Apenas un 7,5% del total de inmigrantes que llegan en pateras a las costas andaluzas, los marroquíes adultos, son devueltos a su país.

Para el resto, llegar a pisar el suelo español significa que, de alguna forma, su largo viaje hacia una nueva vida puede, en la mayoría de los casos y no sin dificultades, continuar.

Cada día un cupo máximo de 25 marroquíes adultos que ha entrado ilegalmente en España en pateras es devuelto a su país en un furgón policial, que cruza el Estrecho de Gibraltar en uno de los ferris que salen de Algeciras hacia Ceuta.

A este grupo de marroquíes adultos, que normalmente han llegado a las costas de Motril (Granada), Málaga y Cádiz, se suma otro cupo de otros 25 marroquíes adultos (como los 39 que hoy han viajado desde Cádiz a Barcelona) que son devueltos a su país en avión desde la ciudad condal o desde Madrid, hacia Melilla.

Son los únicos, de entre los miles de inmigrantes que llegan a las costas del sur de España, para los que el sueño de una nueva vida fracasa de verdad tan rápido.

Los expulsados de esta forma (sin tener en cuenta los que luego pudieran ser detenidos en el caso de hubieran cometido un delito en suelo español) únicamente alcanzan un porcentaje del 7,5 por ciento.

Este porcentaje se ha calculado tomando como referencia las cifras sobre los más de 4.000 inmigrantes que sólo en el mes de julio han llegado a las costas de Cádiz.

Según han indicado a Efe fuentes policiales, el 70 por ciento de ellos son subsaharianos. "La mayoría tira al agua su documentación al subir a una patera, porque saben que sin ella ningún país subsahariano aceptará su devolución", dicen estas fuentes.

El 30 por ciento restante proceden de Marruecos, país con el que existe convenio para aceptar de vuelta a marroquíes que han entrado irregularmente en España.

Pero de este 30 por ciento, un 75 por ciento son menores de edad no acompañados, en su mayoría adolescentes o a punto de cumplir la mayoría de edad, según las fuentes policiales.

Todos ellos, como marca la ley, pasan a ser tutelados por los servicios de protección al menor de la Junta de Andalucía, que, desde hace meses, tiene desbordados los centros de acogida a pesar de que este año ha creado ya 700 nuevas plazas.

Desde el pasado mes de junio, antes de la explosión de inmigración que se está viviendo en el mes de julio, los trabajadores de estos centros se quejan de que el hacinamiento es insostenible.

Centros preparados para albergar a 16 y 24 plazas se ven obligados a llegar a acoger a un centenar.

"Ya no hay sitio físico para poner colchones y mantas", aseguraba, ya en junio, una trabajadora de uno de ellos durante una protesta en la que ella y sus compañeros denunciaban su "agotamiento extremo, tanto físico como psíquico".

"En España los padres ahorran para mandar a sus hijos a estudiar al extranjero. En Marruecos hay familias que ahorran para pagar a las mafias y enviar a sus hijos menores en patera a España a estudiar", comenta a Efe un agente policial especializado en asuntos de Extranjería.

Los subsaharianos, tras ser atendidos al llegar a las costas, siguen su periplo, en su mayoría con destino a otros países europeos, con un expediente policial por infracción de la Ley de Extranjería.

Las ONG, los familiares y contactos que tienen en Europa, y la inmensa resistencia personal a las penurias que les han dado las duras situaciones de las huyen en sus países, les ayudarán a que, posiblemente, con el tiempo, en un plazo de tres años y demostrando cierto arraigo, acaben regularizando su situación.

El viaje que la mayoría de ellos inició hace meses en África ha dado, al llegar a la costa española, un salto al cruzar el Estrecho.

No así para los marroquíes adultos. "Es uno de los grandes misterios para mí, entender por qué vienen si saben que, después de pagar a lo mejor 300 euros, serán expulsados y devueltos a su país. Las mafias juegan con su ignorancia", se cuestiona un agente.

Seguramente esto explica por qué, mientras para los subsaharianos es un alivio ser rescatados cuando están en el mar por Salvamento Marítimo, para los marroquíes el reto es llegar a la costa sin ser interceptados por nadie y echar a correr, antes de ser prendidos por la Guardia Civil.

Alguna mafia les recogerá aquí para ayudarles a continuar un periplo que no entra en ninguna estadística.