Semana Santa

No hay flores en el mundo para consolar a Nuestra Señora del Rosario en el Sábado Santo de Murcia

La Virgen, pálida y doliente, se lleva las manos al pecho para tratar de paliar su tiniebla, a unas horas de que explote la Resurrección

Ana Lucas

Ana Lucas

Enunció Benedicto XVI que «la muerte de Dios en Jesucristo es, al mismo tiempo, expresión de su radical solidaridad con nosotros», puesto que «el misterio más oscuro de la fe es, simultáneamente, la señal más brillante de una esperanza sin fronteras». 

No hay flores en el mundo que consuelen el dolor de la Madre, Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos, que salió con puntualidad del mismo templo del cual brotó el cortejo corinto una semana antes. Solo hay un paso en la austera procesión de la Caridad en Sábado Santo: esta Virgen, pálida y doliente, que se lleva las manos al pecho mientras llora.

La creó hace una docena de años Ramón Cuenca Santo y la llevan a hombros 26 nazarenos de negro. Pasaron por el arco de Santo Domingo y llegaron al convento de Santa Ana, desde el cual las monjas que viven en clausura miraron a la Virgen detrás de su reja. Estas religiosas fueron madrinas de la bendición de la imagen, recordaron desde el Cabildo de Cofradías.

De San Juan de Dios parte después, en el Sábado Santo murciano, otro cortejo fúnebre, de luto blanco, para honrar al Santísimo Cristo Yacente

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