La Opinión de Murcia

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Fiestas de Primavera

El regreso triunfal del Entierro de la Sardina desata la alegría en Murcia

El Gran Desfile congrega a miles de murcianos, que recuperan una de sus citas identitarias más importantes tras dos largos años de espera por la pandemia

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El desfile del Entierro de la Sardina y la quema, en imágenes Juan Carlos Caval

Murcia culmina por todo lo grande sus Fiestas de Primavera. La ciudad ha vuelto a disfrutar, tras dos largos años de espera por la pandemia, del Gran Desfile del Entierro de la Sardina. Miles de personas, entre ellos muchos visitantes de otros municipios murcianos y de fuera de la Región, han acudido a las inmediaciones del recorrido para disfrutar del paso de las comparsas, los hachoneros, los cabezones, mil y un hinchables, los grupos de animación y sobre todo, de las 23 carrozas sardineras que esta noche han repartido más de tres millones de juguetes. 

A pesar de que durante todo el día sobrevolaron en el ánimo de los presentes ciertas amenazas, como la lluvia pronosticada en los días previos, o la posibilidad de que estallase alguna batalla callejera a cuenta de la polémica gestión municipal por las sillas, (algunos incidentes sí hubo) lo cierto es que el desfile transcurrió imparable, divertido, colosal, lleno de color, música y fantasía, todo un triunfo sin paliativos que reivindicó que la fiesta más grande de Murcia, con permiso del Bando de la Huerta, sigue más viva que nunca. 

El desfile, en el que han participado cerca de 2.000 personas, arrancó con algunos minutos de retraso como es habitual desde la avenida San Juan de la Cruz. Tras el destacamento motorizado de la Policía Local, y la caravana de vehículos de los patrocinadores, la cabeza del pasacalle irrumpió con la vitalista y colorida banda musical italiana La Frustica, que se encargó de calentar el ambiente del público, después llegarían los hachones, los granaderos, los cabezudos y las batucadas, comparsas y bandas tradicionales de diferentes puntos del territorio nacional que hicieron las delicias del respetable.

Uno de los momentos más disfrutados por los más pequeños fue el largo convoy con artefactos hinchables y disfraces que hacían referencia a algunos de los personajes de animación más queridos por los niños como el Barco de la Pandilla de Drilo, o una instalación dedicada a la película Hotel Transylvania. No faltaron a su cita tampoco algunos de los personajes más icónicos de universo Disney, los payasos, un impresionante genio aladín volador, personajes galácticos con tintes retro, las figuras de playmobil, o los mismísimos cazafantasmas, y sus fantasmas, entre muchos otros elementos.  

Miguel Ángel y Almudena son una joven pareja de Cieza. No pudieron encontrar ningún asiento porque llegaron a última hora, de manera que tuvieron que vivir el desfile desde las filas del fondo, en Gran Vía. Sobre los hombros de él, miraba absorto el carrusel su hijo Daniel, de 7 años. Su madre lo miraba enamorada: “Es la primera vez que traigo a mi hijo para que vea esto, antes de la pandemia todavía era muy chiquitito y me daba miedo, pero ahora, por fin, he querido que viva toda esta magia, para que la disfrute como yo cuando era una niña y me traían mi padres”, señala Almudena, que aunque admite que le daba cierta pereza el desplazamiento a la capital, “es algo que le debo, mis padres lo hicieron por mí y gracias a eso, tengo un recuerdo precioso, de hormigas en el estómago y de ilusión; ahora que estoy aquí me doy cuenta de que es algo mágico que los niños tienen que vivir, al menos un par de veces en su vida”.

Al lado de esta familia, se encontraba un grupo de chavales, de entre 15 y 17 años, bien preparados para la ‘guerra’ que supone tratar de hacerse con la mayor cantidad de juguetes posible de los que lanzan los sardineros. Cada uno de ellos agarraba una gran bolsa de plástico y aunque no llueve, algunos paraguas, una herramienta clásica para atrapar los balones. Uno de ellos sostenía una larga vara con una red. “Es el recogehojas de mi piscina, me lo he traído para coger las cosas que vuelen alto, o me pillen lejos”, explicaba ufano otro de los chavales, que recibió en ese momento una seria advertencia de un hombre de unos 40 años a su lado: “lleva 'cuidao', como me des con el palo te lo tragas”, le soltó muy serio. 

También de pie, en uno de los pequeños jardines que rodean la Plaza Circular se encontraba Juanjo, un vecino de Crevillente de 53 años, que ha ocupado buena parte de una zona peatonal con sus tres hijos, dos adolescentes y una niña más pequeña de deberá tener unos 5 o 6 años. "Hasta esta mañana no tenía claro si venir, por todo el jaleo que se ha montado por el tema de las sillas, en el grupo de padres de Facebook estaban diciendo que había miedo, de que la cosa se pusiera tensa, que hubiera peleas, pero al final, mírame, aquí estamos, por los críos uno hace lo haga falta". Asegura Juanjo que, en esa zona, de momento, no se ha producido ningún altercado. "Qué va, todo tranquilo, buen rollo, ya veremos cuando lleguen las carrozas, ahí habrá que tener cuidado, porque la gente es muy bruta y por un pito son capaces de cualquier cosa". 

Se notó que se acercaban las carrozas por la electricidad y los nervios que se percibían en el ambiente, antes incluso de que pudiese intuir, ver o escuchar la llegada de la primera. La gente se levantó de las sillas y el murmullo general se elevó junto con la expectación. Las bolsas de plástico se abrieron como grandes bocas hambrientas de juguetes. Cuando la primera de ellas, la de Apolo, llegó a la altura de la Circular, arrancó un ensordecedor griterío: ¡Aquí, aquí! gritaban todos, cada uno a su manera, y la lluvia de pelotas, juegos plastificados, figuras, y pitos cayeron sobre las cabezas de un público ya completamente extasiado que, independientemente de la edad que se tenga, regresó a la infancia. Cuando se marchó la carroza comenzó el minucioso recuento de las presas cazadas. Ese breve interludio duró poco, porque le siguió otra oleada frenética con la carroza del grupo sardinero Odin, y de nuevo se formó la maraña informe de brazos extendidos, empujones, risas y algún que otro considerable mosqueo. Estas oleadas se repetirían 21 veces más, hasta que llegó la última de las carrozas, la de Polifemo. A partir de ahí, solo restó resguardar el botín conseguido y asistir al acto final: la quema de la gran sardina en Martínez Tornel

Para salvaguardar la seguridad del evento el Consistorio capitalino desplegó a cerca de 430 agentes de Policía Local, apoyados por efectivos de Policía Nacional. También formaron parte de este dispositivo de seguridad un total 76 efectivos de Bomberos y decenas de voluntarios de Protección Civil. En Glorieta de España también se ubicó un punto de asistencia de Protección Civil. En cuanto al dispositivo sanitario, cabe señalar que el 061 instaló un hospital de campaña en la Glorieta de España y dispuso de 2 ambulancias UME y un Vehículo Sanitario de Intervención Rápida. Cruz Roja también instaló un hospital de campaña en la Plaza Circular, y contó con 8 ambulancias y 8 parejas de socorristas.

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