Desde el mar de los Sargazos, donde desovan las anguilas, las corrientes marinas arrastran las larvas hasta la costa española para adentrarse en los ríos ya convertidas en angulas. Es allí donde se inicia un periplo "ilegal" hasta China, conducidas en maletines por "mulas" pagadas por los traficantes.

Lo saben muy bien los investigadores del Seprona de la Guardia Civil, único cuerpo policial en Europa que ha llevado a cabo operaciones contra el tráfico ilegal de este producto, que puede comercializarse en territorio comunitario pero del que no puede salir, según el convenio Cites de especies protegidas.

Y en los años que el Seprona lleva investigando este comercio ilegal, los agentes han comprobado cómo ha cambiado el "modus operandi" de los grupos delictivos, encabezados ahora por ciudadanos chinos que han visto en la "exportación" a su país de este producto un suculento negocio.

El capitán José Manuel Vivas, de la Unidad Central Operativa de Medio Ambiente (Ucoma) del Seprona, explica a Efe la "evolución" de un comercio ilícito que, por otra parte, está diezmando la población de angulas en nuestro territorio, donde se captura una de las especies con más caché de las 16 existentes: la Anguilla anguilla, más conocida como anguila europea.

Por si alguien no lo sabe, cuando las larvas pasan cerca de las desembocaduras de los ríos, el cambio de temperatura y salinidad del agua las activa y se convierten en angulas. Entran entonces en el agua dulce y en su avance hacia las cabeceras se van transformando en anguilas. El estadio intermedio no cotiza. Que lo sepan.

Hasta que algunas organizaciones se percataron de que ese manjar podía reportar más que pingües beneficios, el comercio de las angulas quedaba casi reducido a la buena mesa de españoles y europeos, con precios en Navidad imposibles para el bolsillo medio.

Antes de venderlas, hay que pescarlas. Y aquí cada comunidad autónoma tiene sus normas. Desde las que decretan años de parada biológica, hasta las que sólo dan autorizaciones a los pescadores de tradición o las que distinguen entre pesca deportiva y profesional.

De todos modos, al traficante chino, y desde hace algunos años a algunos pescadores españoles y a algunas empresas nacionales del sector, la normativa autonómica no les impide comerciar con las angulas antes de que lleguen a anguilas.

Cuando los chinos le echaron el ojo al negocio y empezaron a comprar -a precios golosos, además-, se constató un notable descenso de alevines. Así que Europa tomó cartas en el asunto y pidió la inclusión de este manjar en el listado Cites. España presionó para que así fuera.

Una presión que ha ido paralela a las operaciones de la Guardia Civil, que en honor al exquisito producto ha querido ponerle nombres para casi chuparse los dedos: "Suculenta", explotada en 2012 con 14 detenidos y tonelada y media de angulas incautadas valoradas en 1,5 millones de euros, y "Suculencias", con 13 arrestados en 2014 y cientos de kilos de alevines intervenidos.

Al constante goteo de operaciones de menor calado sucedió la "Black Glass", llevada a cabo por el Seprona el pasado mes de mayo con 20 detenidos y 2,5 toneladas de angulas interceptadas.

Toca hablar de números y hay que empezar por el principio. En condiciones normales, a un pescador en río se le pagan 150 euros por kilo de angulas, importe que asciende a 500 como valor medio en la UE. Las tramas chinas detectadas, según los investigadores, han pagado hasta 2.800 euros, aunque la media se situaría en 1.500.

Si nos centramos en España, explica el capitán Vivas, en cada kilo de angulas entran unos 3.000 ejemplares, con un peso de un tercio de gramo cada una.

Este es el "modus operandi" de la trama delictiva desmantelada recientemente por el Seprona: Después de comprar las angulas, las trasladaban rápidamente en camiones con bidones adaptados hasta un chalé de la Comunidad de Madrid, donde las depositaban en otros bidones más grandes también "ad hoc" para que no echaran de menos su hábitat.

Aquí es donde cambia el "modus operandi" respecto a tráficos anteriores. Si antes las sacaban a China incluso fletando un chárter de mercancías o pagando mensajerías aéreas, ahora, conscientes de que ese método está ya más controlado, han decidido fichar a "mulas" a las que "cargan" sus maletas con la mercancía por 300 euros.

Es difícil detectarlas en el escáner de la facturación y las angulas viajan a China en la bodega de equipajes. Todo tiene que ser rápido, porque no aguantan más de 40 horas fuera del agua.

Y en ese periplo, es muy probable que 500 de las 3.000 que hacen un kilo se mueran por estrés. Aún así, el negocio es redondo, como ha podido comprobarse.

Cuando las "mulas" llegan a China, se ponen en contacto a través de una tarjeta SIM que la organización les ha facilitado con otras personas que, inmediatamente, acuden al aeropuerto para recoger la mercancía.

Una vez en territorio chino, las angulas se depositan en arrozales vallados, donde van creciendo y convirtiéndose en anguilas de 600 gramos de peso (en Europa no pasan de 150 gramos). Cuando alcanzan ese tamaño, son dirigidas por varias personas hacia un punto del arrozal para ser recogidas.

El negocio está ahí. Una angula con un peso de un tercio de gramo se ha convertido en una anguila de 600 o de 500 una vez que se las despoja de la cabeza y las espinas. Es decir, de cada kilo de angula se sacan 1.250 de anguilas, que la organización vende a 40 euros el kilo ya ahumada y envasada.

Que cada uno eche sus cuentas, pero...Las angulas se compraron como máximo a 2.800 euros el kilo y en transporte, envasado y demás el gasto alcanzó los 6.000 euros. De ese kilo salieron más o menos 1.250 kilos de anguilas, que se pagaron a 40 euros el kilo, es decir, se ingresaron 50.000 euros. Son habas contadas. Bueno, euros.