La noticia de que varios encapuchados habían pegado fuego a dos máquinas de las que se emplean en las obras el AVE puso en guardia, en la previa de su visita a Murcia, al ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, quien se quiso poner en contacto con el delegado del Gobierno, Antonio Sánchez-Solís, sin conseguirlo. Tras varias llamadas sin respuesta, alguien acabó informándole: «El señor delegado está jugando al tenis».

En el encuentro personal entre ambos, ya en Murcia, De la Serna abroncó con severidad a Sánchez-Solís reprochándole el descuido en la vigilancia de las obras y en el mantenimiento del natural discurrir de los trenes a su paso por la zona de vías en que se producen las concentraciones de la Plataforma Prosoterramiento.

Sin duda, los reproches a viva voz del responsable de Fomento constituyeron un estímulo para que la delegación del Gobierno acentuara las actuaciones policiales de protección de la circulación ferroviaria ante las concentraciones ciudadanas. Este extremo de celo, que ya se manifestó en la misma tarde de la visita de De la Serna, provocó los primeros incidentes, que han tenido la consecuencia de elevar la exaltación del ambiente, aumentar la movilización, abrir el abanico de solidaridad fuera de las zonas afectadas por el trazado el Ave y animar el debate sobre el soterramiento en las redes sociales como nunca antes se había producido.

En definitiva, se ha creado una situación que está arruinando los propósitos políticos de los Gobiernos central y regional y que pone sordina al efecto propagandístico que pretendía la visita del ministro, con el enésimo anuncio de proyectos inmediatos de licitación para acometer las obras de soterramiento, un mensaje que en la Plataforma entienden que ha de ser visto para ser creído, dado su extenso historial de desengaños.

Se da la circunstancia de que De la Serna es uno de los ministros del ´clan de los sorayos´ (afines a Soraya Sáenz de Santamaría), que oponen su influencia a los que se encuadran en torno a Cospedal. El nombramiento de los delegados de Gobierno es competencia de la primera; por tanto, las quejas sobre Sánchez-Solís por su supuesta dejación inicial o por sus torpezas posteriores, pueden llegar con facilidad a la vicepresidenta, ya que De la Serna es hombre de su total confianza. Tal vez el delegado del Gobierno debiera dejar de jugar al tenis por una temporada, o bien proveerse del teléfono móvil en el pantaloncillo mientras lo hace.