Una habitación de unos treinta metros cuadrados en la zona de trasteros del sótano de un edificio de Vistalegre. En ese espacio, que ha sido habilitado como vivienda por el propietario, es en el que vive Fátima junto a su hija de 4 años. Pero no está sola, no es la única vecina que se encuentra en esta situación en este inmueble de la calle Rubí. Junto a su puerta hay otro trastero habilitado como vivienda en el que habitan Isa y sus tres hijos de 12, 10 y 8 años.

Estas dos mujeres trabajan muy duro para sacar adelante a sus familias y pagan cada una de ellas 300 y 350 euros, respectivamente, de alquiler todos los meses, a los que hay que sumar la luz y el agua, por lo que la cantidad está cercana a los 500 euros mensuales.

Fátima explica a LA OPINIÓN que lleva cuatro años de alquiler en este trastero que encontró a través de la página web de la inmobiliaria 'Alquilotucasa.com'. Antes vivía en Churra y estaba buscando un piso más cerca de su lugar de trabajo para ahorrarse los desplazamientos en coche y los gastos de gasolina. Cuando vio la oferta en Internet acudió a visitarlo y «aunque es pequeño no está tan mal, tiene su zona de cocina y su baño», sin embargo carece de luz natural y apenas tiene ventilación, ya que sólo cuenta con unas pequeñas ventanas en altura que dan a la acera de la calle.

Los verdaderos problemas han venido con los episodios de fuertes lluvias que ha sufrido Murcia desde el pasado mes de septiembre y que de forma repetitiva han inundado su 'vivienda-trastero'.

En las paredes ha quedado la marca de hasta donde subió el agua en la última gota fría. Fátima tuvo que tirar lo poco que tiene, los muebles que usaba de armario para guardar la ropa, el sofá, juegos de la niña que había apilados en el suelo... Esta vecina de Vistabella intentó pedir las ayudas que ofreció el Ayuntamiento para los afectados, pero el propietario le dijo que no lo hiciera, que el seguro de la casa se haría cargo de los daños. Sin embargo, varios meses después la ayuda del seguro no llega y ella ha tenido que comprar un sofá, alfombras y algunos muebles de segunda mano para poder restablecer la normalidad, mientras teme que «el dueño se haya embolsado el dinero del seguro en su bolsillo porque vino un hombre a evaluar los daños y nunca más se supo».

La casa de su vecina es algo más pequeña. Isa ha dividido la estancia con un armario para separar la cocina de las dos camas en las que duermen los cuatro cada noche. Esta mujer, de nacionalidad marroquí, sale todas las mañanas antes de las nueve para dejar a sus hijos en el colegio y se va a trabajar en un local de cocinera, hasta las cuatro de la tarde, cuando vuelve a recogerlos. «La casa es muy pequeña, ellos cada vez son más mayores y no tienen sitio ni para ponerse a hacer los deberes».

A ella también le entró agua en las últimas lluvias. «Me desperté por el ruido de la tormenta y cuando bajé una pierna de la cama al suelo el agua me llegaba hasta la mitad, mis hijos lloraban porque no sabían lo que estaba pasando y el agua salía hasta de los agujeros de los enchufes, como si fuera una fuente», explica. Ahora tienen los cables pegados a la pared con cinta para evitar que estén en el suelo si vuelve a llover y siguen con preocupación las predicciones de lluvia que dan los meteorólogos. Además, denuncia que no han tenido ninguna ayuda por parte del casero y que ellas solas tuvieron que sacar todo el agua del sótano sin contar ni tan siquiera con una bomba, agua que mantiene bloqueado el ascensor desde hace meses y que ha paralizado sus vidas.