La Asamblea aprobaba el pasado 23 de julio de 2015, cuando solo había transcurrido un mes de legislatura, la reforma de la Ley Electoral, eliminando las cinco circunscripciones en las que se dividía el territorio regional y suprimiendo la barrera del 5% de los votos que tenía que obtener un partido para entrar en el reparto de escaños. Dos años después, el politólogo Javier Sierra presenta el libro El sistema electoral de la Región de Murcia: regulación, balance (1983-2015) y perspectivas. Sierra lamenta que no se llevara a cabo una reforma más ambiciosa, con el desbloqueo de las listas y una garantía de representatividad de las comarcas.

Es el primer estudio que se hace sobre el sistema electoral de la Región tras la reforma de la ley en julio de 2015. ¿Qué balance hace del anterior sistema y qué nos ofrece el nuevo?

El libro consta de tres partes. La primera es un análisis de la regulación, para ver hasta qué punto el legislador autonómico, en este caso la Asamblea regional, tiene capacidad para hacer modificaciones en el sistema electoral. El segundo bloque es un estudio completo sobre los rendimientos del sistema electoral de la Región desde 1983 hasta 2015. El balance es que ha sido un sistema muy desproporcional, por el hecho de que existían circunscripciones de tamaño inferior a la provincia, lo cual era un caso atípico. Por un lado, el hecho de tener circunscripciones comarcales aseguraba que hubiera una representación de los territorios y a la larga ha fomentado la cohesión territorial. Pero había una desigualdad en el valor del voto de los ciudadanos, pues pesaba más el voto de un ciudadano del Altiplano que un habitante de la capital. Además, la barrera electoral del 5% provocaba que hubiera partidos que quedaran excluidos, como Ganar la Región, en 2015, UPyD, en 2011, y anteriormente el Partido Cantonal. La tercera parte del libro aborda el futuro. En 2015 se modifica la ley, una reforma contraria a los intereses partidistas tanto de PP como de PSOE. Todos estamos de acuerdo en que había de contar un sistema más proporcional, en el que el voto valga más, pero con la nueva Ley Electoral perdemos capacidad de estabilidad del sistema. La mayor incógnita que se abre es si existe la suficiente madurez democrática y partidista para poner el interés público por encima del partido, para que esa mayor fragmentación parlamentaria genere gobiernos estables.

Con la nueva Ley Electoral, ¿es imposible que vuelva a gobernar la Región un partido con mayoría absoluta?

En la historia electoral de la Región, el partido ganador ha sacado siempre más del 50% de los votos y no ha necesitado de las primas del sistema electoral. Pasó con el PSOE y pasó con el PP. En 2015 pasó algo inédito. Y si en 2019 sigue la tendencia actual, nos encontraremos una Asamblea no de cuatro, sino de hasta seis o siete partidos. Y con la posibilidad de que entren partidos regionalistas, como pasa en Cantabria y Asturias, donde personalidades conocidas socialmente logran éxito en la vía política. Por poner un ejemplo, en el supuesto de que Alberto Garre se presente por la vía de un partido regionalista, tendría muchas posibilidades de sacar más de un diputado. Lo mismo puede pasar con agrupaciones independientes. En las locales, el equivalente que sacó Movimiento Ciudadano en Cartagena en el Ayuntamiento era el equivalente al 2,4% de las elecciones autonómicas. Con la nueva Ley Electoral, está a 0,6% de superar la barrera del 3%. Con que se agrupe con partidos independientes de la comarca del Mar Menor o de La Unión, puede sacar más de un diputado. Se puede atomizar la representación y puede tener consecuencias positivas y negativas. Las positivas, que se promueven cambios que no se podrían llevar a cabo con un partido con mayoría absoluta. Las negativas, que puede generar inestabilidad, que solo se cura con la madurez democrática de los partidos, que deben estar a la altura.

¿Qué cree que le falta a la actual Ley Electoral de la Región?

La reforma fue concreta, exigua y excesivamente reducida. Respondió a un momento concreto, a una ventana de oportunidad que tuvieron algunos partidos, pero se podía haber hecho muchísimo más. Por ejemplo, la circunscripción única provoca que no se guarde esa obligatoriedad de representación de los territorios y que quede en manos de las cúpulas partidistas la decisión de poner gente en las listas de las diferentes comarcas, que pierden fuerza. Además, todos los partidos hablaban en sus programas electorales de apertura de listas, sin especificar si abiertas completamente o desbloqueo de listas. No se ha hecho y se ha desaprovechado una oportunidad. Cuando se reformó la Ley en julio de 2015, se habló de una segunda fase en la reforma, que no se ha hecho ni se ha vuelto a plantear por parte de nadie. Creo que sería positivo hablar del desbloqueo de listas, para que los ciudadanos puedan primar o castigar a candidatos dentro de un partido, en función de las preferencias de los electores.

¿Cómo sería ese desbloqueo de listas electorales?¿Se podría, por ejemplo, votar a un candidato de Podemos y a otro de Cs?

Yo apuesto por el voto por un partido y que el votante pueda poner, si así lo quiere, tres preferencias dentro de esa lista. No se podría votar, por ejemplo, a Urralburu y a Ciudadanos, porque eso ya no es viable con la actual normativa, pues supondría pasar a un sistema mayoritario. Yo hablo de desbloqueo, que sería totalmente viable y sencillo de hacer.

¿Qué cambios añadiría usted a la nueva Ley Electoral?

Serían cambios de mínimos. Además del comentado del desbloqueo de listas, propondría que se obligue a los partidos que, aunque exista una circunscripción única, las composiciones de las listas electorales sean por tramos de cinco, compuestas por personas representativas de las anteriores circunscripciones. Como pasa con la paridad entre hombres y mujeres. Así nos aseguramos que Yecla y Jumilla, por ejemplo, tengan siempre representación asegurada en la Asamblea. También se puede trabajar en otras líneas como la introducción de la tecnología, el abaratamiento del coste de los comicios a las arcas públicas...

¿Se hizo demasiado deprisa y corriendo la reforma?

Se hizo tan rápido por el temor que había en que si se dilataba la reforma el PP, al que solo le faltaba un escaño para la mayoría absoluta, convocara elecciones en unos meses. Cuento en el libro que, durante las negociaciones de investidura, a Francisco Celdrán se le escapó la expresión «para lo que va a durar la legislatura...a» Eso levantó la alarma. Había miedo incluso a demorar la reforma aunque fuera un solo mes, porque podía generar que el Gobierno de España impugnase la norma, que quedaría automáticamente suspendida hasta que resolviera el Constitucional. La reforma, por tanto, fue de mínimos. Es una pena.