Hace días que espero la primavera, que la busco en la luz, en la calidez de la mañana, en las primeras flores del jazmín, esas que vienen con una herida de un delicado color violeta entre los pétalos. La busco desde que unos mirlos enamorados empezaron a construir un nido en mi limonero y eso me puso en alerta. Los mirlos se enamoran en primavera, más o menos como hacemos todos los demás, aunque quizás ellos sean un poco más escandalosos y más descarados.

Finalmente, parece que ya llega. Este año, dicen, viene algo adelantada. Un cuarto de hora, aproximadamente. Según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, la primavera comenzará hoy a las 23h. 45m. hora oficial peninsular, las 22h. 45m. en Canarias.

Así que de pronto nos encontramos con quince minutos más de primavera y tal vez no tengamos mucha idea de qué hacer con ellos. Quince minutos, bien aprovechados, dan para mucho. Como poco, sirven para jubilar el invierno, su crudeza y su austeridad, un ratito antes de lo previsto. Un cuarto de hora menos de frío, un cuarto de hora menos de bufanda, y de sabañones, y de esa sensación de desamparo que me embarga los funestos días grises.

Creo que ya nos íbamos mereciendo una primavera, un poco de calor y de brotes verdes de verdad por alguna parte. Si yo pudiera decidir, si estuviera en mi mano ordenar un poco todo este caos que es la vida, haría que los inviernos nunca tuviesen mayoría absoluta, que no les quedase más remedio que pactar con la primavera, hacer algunas concesiones, verse obligados a templar su autoritarismo de congelador, su frialdad de cuartel, y cedernos, de vez en cuando, una mañana azul condescendiente, abrumada de luz y de pájaros.

A estas alturas de mi vida, con casi cincuenta inviernos a mis espaldas, algunos de ellos consecutivos, sé que no es bueno que acumulen poder, que tengan la oportunidad de deshacer lo que las hormigas construimos durante el verano, que cada vez es más corto y menos audaz.

Así que ahora es el momento. Ya está aquí la primavera y es hora de recuperar la valentía, de creer en nuestras fuerzas, de esperar lo merecido, de recuperar lo que perdimos y lo que nos quitaron. La primavera es siempre un tiempo nuevo, una oportunidad de empezar otra vez, de enmendar las cosas. No se le puede tener miedo, aunque parezca una aventura. No se le puede tener recelo solo porque sea nueva. No se le puede tener desconfianza solo porque venga desnuda y un cuarto de hora antes.