Me encanta Ikea. Si algo me motiva por las mañanas es levantarme a leer en internet las noticias matutinas y clickear en todas esas novedades que nos traen estos gigantes suecos, a mí me gusta más llamarlos un antes y un después de la organización del hogar: me empapo de conocimientos acerca de los 5 imprescindibles para que tu cocina luzca impoluta 24/7, o esas tazas y vajillas que hacen que tu mesa esté colgada literalmente en medio de los Alpes.

Y si una sección me atrapa poderosamente es la de Navidad. Ahí sí que no puedo elegir: me gusta todo…, y lo que es mejor, tengo de todo: velas navideñas, servilletas navideñas, luces navideñas con o sin led, solares o a pilas, cabras navideñas, alces navideños…

Pero lo que se han convertido en mi mayor joya estas últimas semanas han sido dos toallas de mano, de esas que ahora se lleva ponerles a los invitados para uso individual y que además de quedar perfectas dobladitas en tu lavabo, ayuda a no compartir gérmenes pandemiosos con los que tanto cuidado tenemos que llevar.

Cuando la vida te da una vuelta y te quedas del revés, lo primero que se te ocurre es llorar, y yo he llorado últimamente mucho. De muchas maneras, de rabia, de tristeza, de pellizcarte hasta que te duela y poder despertar de esta pesadilla, de tantos porqués y sobre todo de por qué ahora.

Te dan fecha y dicen que te prepares, ok, que te lleves lo básico, ok, que estés tranquila, ok. Y aquí es cuando unas cuantas lagrimas te caen, y no sabes que hacer, no tienes pañuelos de papel a mano porque como ahora prima lo Eco y quieres contribuir con el medio ambiente, lo primero que coges es la toalla de mano navideña con una preciosa flor de acebo roja de algodón 100% orgánico. Desde aquel momento es mi must. Las metí en mi maleta. Tengo dos, maletas no, toallas. Una blanca con la flor de acebo roja y otra con la flor en gris. Ahora entiendo la manta de Linus de Snoopy y sus amigos, siempre la he entendido, pero ahora mucho más. Mi toalla ha estado presente, y utilizada bastante, con mi nuevo héroe. Gracias doctor Felipe por su paciencia y sobre todo por haber estudiado tanto y ser el mejor. Quiero volver a ver sus manos y estrecharlas entre las mías un segundo. Necesito sentir esa energía una vez más.

A toda la planta de Neurocirugía del Hospital Virgen de la Arrixaca, absolutamente todos. ¡Que equivocados estamos muchas veces! Cómo juzgamos a la gente sin conocerlos, y aunque sea ordinario, sin saber una mierda del esfuerzo, la entrega, la dedicación, la implicación de toda una generación de jóvenes profesionales que se están dejando la piel, que te hacen sentir felices, que te hacen sentir especiales, y sé que ellos nos sienten así también. A ellos también los llevo en mi toalla de acebo. Y creo hasta he quedado a tomarnos unos vinos Paco y Lola bien fresquitos con algunos. A la chica de pelo corto enfermera, tan guapa, tan profesional y con una sonrisa bella de alma bella.

A mis compañeros, aunque más bien querría decir a mis compañeras de trabajo, son enormes. Tan jóvenes, con esos superpoderes que dan fuerza en los momentos más oportunos. El mundo es de las mujeres, seguro.

A mi gente, a la que quiero y a la que he sentido que me quieren, Isa, Mª Isabel, Mª del Mar, habéis sido mi apoyo. Sois más que mi familia, lo sé. Juan, mi casi alma gemela. A mí cuidadora de bebés preferida. A Ramón, me ha acercado a nuestra Virgen en el momento más oportuno. A todos, todos, todos… Todos estáis en mi toalla de flor de acebo de IKEA.

Como ya he dicho, tengo dos toallas. La segunda, de reserva, la que sacas cuando la primera está llena, la que huele a casa, la he reservado para dos personas, aunque no es necesario: la primera, contra viento y marea, para mi amor, y la segunda, para mi preciosa alma romántica, la más poderosa, el alma que me mueve.