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Gastronomía

José Madrigal, el alma del cuchillo y la tabla en Murcia, se despide a los 57 años

Tercera generación de una saga de maestros del jamón y el queso en el mercado Saavedra Fajardo, su legado queda impregnado en cada loncha fina y cada rincón de su emblemático puesto

José Madrigal, en la Plaza de Saavedra Fajardo.

José Madrigal, en la Plaza de Saavedra Fajardo. / Gastrocrónicas

Paco Hernández

Murcia despide con profundo pesar a José Madrigal, reconocido empresario y maestro cortador de jamón del Mercado de Abastos Saavedra Fajardo, fallecido anteayer a los 57 años tras un repentino y fulminante desenlace de una enfermedad recientemente diagnosticada. Su entierro tuvo lugar ayer en un clima de consternación entre familiares, compañeros, clientes y amigos que, durante décadas, lo convirtieron en una figura entrañable del comercio murciano.

José era el último eslabón de una estirpe dedicada al arte de la charcutería y la quesería desde 1955, cuando su abuelo, Pepe Madrigal, fundó en un modesto rincón del mercado lo que con el tiempo se convertiría en un referente gastronómico: Quesos Pepe Madrigal. Con el paso de los años, su padre amplió la tradición familiar, y José, con pasión, profesionalismo y una sonrisa siempre dispuesta, asumió el relevo con la firme convicción de que “donde hay queso y jamón, hay tradición y corazón”.

Especializado en el corte artesanal de jamón ibérico —de bellota, cebo de campo y cebo—, José no solo dominaba la técnica con precisión milimétrica, sino que la convertía en espectáculo. Su cuchillo parecía bailar sobre la pata, extrayendo lonchas finas, brillantes y aromáticas que deleitaban paladares exigentes. Pero su verdadera vocación iba más allá del mostrador: era un embajador de la cultura del buen comer y apasionado de la gastronomía. Asesoraba con paciencia, recomendaba con conocimiento y trataba a cada cliente como a un viejo amigo, recordando sus preferencias, sus celebraciones y hasta sus anécdotas. Y por ejemplo, no faltaba cada miércoles a sus comidas con amigos en La Estrella de Mar.

Como bien indican en Las Gastrocrónicas, bajo su impulso, el puesto familiar se convirtió en un auténtico espacio gourmet, con una selección que supera las 200 variedades de quesos procedentes de toda España y del mundo —desde Lituania hasta Suiza, pasando por FranciaItalia o los Países Bajos—, además de una cuidada carta de embutidos ibéricos, patés, foie, vinos y panes artesanos. En Navidad, su vitrina se transformaba en un altar de sabores estacionales, con trufas, huevos hilados y piezas exclusivas que anticipaban las mesas más generosas de la ciudad.

José también fue pionero en llevar su oficio más allá del mercado. Su servicio de corte en eventos —bodas, inauguraciones, actos corporativos— se convirtió en un éxito rotundo, porque, como solía decir con una risa sincera: “Cuando uno hace lo que le gusta, es imposible cansarse”. Y eso lo demostraba cada día, desde que tenía 16 años y asumió responsabilidades tras la muerte de su padre, hasta el mismo momento en que la enfermedad lo obligó a dejar la tabla.

Su labor no pasó desapercibida. En 2024, recibió el Premio Mercurio al Comercio, un reconocimiento que celebró con humildad: “Son muchísimos años detrás del mostrador… pero cada uno ha valido la pena”.

Hoy, el mercado Saavedra Fajardo guarda silencio donde antes resonaba el ritmo constante del cuchillo sobre la madera. Los clientes que entraban buscando un consejo, una degustación o simplemente una conversación amable, ahora encontrarán un vacío difícil de llenar. Pero también encontrarán un legado vivo: en la filosofía de trato humano, en la obsesión por la calidad, en la pasión por compartir el amor por los productos auténticos.

José Madrigal no solo vendía jamón y queso. Vendía experiencias, complicidades y momentos de felicidad cotidiana. Y aunque su presencia física ya no esté, su espíritu seguirá presente en cada loncha servida con cariño, en cada cliente que pronuncie su nombre con nostalgia, y en cada generación que, desde su puesto, siga defendiendo que “la felicidad está a la mesa cada día”.

Descanse en paz, maestro del corte, guardián de sabores y alma del mercado. Murcia no te olvidará.

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