Como la mayoría de las tradiciones, se pierde en el tiempo cuándo y cómo se empezó a usar el color negro como símbolo de duelo. Sí tenemos constancia escrita, pero es muy reciente, de algunas normas para su uso. En 1565, Felipe II dio una Pragmática reglamentando su uso. Y Felipe V, en 1723, hizo lo mismo. Prácticamente es la primera regla escrita que se tiene reglamentando su uso. Y cuando Caro Baroja pasó por Murcia y estuvo en Nonduermas en 1950 dejó constancia escrita de que «cuando alguien se muere en una casa se quitan los retratos de las paredes, se tapan los espejos. No se limpia ni se blanquea la casa y se suprime todo lo que sea lujo y placer» (Usanzas del luto, de Jesús Navarro Egea).

Aquí en Nonduermas, en pleno corazón de la huerta murciana, a primeros del siglo pasado, y según las preclaras mentes más longevas, el luto era severísimo: toda la casa se entristecía. Los niños dejaban de corretear y enmudecían sus griteríos. Todos los moradores de la misma vestían de luto riguroso. Y la tristeza se notaba por los cuatro costados. Hasta los animales domésticos parecían sentirlo: los perros dejaban de ladrar, las gallinas no cacareaban tanto y los cerdos dejaban de gruñir. Y todos los vecinos hacían peña con la familia del óbito. Ahora sólo queda la asistencia a la Misa de córpore in sepulto, que también está dando los últimos coletazos.

Cada vez, salvo casos puntuales, asiste menos gente. Sólo van las personas mayores. Hasta finales del siglo pasado, después de velar y enterrar al occiso, se rezaban nueve rosarios en nueve días consecutivos (últimamente, tres rosarios en tres días consecutivos). Normalmente llevaba la guía las mujeres. Aquí, algunas veces la llevaba Gregorio Pérez, 'El Pérez', hasta que falleció.Eran famosas en estas lides, por su constancia y devoción, la Paca de Mariano y la Remedios de Emilio. Llevándose la palma Antonia Pujante Manzano, 'la de Lorenzo Párraga', que lo estuvo haciendo hasta la víspera de su fallecimiento el 7 de diciembre de 2002. Que con sus 79 años no dejó de velar a ningún difunto del pueblo.

Ambas mujeres, y otras muchas más, siempre serán recordadas con sumo cariño. Con Antonia Pujante se perdió tan rica tradición. El mundo moderno ha dado paso a los tanatorios y se ha dejado de velar al difunto en la casa. Ahora se hace en él. E, incluso se celebra el sepelio. Y la costumbre de rezarle los rosarios y guardarle luto, ya hace tiempo que se perdió. Lo del luto riguroso, nuestros hijos creen que es una leyenda urbana. La costumbre de poner un crespón en la ventana se fue. Lo mismo el ponerse un brazalete negro en el brazo el hombre. Y el velo la mujer.

De vez en cuando se ve a alguna mujer de medio luto, pero lo llevan poco tiempo. Y la seriedad en la casa, donde no se oía una mosca durante varios días, y quizás meses, ha quedado para las crónicas. Antes era inconcebible poner la radio o ir al cine durante el tiempo de guardar luto, que iba de meses hasta años. Hoy, apenas se ha velado el cadáver, y celebrado el sepelio, se despoja la casa de todo lo que huela o suene a él.

Un dato significativo es que cuando se celebra el sepelio en la iglesia siempre es puntual. Normalmente todas las ceremonias se demoran, sobre todo las bodas. Pero las exequias, no.