlo. Tengo confianza.

P ¿Ciprià Ciscar es el hombre que más importancia ha tenido en su vida pública?

R Lo conozco desde la facultad, iba un curso superior al mío. Fue decisivo, porque yo tenía el proyecto de estudiar propiedad intelectual en Nueva York y me llamó para la dirección general de Cultura. Mi vida tomó con aquella decisión unos cauces diferentes, con un compromiso con lo público.

P ¿Cómo lleva esta València con tantas banderas?

R Ha habido como una llamada a manifestarse. Pero no hay tantas, si miras bien. Es respetable.

P ¿Es mujer de banderas?

R No mucho. Creo en la importancia de los símbolos, pero soy más de causas que de banderas.