Juan abre la puerta de su habitación y la muestra orgulloso. El baño, el armario, la cama..., la recorre de un lado a otro con una sonrisa en la cara. «Estoy muy contento, me encanta estar aquí», explica entusiasmado. Enseña la ropa que tiene y retoca un poco las sábanas para que estén perfectas. «Ahora me encuentro mucho mejor», sentencia mientras asiente con la cabeza y no deja de sonreír. Juan es uno de los cinco primeros habitantes de la nueva vivienda de acogida que la Fundación Jesús Abandonado inauguró el pasado 1 de agosto para personas sin hogar y que padecen alguna patología psiquiátrica. Es el primer recurso habitacional que se pone en marcha en la Región de Murcia para este perfil de personas.
«Nuestros participantes (los trabajadores de Jesús Abandonado identifican así a sus usuarios) han tenido un poco de puertas giratorias en sus vidas. Han estado constantemente en situación de calle, o mejor, de recursos como el albergue u hospitalizaciones, pero nunca han tenido una estabilidad», explica Miguel Martínez, coordinador de este ambicioso proyecto que ya está en marcha cerca de la sede central de la Fundación en la carretera Santa Catalina de Murcia. Catorce plazas, de las cuales la mitad están concertadas a través del Instituto Murciano de Acción Social (IMAS) de la Comunidad. Las otras siete están a la espera de poder recibir financiación para ampliar el número de habitantes ocupadas en esta casa.
La casa tiene 14 plazas: siete están concertadas con el IMAS y la otra mitad está a la espera de lograr financiación
No hay tiempo límite de estancia. Los residentes han llegado para desarrollar un espacio personal con una habitación propia y unas dotes sociales relacionándose con sus compañeros. «Ellos mismos reconocen que están aquí para potenciar la autonomía y conseguir un poco de independencia». Los usuarios, que padecen enfermedades como esquizofrenia, trastornos psicóticos o patologías duales, tienen como norma básica no consumir cualquier tipo de sustancia estupefaciente para estar en la vivienda. «La idea aquí es hacer una atención individualizada. Problemas con el consumo de tóxicos han tenido, pero actualmente no», explica Amparo Martínez, responsable del área Social y Sanitaria de Jesús Abandonado.
Todos los participantes en la vivienda de acogida adquieren necesariamente «una rutina diaria y fija». Esto, remarcan los responsables, les ayuda a centrarse. «Tienen una rutina de higiene, de desayuno, de asistir a talleres, la comida, el tiempo libre y la siesta», incide la profesional. Las 24 horas del día están atendidos por trabajadores sociales o auxiliares sociosanitarios durante las noches.
El confidente
Miriam Martínez, monitora en la vivienda de acogida, trabaja con todos en crear un vínculo que les permita a los usuarios poder abrirse. «Cuando ves que hay algo que se sale de su normalidad, y están nerviosos o muestran apatía cuando son muy alegres, abordamos la situación de forma inmediata», explica la trabajadora. Esas señales activan el perfil de «confidente», un papel que Miriam Martínez lleva a cabo y que ellos responden «agradeciendo que nos preocupemos por su bienestar».
Un objetivo de todos estos usuarios es poder llegar a formarse, por ejemplo, en ciclos profesionales o lograr un trabajo. Por lo pronto, la Fundación pretende emplear sus recursos para asignarles tareas que puedan llevar a cabo. La siguiente meta, señala Miguel Martínez, es poder empezar a cocinar en la nueva casa.
Salón, comedor, terraza, una gran cocina y dos plantas con las habitaciones de los usuarios y del personal. Dos veces a la semana tienen la visita de una psicóloga. «Tratamos de buscar alternativas para lograr su desarrollo personal», remarca Amparo Martínez, «La idea es ofrecerles una supervisión. Serviles de referencia. Habrá gente que necesitará constantemente un apoyo, y otras personas que con unas pequeñas instrucciones y una pequeña supervisión podrá funcionar». La Fundación tratará durante los próximos meses poder llenar todas las plazas para impulsar la atención a estos usuarios.
Una habitación individual para fomentar la autonomía
Cada usuario de la vivienda de acogida tiene una habitación para fomentar la autonomía. En ella tienen un baño privado, armario, mesita de noche y un interfono para poder hablar con el trabajador de Jesús Abandonado que les atiende por la noche. Todos los residentes deben tener la habitación ordenada, unas tareas de limpieza que les ayuda a tener unas rutinas diarias muy beneficiosas.