Al contar con maquinaria hidráulica, el Molino del Amor necesitaba de un flujo de agua constante y en este caso llegaba gracias a la Acequia Mayor de la Aljufía. Pero el edificio no sólo era un lugar de trabajo sino también una vivienda de características muy humildes, ya que los molineros eran los arrendadores del molino, no sus propietarios.

Hasta que recientemente el Ayuntamiento adquirió el inmueble y el terreno colindante, remodelando la zona para insertar una nueva carretera, el Molino del Amor había pertenecido a la empresa conservera Conservas Caravaca (muy activa durante los años 60 y 70), que había añadido esta propiedad a una nueva fábrica en La Albatalía. Así, el molino se convirtió en el comedor de los trabajadores de la empresa, ya que llevaba años sin funcionar y su maquinaria ya había sido desmantelada y su interior rehabilitado. Muy probablemente el molino debió dejar de ser rentable en años posteriores a la posguerra, ya que incluso la cabaña de animales domésticos en la huerta fue progresivamente disminuyendo.