La sentencia de Gürtel marca el punto en que la corrupción se convierte en la primera preocupación de los españoles, por encima de la economía. Rajoy ha refrendado esta mañana su insensibilidad absoluta hacia la condena a la "corrupción institucional" cobijada en la sede central del PP, junto a su despacho. No solo ha desdeñado la moción de censura contra su persona, se ha mofado abiertamente de los manejos corruptos que motivan la iniciativa. También se ha burlado abiertamente del conjunto de la población, con su categórico "ya sabemos cómo va esto de las votaciones". Desde una minoría incierta, habla como si disfrutara de una mayoría absoluta vitalicia, y no de un préstamo del PSOE que ahora le retira la confianza.

El último recurso de Rajoy era desviar el debate hacia una moción de censura contra Sánchez. Lo intentó con maneras propias del club de la comedia, aparte de someterle a un interrogatorio que también desvirtuaba la situación relativa de acusado y aspirante. Las descalificaciones personales contra el candidato socialista tienen pocos precedentes en la cámara. Las jocosas cuchufletas, al borde del histerismo, no camuflaban la evidencia de que Rajoy actuaba a la desesperada. Mientras tanto, Zidane desplegaba los argumentos de cambio de ciclo que quedarían perfectos en labios del a estas horas presidente del Gobierno.

Se le podría conceder a Rajoy que Sánchez no es el mal menor, es el mal mínimo. En tal caso, al presidente del PP le corresponde reflexionar sobre la gravedad de su descrédito, que le ha llevado a tambalearse ante un rival de tan escaso fuste. Si la alternativa a Rajoy es el caos, cómo explica que tantos diputados elijan la opción caótica. Además, el secretario general del PSOE ganó el duelo al no responder con las armas del mal gusto. Reprochó con bonhomía a su rival una intervención "plagada de insultos", pero se armó de paciencia.

Rajoy fracasó en los intentos de sacar de sus casillas a Sánchez. Ahora mismo no hay garantías de que el líder socialista vaya a prestarle un nuevo favor al PP, librándolo de Rajoy, pero el cambio de presidente está garantizado con independencia de las votaciones que desprecia el promotor de Luis Bárcenas. Refugiarse desde el Gobierno en la extraña solidaridad de que "ustedes también han robado" es el abrazo de un púgil noqueado, que ya no puede ejercer el poder en las condiciones que acostumbraba.

La jugada más inteligente de Sánchez consistió en ofrecerle a Rajoy el harakiri de la dimisión. Transformó así la amenaza de los populares en una invitación a la precipitación al abismo por voluntad propia, que descolocó al presidente del Gobierno. En ese momento, el candidato socialista transformaba la moción de censura en su equivalente francés, una "moción de desafío". En cuanto al guiño al PNV, ¿es más contradictorio mantener desde el PSOE los presupuestos del PP y el PNV, o que el patriótico PP rinda todas las concesiones imaginables a un partido abertzale para aprobar las cuentas? Ciudadanos es el gran perdedor de esta mañana. Continuará.