ESTRENO DE LA DOLOROSA DE SALZILLO

El martes 25 de enero de 1881 se estrenó en el Teatro Romea de la capital murciana la obra La Dolorosa de Salzillo del poeta murciano Ricardo Sánchez Madrigal. Esta obra teatral como tantas otras de autores murcianos ha quedado en el olvido. Pero a lo que parece fue todo un éxito según refieren las crónicas de la época. En el desaparecido Diario de Murcia leemos la crónica del estreno: «En la noche del martes se estrenó La Dolorosa de Salzillo del insigne poeta murciano don Ricardo Sánchez Madrigal. Es un precioso cuadro histórico que refleja la vida del escultor murciano, en los momentos que proyectaba hacer la magnífica escultura que admiran, propios y extraños, en nuestro rico Museo de la plaza de San Agustín. El poeta, don Ricardo Sánchez Madrigal, que ha puesto en escena ese episodio histórico lo ha tocado con gran propiedad y es encontrado el efecto en la situación culminante de la obra. Sabido es, que el escultor murciano don Francisco Salzillo, por encargo del poderoso y esplendido Bailío de Lora, hizo los pasos de Jesús, la Cena, La Oración del Huerto, el Beso y muchos otros; faltabale pues hacer la imagen de la Virgen y ese gran trabajo le traía muy preocupado y de mal humor, porque no podía encontrar el bello ideal que concibió en su mente. Dominado por la pasión de los celos y dudando de Fernando, su discípulo amado, dudó de su esposa doña Juana, señora digna y virtuosa a quien pretendió matar amenazándola con un puñal. Doña Juana, inocente y honrada, imploró la caridad divina, y en ese estado, Salzillo, arrojó el puñal al suelo y quedose sorprendido ante la actitud de su inocente esposa. Esta situación brillante de la obra, fue admirablemente interpretada por el señor Delgado y la Señora Cirera que fueron estrepitosamente aplaudidos por el numeroso e ilustrado público que llenaba las principales localidades del elegante coliseo de la plaza del Esparto».

SAN VICENTE FERRER LLEGA A MURCIA

Fue en enero del año 1411 cuando llegó a Murcia el famoso predicador Vicente Ferrer al que se dispensó un clamoroso recibimiento pues llegaba precedido de justa y merecida fama por su verbo encendido y sus ´fermosos sermones´, según las crónicas de la época. Fue hospedado en el Real Monasterio de predicadores de Santo Domingo (dominicos) los que hicieron construir en la fachada de su Monasterio un alto tablado, con su correspondiente pulpito, para que pudiera predicar tras la misa que se celebraba en un altar que se había construido en el mismo tablado habilitado para las predicaciones. Según crónicas, «las prédicas emanaban un inusitado fervor». Con sus sermones, seguimos leyendo crónicas de la presencia del predicador en Murcia, consiguió aunar voluntades y perdonar muertes de padres y hermanos «los cuales perdones se hacían ante el escribano que el dicho Fray Vicente traía con autoridad apostólica y que era llamado Leonardo García». Las predicaciones en Murcia duraron un mes. Y seguimos leyendo: «Convirtió muchos moros e judíos porque había aljama de moros y aljama de judíos aquí y en todas las principales ciudades de estos Reinos. Convirtió algunos rabinos, a los que, por no saber oficio mandó esta ciudad a instancia suya mantener y vestir, y darles casa fuera de la judería en zona de cristianos». Según se cita expresamente en las crónicas del viaje del predicador a la ciudad de Murcia la misión más notable de Vicente Ferrer fue la que tuvo lugar el día de Domingo de Ramos a la que asistieron «diez mil personas de dentro y de fuera de la población que durmieron en las calles a cielo abierto para coger sitio ante el Monasterio de los Dominicos para poder escuchar las prédicas de Fray Vicente Ferrer».

MUERTE DE BANDOLEROS POR LOS JUSTICIAS DEL PALMAR

Andaba muy preocupado el Concejo de Murcia, en el año 1774, por los continuos asaltos y robos que se cometen en toda la zona del Puerto de la Cadena y en los caseríos aledaños. Hasta tal punto que, tras la denuncia de uno de los vecinos, se prepara una operación para capturarlos. Al final, los justicias, les dieron muerte a los salteadores de caminos. El hecho de armas se recoge en estos términos: «Andaban robando dos hombres por la zona del ventorrillo de la Ermita del Puerto de Cartagena (más o menos por la actual Venta de la Virgen) y el día antes del suceso de armas se presentaron en el ventorrillo para decir que al día siguiente les habían de tener preparadas comida para llevarse ellos y cincuenta pesos de plata. El ventero les dijo, por el miedo, que estarían servidos pero aquella noche se llegó a Murcia, de forma secreta, y avisó al Corregidor quien envió un escribano y dos justicias ministros de orden que recorrieran la zona y cercanías para que estuviesen prevenidos y las gentes ocultas en sus casas. Lo hicieron así y los Justicias de El Palmar fueron a cercar el ventorrillo con objeto de detener a los salteadores de caminos cuando estuvieran dentro, pero, los delincuentes, viéndose cercados quisieron salir haciendo uso de las armas y recibieron varias descargas de los que estaban más cercanos, muriendo en el acto dos ladrones bandoleros y quedando el tercero mal herido. Los muertos fueron traídos hasta Santa Catalina para que se contemplaran sus cadáveres y sirvieran de escarmiento a la población y el herido fue metido en la cárcel».

LA PRIMERA ROMERÍA DE LA FUENSANTA EN EL MES DE SEPTIEMBRE

El 14 de agosto de 1780 se reunió el Cabildo Catedral de la Diócesis de Cartagena que determina lo siguiente: «Este Cabildo de la Santa Iglesia de Cartagena decide que no se hiciese la fiesta de la ermita de la Fuensanta, como era costumbre de todos los años, sino que a otro día del siete de septiembre se traiga a la Madre de Dios de forma sigilosa y se celebre su fiesta en la Catedral». Debemos conocer para entender tal acuerdo que, en aquellos años, el clero andaba dividido en cuanto al patronazgo de la ciudad pues, el obispo era partidario de la Virgen de la Arrixaca y el Cabildo Catedral lo era de la Fuensanta. De ahí que se diga «traerla en sigilo». Pues bien, aquel año, por primera vez, se trae a Murcia la imagen de la Fuensanta y se hace de madrugada. Las actas capitulares así lo refieren: «El sábado 9 de septiembre del año del señor de 1780, por orden del Ilustrísimo Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Cartagena, modificando un tanto el acuerdo adoptado el 14 de agosto pasado, sacan a la una de la madrugada la imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta de su ermita de la sierra, y entre una gran procesión de hachones porque no había luna y la noche era muy oscura, se trae a la ciudad de Murcia, llegando a las cuatro de la madrugada, para hacerle en los sucesivo anualmente en ella la función que desde antiguo y con motivo de su festividad se hacía en su ermita del monte. La imagen de la Virgen se trajo hasta la ciudad de Murcia al convento de las Madres Justinianas de Madre de Dios para luego que amaneciera el día se llevara al templo Catedral donde se le haría función de instituto y quede esto como costumbre en los años sucesivos todos los meses de septiembre».

MURCIA DE MI CORAZÓN

En el mes de febrero de 1881 se estrena en esta ciudad la zarzuela 'Murcia de mi corazón', cuyo libreto correspondía a José Martínez Tornel y la música al maestro Verdú con la colaboración del también compositor Grajales. Martínez Tornel, natural de Patiño, fue periodista, abogado, escritor y, durante un tiempo, archivero en la ciudad de Murcia. Fundador y director del Diario de Murcia, primer presidente y fundador de la Asociación de la Prensa, en 1906, la institución cumple este año precisamente 110 de su existencia. Siempre estuvo muy interesado en las tradiciones murcianas y su extraordinario amor a Murcia quedó patente a lo largo de toda su obra. Murcia de mi corazón, la zarzuela de Tornel, tuvo en la prensa de la época distintas críticas pues, mientras unos la ensalzaron, otros dejaron patente las carencias que esta obra presentaba. Así leemos en el periódico La Paz a un crítico que firma como ´El Pacífico´, que escribe un elogioso comentario hacia Tornel: «La revista musical tiene un gran mérito que consiste en la verdad y exactitud de los tipos y caracteres que allí se representan.

La manera de unir unos cuadros a otros para que la revista resulte agradable es ingeniosa y no deja de producir buen efecto el ver un francés, corresponsal de un periódico, recorrer la huerta y el barrio de nuestra ciudad, admirando sus encantos y criticando la pereza e ignorancia de sus habitantes. Toda la obra fue muy sentida». No tan benévolo fue con Tornel el periodista Rodolfo Carles, que en las páginas del Semanario Murciano destaca que «pese a los fallos de una apresurada puesta en escena tuvo éxito la obra. La gracia de algunas partes, la interpretación de cada uno de los cuadros, algunos más inspirados que otros por su fondo y su forma con una buena versificación, pero con un diálogo demasiado fácil». Curiosamente, el Diario de Murcia se hace eco del estreno de la zarzuela y también destaca la precipitación y lo poco ensayada que estaba. Leemos el 25 de febrero de aquel año de su estreno: «Ha pintado nuestro amigo Tornel seis cuadros llenos de verdad y color y que han producido el natural buen efecto en los espectadores que han asistido al estreno de esta obra, si bien la interpretación se ha resentido quizá por la precipitación con que se ha ensayado y la rapidez para estrenarla». La noche de aquella representación y una vez acabada la obra los compositores Verdú y Grajales tuvieron que salir a saludar.

Martínez Tornel no pudo asistir aquel día al teatro debido a un largo proceso febril en el que estaba inmerso desde hacía algunas semanas. La empresa del teatro hizo llegar al periodista, en agradecimiento, un precioso ´remontoir´ de oro (reloj de bolsillo con cadena). Tornel siguió escribiendo obras de teatro donde también utilizaba el lenguaje murciano y además las ubicó siempre en la huerta retratando paisajes y situaciones de la época. Entre ellas destacamos El hijo de su paere, una graciosa obrita, a modo de entremés, que escribió según él mismo relata en una sola noche.

También es autor de Las bodas de Dulcinea a propósito huertano. Esta obra, fechada en 1906, la escribió el periodista expresamente para el tercer centenario de El Quijote y está llena de giros y voces populares de la huerta de Murcia incluyendo también algunas frases en ´panocho´ en boca de los personajes populares huertanos. Por último, de aquel Martínez Tornel teatral destacamos dos cuadros de costumbres populares titulados El ventorrillo y Un velatorio de Ángel, donde el insigne escritor de Patiño recoge dichos y cantares de transmisión oral con el único objeto de que no cayeran en el olvido y no se perdieran para siempre.

Por desgracia lo que se ha perdido, a día de hoy, son estas obras escritas hace un siglo por uno de los periodistas más insignes que ha dado Murcia al mundo.