Un año después de los atentados de Barcelona y Cambrils (Tarragona) y con los miembros de la célula terrorista muertos o en prisión, las incógnitas sobre los posibles apoyos internacionales del grupo y las claves de su radicalización centran la investigación en la Audiencia Nacional.

El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ha levantado parcialmente el secreto del sumario de la investigación, que, una vez dada por desarticulada la célula que perpetró los ataques, encargó al Centro de Inteligencia del Terrorismo (CITCO) del Ministerio de Interior, del que forman parte la Guardia Civil, la Policía Nacional y los Mossos d'Esquadra.

En esa segunda fase de la investigación, la colaboración internacional resulta esencial para determinar si los terroristas contaban con cómplices en otros países europeos que les facilitaran infraestructura logística para los ataques o incluso si recibieron directrices por parte de líderes yihadistas en el extranjero.

La autoría material e intelectual de los atentados se empezó a dilucidar ya en las horas posteriores al ataque de las Ramblas, debido a la ristra de indicios que los terroristas habían abandonado tras su macabro recorrido, desde los restos de la deflagración del chalé de Alcanar (Tarragona) donde preparaban explosivos hasta los vehículos que utilizaron.

En cuestión de días, las investigaciones descubrían que el ataque del 17A, en que murieron 16 personas y ocho de los yihadistas, era obra de una decena de jóvenes inexpertos, crecidos en Ripoll (Girona) y de origen marroquí que, liderados por el imán Abdelbaki Es Satty, presunto cerebro de la célula, estaban preparando explosivos en un chalé ocupado de Alcanar, donde habían acumulado 500 litros de acetona y 106 bombonas de gas.

Según la reconstrucción de los días previos a los ataques que indaga la Audiencia Nacional, los terroristas aguardaban a que se secaran los explosivos de triperóxido de triacetona (TATP), sustancia conocida como "madre de Satán" y usada con frecuencia en los ataques del Estado Islámico en Europa, para cargarlos en una furgoneta y provocar una masacre en puntos como la Sagrada Familia, el Camp Nou, discotecas, festivales musicales y locales de ocio nocturno de ambiente homosexual.

El calor y la alta sensibilidad del TATP hicieron estallar la casa de Alcanar cuando los terroristas manipulaban los explosivos, lo que causó la muerte a dos de ellos -incluido el imán-, en un giro imprevisto que llevó a la célula a cambiar de planes y lanzarse a un improvisado atropello masivo la fatídica tarde del 17 de agosto, cuando al volante de una furgoneta blanca Younes Abouyaaqoub zigzagueó por las Ramblas arrollando a decenas de personas.

Horas después, ya detenido en Ripoll el primer sospechoso a cuyo nombre se alquiló la furgoneta homicida, otros cinco miembros de la célula, pertrechados de un hacha y cuatro cuchillos recién comprados en un bazar, intentaron otro atropello en coche en Cambrils (Tarragona) hasta que fueron abatidos por los Mossos d'Esquadra.

El 21 de agosto, Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta del atropello masivo, que en su huida de las Ramblas apuñaló mortalmente a un joven para arrebatarle el coche, moría tiroteado por los Mossos d'Esquadra cuando se hallaba agazapado entre unos viñedos del Penedès.

Con su muerte, los investigadores dieron por desactivada la célula terrorista mientras constataban que los terroristas eran un puñado de adolescentes, tres de ellos menores, que habían compartido juegos y pupitres con los jóvenes de su edad en Ripoll hasta que entraron en contacto con la mezquita del pueblo, en la que Abdelbaki Es Satty ejercía de imán desde 2016.

El imán se perfiló enseguida como el cerebro de los atentados, a la vez que su papel en la célula abría nuevos interrogantes sobre el rápido de proceso de radicalización de los jóvenes.

Abdelbaki Es Satty recaló en Ripoll tras haber cumplido cuatro años de cárcel en Castellón por tráfico de drogas y una enigmática estancia en Bélgica, adonde viajó a pedir trabajo en la mezquita de la localidad belga de Vilvoorde, que la comunidad musulmana le denegó por las dudas que suscitaba su perfil.

Radicalización

No sólo está por aclarar cómo Es Satty pudo persuadir a un grupo de jóvenes que hasta entonces no había mostrado un excesivo celo religioso, sino también si los atentados fueron inspirados por el imán en solitario o si éste recibía a su vez indicaciones de líderes yihadistas en el extranjero, con mayor o menor vinculación al Estado islámico.

Para ello, la policía ha tratado de reconstruir el viaje relámpago que varios de los jóvenes terroristas hicieron, días antes de los atentados, a París, donde compraron una cámara fotográfica en un FNAC y merodearon por la Torre Eiffel.

Sobre el objetivo de ese último viaje sobrevuelan dos hipótesis: si los terroristas viajaron a Francia a recibir las últimas instrucciones sobre los ataques o a conseguir detonadores para sus explosivos, un artificio que no es fácil fabricar de forma casera y resulta necesario para activar las bombas.

Fruto de un equipo conjunto de investigación que las autoridades francesas y españolas crearon el pasado mes de octubre, en febrero fueron detenidos en Francia tres personas vinculadas a Driss Oukabir, el presunto miembro de la célula que alquiló la furgoneta del 17A.

También en Marruecos -país al que algunos miembros de la célula tenían previsto viajar tras los atentados- han sido detenidas once personas presuntamente relacionadas con el grupo, entre ellos un butanero que en Ripoll había sido vecino del autor material del atropello masivo.