Después de casi veinte años endulzando el día a día de los murcianos que pasan por la avenida Alfonso X El Sabio de Murcia Patricio Bernabé tendrá que echar la persiana del mítico quiosco de golosinas de esta céntrica calle de la ciudad el próximo 15 de julio. Este es el plazo que le ha dado el Ayuntamiento de Murcia para que abandone su negocio, el que le ha dado de comer desde que lo cogió en el año 2000 tras comprar la licencia a su anterior propietario y en la que aún restan más de 50 años de explotación.

Sin embargo, las obras de peatonalización de Alfonso X se han llevado por delante el trabajo de toda su vida.

Patricio Bernabé explica a LA OPINIÓN que hace algo más de un mes le citaron desde el Ayuntamiento para avisarle de que debía quitar el quiosco a mediados de julio y le ofrecieron a cambio uno nuevo de 2,5 por 2,5 metros cuando acaben las obras de esta avenida, una oferta que no convence a este comerciante, ya que su quiosco actual tiene unas dimensiones de 3,5 por 5,5 metros y «me niego a endeudarme y sacar un préstamo a mi edad». Actualmente tiene 62 años y sólo le restan tres para la jubilación.

Bernabé se negó en rotundo a esta opción, aunque desde esa primera reunión se han celebrado cuatro más en las que el Consistorio ha intentado acercar posturas. En un primer momento le ofrecieron 50.000 euros de indemnización como compensación que, tras la negociación, ha subido a 65.000 euros. Sin embargo, esta no será la cantidad que le quede al actual propietario del quiosco de golosinas de Alfonso X, ya que mantiene que «un 26 por ciento será para Hacienda y tengo que quitarle lo que corresponde al abogado». La cifra no le convence, pero cree que puede ser la mejor opción de todas las que le han planteado hasta el momento, ya que «el Ayuntamiento tiene más fuerza legal y medios que un simple trabajador», indica.

Patricio Bernabé tiene todo el género en liquidación al 50 por ciento y ha puesto a la venta en Internet las cámaras frigoríficas y demás aparatos, pero considera que no cuenta con el tiempo suficiente para venderlo todo, ya que según el inventario que ha realizado tiene género por un valor de 30.000 euros. El dueño del establecimiento se lamenta de lo ocurrido, aunque reconoce que «ahora, después de un mes, estoy empezando a dormir». «He perdido veinte años de trabajo y después de terminar de pagar en 2015 el préstamo que saqué de 16 millones de pesetas, ahora que podía vivir y respirar, me hacen esto», explica. Mientras habla con esta Redacción despacha a clientes que no dan crédito a lo sucedido y recuerdan que eran unos niños cuando iban a comprar caramelos. Desde el Ayuntamiento reconocen que se ha llegado a un acuerdo verbal con el propietario para indemnizarlo, «pero aún no hay nada cerrado».