Son una decena de chavales, van armados con barras de hierro con las que rompen las lunas de los coches y han cogido la costumbre de apedrear gente. Es lo que denuncian los vecinos del barrio de Las Barracas, en Espinardo, que llevan meses sufriendo. Hay una banda ya no juvenil, sino directamente infantil, que atemoriza a los residentes hasta el punto de que varios de ellos han decidido mudarse del pueblo. El pasado martes por la noche hubo otro ataque: apedrearon a una chica.

Debido a que este problema parece enquistado, la Asociación de Vecinos de Espinardo ha iniciado una recogida de firmas. Por su parte, el pedáneo, Andrés Guerrero, ya ha mantenido varias reuniones con los afectados, e incluso una con el delegado del Gobierno en Murcia, Antonio Sánchez-Solís, para hacerle partícipe de la cuestión.

«Son menores de 13 años, ni siquiera son responsables penalmente. La Policía intenta actuar, pero, si coge a uno, sólo puede entregárselo a sus padres», lamenta el pedáneo. Además, detalla que los niños de la banda pertenecen a «familias del Espíritu Santo», por lo que, a su juicio, «esto es más un tema de Servicios Sociales que de la propia Policía».

El Espíritu Santo es uno de los barrios más castigados de Espinardo, tristemente conocido por albergar garitos (en domicilios particulares) en los que se venden estupefacientes. La Policía suele realizar en la zona redadas.

Andrés Guerrero insiste en que «la solución es, ante todo, la prevención», por lo que solicitó a Sánchez-Solís «mayor presencia policial» en la zona. Además, anima a los vecinos a denunciar, ya que «si no se denuncia, a efectos estadísticos no se tiene en cuenta» esta problemática.

El caso es que muchos vecinos, relatan a LA OPINIÓN, tienen miedo. Cuentan que esta banda ´infantil´ suele actuar de noche (a partir de las ocho de la tarde, los niños se suelen citar en las inmediaciones de un campo de fútbol que hay en Las Barracas) y que durante el día el barrio es «una balsa de aceite». También tienen miedo a denunciar por las posibles represalias que puedan sufrir.

Es el caso de María (nombre ficticio), una vecina de 60 años que hace unos días fue apedreada por los miembros de esta banda en el mismo portal de su casa.

«Oí mucho jaleo. Al oír porrazos me asomé y los vi. Lo malo que hice fue que dije ´voy a llamar a la Policía´. Empezaron a gritarme ´chivata, chivata. Ahora te vas a enterar´. Cuando bajé a la calle, me tiraron piedras y me caí», relata la mujer, mientras muestra las lesiones que aún tiene en la pierna.

«Llamé al 091 desde el suelo»

«Llamé al 091 desde el suelo. Luego llamé a mi marido», apunta. El médico le ha mandado varios fármacos y reposo. Cuando acudió a la Policía, explica, le pidieron que mirase fotos de sospechosos, por si reconocía a los niños que la habían atacado. Pero los menores llevaban capucha y no le fue posible identificar a ninguno. Sabe que eran «gitanos y payos». Y calcula que algunos no pasan de los diez años de edad.

Comentan lo mismo en comercios del barrio, donde tienen la hoja de firmas que repartió la Asociación de Vecinos. Son niños de corta edad los que han creado el pánico. En el estanco cuentan que han robado ya varias veces, «todas de noche, no estábamos dentro», manifiestan. También campan a sus anchas en locales regentados por orientales.

«Mucha gente se va y yo me quedo. Hay miedo. Nos conocen y saben donde vivimos», remarca María. «Ahora mismo esto es una balsa de aceite. Es por la noche. Se ha juntado un grupo de zagales gamberros peligrosos. Vienen del Espíritu Santo. Fíjese lo que pasó en San Andrés, que hay cuatro policías heridos», añade.

La mujer hace referencia a un episodio sucedido esta misma semana, cuando cuatro personas agredían a otros tantos agentes en la Comisaría de San Andrés, en la capital murciana, a raíz de la identificación de uno de ellos, un joven que fue pillado en una calle de Espinardo con una papelina.

En cuanto a los menores, los vecinos señalan que actúan «con una poca vergüenza enorme».

«A mí me tienen acojonado», admite un trabajador del barrio, que confiesa que estos menores le han quitado en varias ocasiones sus utensilios de trabajo.

Otros ciudadanos comentan, en la farmacia de la zona, que no esperan que las autoridades actúen «hasta que no pase algo gordo». Y es que estos niños «se han hecho los amos». de la barriada