«Este año tenemos muchos motivos para pedirle a la Virgen de la Fuensanta». Con estas palabras iniciaba durante la mañana de ayer la misa de despedida a la patrona de Murcia el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, así como el obispo auxiliar, Sebastián Chico. Todavía quedaban unos minutos para que la celebración religiosa diese comienzo en la Catedral de Murcia, como es habitual, cuando los cientos de murcianos llenaban el espacio. Y es que el templo religioso se quedaba una vez más pequeño para la celebración, que arrancaba a las siete de la mañana.

Las naves principales de la Catedral se fueron llenando de devotos: algunos se podían sentar en los bancos, otros metían sus propias sillas o banquetas entre los pasillos; los que no tuvieron tanta suerte se tuvieron que conformar con estar de pie. La eucaristía comenzaba puntual, justo con la llegada del presidente regional Fernando López Miras. Lorca Planes, al poco de comenzar la misa, recordó el episodio de fuertes lluvias que vivió la Región de Murcia, y la ciudad Murcia en particular, durante la semana pasada.

El obispo quiso agradecer «la coordinación y el trabajo a la hora de afrontar este tremendo drama que hemos vivido», refiriéndose al paso de la DANA por la Región. Asimismo, también quiso destacar a todos los que han trabajado en las distintas labores de rescate: «Los Cuerpos de Fuerza y Seguridad del Estado, como el Ejército, la Policía Local, Protección Civil, Cruz Roja y voluntarios que están colaborando con la gente afectada».

«Afortunadamente las desgracias han sido materiales, pero todavía el sufrimiento está en muchas familias. Tenemos razones para mirar a la Virgen y decirle, 'gracias, Madre'», sermoneaba Lorca Planes. Entre oración y oración se sucedía una acción común entre los asistentes: el movimiento de los abanicos azules de plástico que se repartieron antes en la calle y en los que aparecía la propia imagen de la patrona con el santuario de Algezares al fondo.

Otros, en cambio, decidían portar en su cuello la medalla de la Virgen o velas de cera. Los fieles acompañaban las oraciones y los cánticos que desde el altar se iban proclamando. Más de veinte sacerdotes repartidos por todo el templo dieron la comunión a los asistentes. Al finalizar la misa, la Fuensanta salía ya a hombros de la Catedral entre vítores y palmas, mientras resonaba la melodía del himno nacional.