Las altas temperaturas que registra Murcia en los meses de verano imponen un coste adicional en la factura de la refrigeración que pagan las empresas y las instituciones . Enfriar los edificios en una ciudad que vive al filo de los 40 grados centígrados un par de meses e incluso los supera durante varias semanas a lo largo del verano es algo inevitable, pero hay edificaciones en las que la climatización es casi imposible como consecuencia del diseño y de los materiales utilizados en su construcción. Algunos de estos flamantes inmuebles, que fueron concebidos con la aspiración de llegar a ser un símbolo emblemático de la arquitectura urbana, resultan prácticamente inhabitables durante los meses más críticos. Muchos de ellos han sido construidos por la Administración, aunque también hay numerosas torres de cristal promovidas por empresas privadas que desafían al calor murciano a costa del recibo de la luz. La Facultad de Económicas de Espinardo o la nueva sede de Urbanismo en Abenarabi son calificados por algunos profesionales como edificios «inviables».

El presidente del Gremio de Instaladores de Frío y Calor de la patronal FREMM, Juan de Dios Gómez, asegura que «no hay inmuebles imposibles de refrigerar», pero sostiene que el coste de la climatización se dispara en estas construcciones expuestas al sol o sometidos a la elevación de las temperaturas que provocan las fachadas de metal. El empleo de este material en el recubrimiento de las fachadas y o la sustitución de los muros dotados de aislamiento término por paredes acristaladas ha sido una práctica extendida sobre todo en las construcciones oficiales, financiadas con recursos públicos, cuyos arquitectos han ignorado por completo los problemas que podían ocasionar a sus ocupantes.

Entre los ejemplos más significativos de edificios inhabitables en verano e incluso en los meses de invierno destaca la Facultad de Económicas de la UMU, un edificio de formas rectangulares forrado de metal en la fachada de poniente y totalmente acristalado en las demás vertientes, lo que hace que la temperatura y la radiación solar resulte molesta incluso fuera del verano.

Los problemas de habitabilidad originados por el exceso de exposición al sol obligaron hace varios años a la Universidad de Murcia a instalar un sistema de protección que amortigüe la radiación solar y los reflejos. Es una pantalla que actúa como una ´segunda piel de vidrio´ y atenúa el exceso de luz. Cuando en 2010 se dio a conocer esta solución se presentó con un gran logro que ahorraría 5.000 euros al año. El mismo problema tiene el instituto del Carmen, construido en el Cuartel de Artillería. El arquitecto forró el edificio de metal, pero se olvidó de las persianas y del aire acondicionado o se quedó sin presupuesto antes de instalarlos, lo que provocó las protestas de los estudiantes a los pocos meses de su inauguración, dado que las aulas ocupadas por una treintena de alumnos se hicieron insoportables en cuando llegó la primavera. Y se pusieron las persianas.

También la nueva sede de Urbanismo de la avenida Abenarabi, conocida como ´El Titanic´, que costó 25 millones de euros y es toda de cristal, ha obligado al Ayuntamiento a buscar una solución para evitar las quejas de los funcionarios, mediante la instalación de unas persianas, presupuestadas en 70.000 euros, que no han llegado a ponerse.

El edificio de Abenarabi fue un diseño de los arquitectos Andrés Perea y Paco Sola. El inmueble se levantó en una parcela municipal de 6.733 metros cuadrados y tiene una superficie de 13.466 metros cuadrados, a la que hay que sumar 27.649 de sótanos. Cuando se adjudicó su construcción, el anterior equipo de gobierno justificó el despliegue de cristal que cubre todo el edificio aduciendo que está pensado para que los empleados puedan disfrutar de una relación prioritaria con el exterior y para que los ciudadanos observen la transparencia de la gestión municipal.

Sin embargo, pese a los problemas y las molestias que la falta de protección llega a causar en estas construcciones, no existe todavía una norma que prohíba el uso de materiales que dificultan las condiciones de habitabilidad y encarecen la factura energética sin tener en cuenta las imposiciones del clima. La consejería de Fomento, que tiene las competencias en Urbanismo, ha eludido pronunciarse sobre esta cuestión.

No obstante, el decano del Colegio de Arquitectos, Rafael Pardo, explicó que el Código Técnico de la Edificación, que está en vigor desde hace una década, establece pautas de obligado cumplimiento para garantizar la eficiencia energética de las nuevas construcciones. Pardo admite que en esta norma «no dice si se puede poner una fachada de metal o de vidrio», aunque regula las condiciones que debe cumplir un edificio y los aislamientos que debe incorporar y establece unas categorías de eficiencia energética, «como las que tienen los electrodomésticos», en función del consumo que se les atribuye. «Hoy en día todos los edificios tienen que ser energéticamente sostenibles», aseguró el decano. «Me consta que ahora se le da importancia no solo desde el punto de vista técnico, sino hasta ético.

Pardo admite que en la etapa anterior a la crisis ·la arquitectura reflejaba la percepción colectiva de que «todos nos creíamos más ricos.

Esto ha cambiado después de la recesión. La sociedad quiere confort y calidad, con los pies en el suelo».

Recordó que «la arquitectura tradicional era una arquitectura inteligente», que dotaba a las edificaciones de «muros gruesos y pocas ventanas. Sin necesidad de hacer cálculos, se tenían en cuenta los criterios energéticos». El presidente del Gremio de Instaladores de Frío y Calor apuntó que algunas torres de cristal de la ciudad están provistas de una segunda pantalla interior, que deja una cámara de aire junto a la fachada para que haga el efecto chimenea y facilite la circulación del aire. No obstante, destacó que cuando las cuatro vertientes de un edificio son de cristal, «siempre hay una fachada en la que da el sol».