Universidad de Murcia | Pepe Belmonte Profesor de Literatura de la Facultad de Letras de la UMU

«La letra con sangre entra, pero esa sangre ha de ser la del maestro»

"Para mí, el sueldo del mes es aquel antiguo estudiante con el que te cruzas años después y te comenta que gracias a tu empuje se ha convertido en lector"

Pepe Belmonte

Pepe Belmonte / Alfonso Durán/UMU

Javier Vera

Javier Vera

¿Qué le llevo a estudiar Filología Hispánica en la Universidad de Murcia? 

En mi juventud, con 15 o 16 años, mis dos pasiones eran el Derecho, pues siempre he sido consciente de los oprimidos que han estado históricamente los huertanos, lo que me hizo tener arraigado ese compromiso por la defensa del más humilde; y una Literatura que llegó a mi vida a través de un compañero de instituto, Daniel Potes, de orígenes colombianos, con el que quedaba en ocasiones para estudiar y cuyo padre tenía en casa una biblioteca impresionante. Yo no fui un gran lector hasta esa época, mi amigo me prestaba libros de autores como García Márquez, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar o Edgar Allan Poe, entre otros. Y en ese momento en el que se me presentaron dos opciones, las de matricularme en Derecho o Filología Hispánica, creo que esa pasión que es capaz de despertar la literatura me guio hacia la segunda, y es algo de lo que no me voy a arrepentir jamás.

¿Cómo recuerda esos años como estudiante en la UMU?

Los recuerdo con luces y sombras. Por un lado, las luces de esa pasión propia de la literatura y de ver que un huertano como yo fue capaz de llegar a la universidad, sorteando quizás un destino que quizás para mí era otro debido a esos orígenes huertanos. Y por otro, esas sombras propias de un contexto como el de entonces, el de una segunda mitad de la década de los 70 marcada por el fin del Franquismo y los coletazos de la dictadura, hasta que se promulgó la Constitución en el 78.

Desde 2016 ejerce como profesor de Literatura en la Facultad de Letras. ¿Cómo es una clase con usted un día cualquiera, qué trata de inculcar a su alumnado?

Afortunadamente sigo afrontando cada día y cada clase con la misma ilusión y las mismas ganas. Me considero un profesor que deja participar mucho a sus estudiantes, y de hecho sigo aprendiendo mucho de ellos. Un buen pedagogo me dijo hace tiempo que ‘La letra con sangre entra, pero esa sangre ha de ser la del maestro’, y es que somos nosotros los que debemos dejarnos la piel en cada clase, contagiar a nuestros alumnos de esa pasión, en este caso, por la literatura. Y yo, la suerte que he tenido es que a gran parte de esos autores españoles con los que trabajo en clase los he podido conocer. Desde Vázquez Montalbán a Juan Marsé, pasando por Miguel Delibes, con quien disfruté de conversaciones telefónicas bastante interesantes, o el propio Arturo Pérez-Reverte, con quien me une una estrecha amistad. Una de las personas (Pérez-Reverte), además de generosas, más inteligentes que he conocido en mi vida, de esas que te hacen darte cuenta de tus propias limitaciones

Para mí, el sueldo del mes es aquel antiguo estudiante con el que te cruzas años después por la calle y te comenta que gracias a tu empuje y entusiasmo se ha convertido en lector.

También fue profesor de Didáctica de la Lengua y Literatura en la Facultad de Educación durante más dos décadas, y años atrás en el ámbito de la Educación Secundaria. ¿Siempre tuvo claro que quería dedicar su carrera profesional a la docencia?

También tenía una pequeña pasión secundaria en la que mi padre me apoyaba, que era el ámbito militar. Yo fui sargento de complemento en milicias universitarias, y antes de presentarme a las oposiciones docentes se presentó ante mí un modo de vida algo más ‘sencillo’ y seguro. Pero por entonces, en el seno del Ejército no había la democracia de hoy en día, y temía que podía acabar más tiempo en el calabozo que fuera, algo que entre risas le comenté alguna vez a mi padre. 

Pero la literatura tira mucho. Llevo 42 años en esta profesión y no me arrepiento ni un solo día de haber tomado esa decisión.

Llegados a este punto podemos decir que se enamoró de la literatura hace muchos años y hasta el día de hoy. ¿Cómo se fraguó esta relación? 

A medida que iban transcurriendo mis años de estudiante fui descubriendo un mundo desconocido por mí, el de las bibliotecas. Yo alucinaba de que existiesen lugares en los que te podían prestar todos los libros que quisieras gratuitamente. Los buenos profesores que tuve también se encargaron de inculcar en mí esa pasión por la literatura y ese ánimo por leer.

También destaca por su faceta creativa, habiendo publicado distintos poemarios. ¿De dónde le nace esta necesidad de expresarse a través del poema? ¿Cuáles son sus inspiraciones?

Lo cierto es que yo no busco esos versos ni esa poesía, son ellos los que me encuentran a mí. Cuando publiqué mi cuarto libro, yo creía que ya había dicho todo lo que tenía que decir, pero con el nacimiento de mi hija Bárbara, en enero de este año que acaba, volvió a llamar a mi puerta esa felicidad para retomar la pluma.

Uno de sus últimos trabajos, que se publicará en la primera mitad de 2025, Tal vez los años ya no tengan octubre, le ha valido para ganar el Premio de Poesía Dionisia García. ¿Cómo recibe este reconocimiento? ¿Qué se refleja en este poemario?

Creo que este último trabajo es el reflejo de mi vida como lector. Un lector sensible que se interesa por temas un poco fuera de órbita. Ese tipo de incógnitas de la historia literaria y de alguno de sus personajes tienen cabida en Tal vez los años ya no tengan octubre. Me interesa la Cara B de la literatura, lo que se oculta y nadie ve, y de ahí surge este trabajo. A base de impulsos casi enfermizos y febriles, como si estuviera poseído, para llegar a esos poemas.

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