Los vecinos del entorno del Campus de Espinardo han perdido la paciencia. La sucesión de macrobotellones en la zona, una circunstancia que se repite año tras año, ha provocado no solo el hartazgo sino también la indignación por la indiferencia y la inacción de la Administración pública. A las fiestas por el inicio del curso de muchas de las facultades se suman las vinculadas a las novatadas, prohibidas dentro de los recintos universitarios. Se da la circunstancia de que estas fiestas organizadas por grupos de estudiantes están ubicadas en zonas verdes, muy frecuentadas por senderistas y ciclistas, en un amplio perímetro que conecta con la Vía Verde que atraviesa Torrealta y la Ribera de Molina, donde suelen verse los restos de los macrobotellones: botellas, envases, colillas y bolsas de plástico que se esparcen a lo largo y ancho de estos parajes.

Botellas y bolsas de plástico decoran cada fin de semana los montes del Campus de Espinardo | L.O.

Una de las urbanizaciones que sufre los estragos de la irresponsabilidad estudiantil es la de Mirador de Agridulce. Ignacio García, miembro de la Asociación de Vecinos, explica que están sufriendo esta situación desde finales de septiembre « casi todos los fines de semana, también durante los festivos y entre semana, a veces se prolonga la fiesta desde primeras horas de la mañana o de la tarde». Una de las razones por las que las autoridades no actúan de manera más decidida en esta zona, según este vecino, es porque está situada en un enclave que linda con varias pedanías de Murcia, con Molina de Segura y con algunos caminos de titularidad privada, lo que suele generar confusión a la hora de concluir quién debe actuar y dónde. «Al final nadie quiere saber nada, y son los mismos vecinos los que, a través de acciones voluntarias, recogen la basura que dejan los estudiantes, entre otras cosas, por el evidente riesgo de incendio», señala Ignacio, que recuerda que se tiene conocimiento de este tipo de fiestas desde 2010. «No son dos chavales con un par de quintos, sino macrofiestas muy organizadas, con furgonetas cargadas con diversos materiales y con los equipos de música, a las que asisten cientos de alumnos».

Los macrobotellones universitarios desesperan a los vecinos del Campus

Otras de las vecinas de Mirador de Agridulce es Almudena y describe una situación dantesta. «Recogemos sacos de harina, huevos, vinagre, garrafas de calimocho, porque ellos no recogen absolutamente nada; sales a pasear al perro, y vuelves con cuatro botellas de ginebra y litronas». No entiende esta vecina el cariz que ha tomado la vida universitaria. «Es una desidia total por parte de los estudiantes, es que además se chotean de ti, si les plantas cara te insultan, derrapan con sus coches, tiran latas de cerveza por la ventanilla y orinan en nuestras calles», enumera.

«Cuando logramos que venga la Policía, se comunican entre ellos con sus móviles o incluso walkie talkies para buscar otro punto de quedada que no esté vigilado», relata esta vecina, que también denuncia las fiestas constantes que se producen en la Residencia Campus Murcia, gestionada por una empresa privada, «por lo que el Rectorado ahí, se lava las manos».

Por su parte, el presidente de la Asociación de Vecinos de Mirador de Agridulce, Cipriano Ángel Lopez, informa de que ya se han dirigido a todos los alcaldes pedáneos, al Ayuntamiento de Murcia y a la Universidad. Anuncia que en pocos días solicitarán una reunión con el concejal de Seguridad, Enrique Lorca, para solicitar, como medida inmediata, un dispositivo especial de prevención «con carácter anual». Otra de las soluciones que plantea el presidente vecinal es que la Universidad vuelva a habilitar su ‘fiestódromo’ al norte del Campus y que está en desuso desde que estallara la pandemia. «Se trata de que los estudiantes renombren sus fiestas para que no hagan referencia a las novatadas, que no sean las fiestas del pollo, porque esas fiestas están prohibidas, sino simples fiestas universitarias o de bienvenida y que la UMU abra de nuevo su ‘fiestódromo’ para que los estudiantes hagan sus actividades con seguridad e higiene; creo que son dos cosas muy fáciles de hacer».

El alcalde pedáneo de Guadalupe, José Joaquín Arias, reclama más seguridad. «El Ayuntamiento tiene que invertir más en esta materia, faltan efectivos para controlar estas situaciones».